5.12.16

Los nuestros

Juan Carlos Reche (Córdoba, 1976), autor de El dolor y la velocidad y Carrera del fruto, traductor de Nuno Júdice, Giorgio Caproni o Maurizio Cucchi, escribía en el artículo "El cometido del poeta", que abría el número 3 de Años Diez, la revista que codirige con el también poeta Abraham Gragera: "ha vuelto a fortalecerse el lazo [del individuo] con sus propias comunidades originarias como un hecho natural y basal de la identidad. En el campo de la poesía comienza a apreciarse este rasgo en algunas de las últimas poéticas a través de la recuperación de hablas o estructuras lingüísticas regionales para el código, y de asuntos comunales (...) para el referente". Y en otro sitio: "Es justamente en la búsqueda de otras formas de lo colectivo (…) donde se halla una de las principales líneas de fuga de la poesía actual". Estaba hablando de sí mismo (y de compañeros de promoción como Fruela Fernández). De su poética, quiero decir. Así lo demuestra su último libro, Los nuestros (el título es elocuente), publicado por Pre-Textos. Una obra sin duda sorprendente que dejará a más de un lector descolocado. Para bien, supongo, o para mal, porque nunca se sabe. La primera parte, "Nuevas poesías", se abre con una cita del brasileño Mário Quintana: "La poesía es la invención de la verdad". Escribe, sí, "poesías", no poemas y no por casualidad. Lo popular, en su mejor y más amplio sentido, ocupa todo en estos versos donde se entremezcla lo que el poeta dice y lo que oye que dicen otros (en cursiva, tipográficamente), o que él mismo dice pero con distinta voz. La de su Córdoba natal, esa manera que le es propia a los vecinos de esos lugares del Sur. Leemos: "Aquí habla la gente / que no sabe leer ni escribir / la gente que yo quiero. / Así quiero escribir yo / como la gente que no sabe escribir ni leer, / como la gente que más quiero". Hay un diálogo entre el poeta (o los poetas) y esa gente, y una crítica: en "El estilo", por ejemplo.
En "Altura" sigue el mismo tono. Y el mismo vocabulario autóctono, digamos. Mantiene algunas rimas y ese aire de canción más de que poema propiamente dicho que da un ritmo y una musicalidad tan particulares a esta poesía; popular, insisto, o muy del pueblo, por retórica y literaria (a sabiendas) que sea la apuesta. La referencia al flamenco es ineludible.
"Las razones de la charpa", dedicado "A éstos", lleva delante una cita de Cucchi: "Yo hablo solo desde chico. / Claro que me he dado cuenta, / pero es que yo ya no". Y empieza: "¿Y sabes lo qué dicen de nosotros?". Lo que sigue es un ejercicio poético arriesgado donde lo transcrito es casi una jerga para iniciados, propia de una pandilla de barrio en la que no faltan los vulgarismos y el uso más común y corriente del lenguaje. Charpa, leemos en la Cordobapedia es "una reunión de amigos. Según Miguel Salcedo Hierro en su libro Crónicas Anecdóticas (página 87), fue muy utilizada durante todo el siglo XX en la ciudad de Córdoba, viniendo a referirse a reuniones de 4 a no más de 8 charpistas que se juntaban para ir al fútbol, a los toros, etc."
En "Las casas" prosigue, de modo fragmentario, ese viaje a través de la memoria que nos traslada, casi siempre, a los veranos y a la infancia.
"Los nuestros", por fin, se acerca a las ideas sobre las que están construidos estos poemas. Es, entrevelada, una poética o una reflexión metapoética, si se prefiere. En conversación con las poéticas de otros ("Lo que vale la pena") y que incluye poemas irónicos ("El delito") y algún poema de cierta extensión y, cree uno, claves para entender el alcance de la obra: "Epístola moral para Gaia Danese" ("Cuando yo diga nosotros / y no me refiera a ti o a mí / o a ellas aquí o allí / o al lado / sino a esa especie de delito / llamado llanamente mi poética.") y "Le vacanze del gande poeta", dedicado a su amigo Gragera y con Montale, entre otros asuntos, al fondo.
Se cierra el libro con otra poesía popular donde la voz vuelve a ser otra, aunque la emoción siga siendo la misma.