29.12.16

El ciudadano ilustre

A Plasencia no llegan esas películas minoritarias, por muy norteamericanas que sean, donde la literatura se cruza con el cine. No digamos si el encuentro es con la pobre poesía. Por eso, de las recientes, uno no ha podido ver Historia de una pasión (de Terence Davies, con la inmensa Emily Dickinson al fondo) ni Paterson (de Jim Jarmusch, titulada por algo como el memorable poema-libro de Wiliam Carlos Williams). Sí ha llegado, cosa milagrosa, El ciudadano ilustre, de la que Carlos Boyero, en su reseña El País, dijo: "es tan original como inteligente, un ejercicio saludable de mala hostia, un relato imprevisible sobre las miserias de la condición humana, una comedia casi siempre feroz y en la que aquello que nos parece caricaturesco o surrealista tan vez solo obedezca a la vocación de realismo".
Va uno muy poco al cine, pero la película me ha gustado. Mucho. No sólo por la condición de escritor de su protagonista, con el que en ningún caso me identifico, aunque suscriba casi todas las afirmaciones sobre literatura que deja caer a lo largo de la película. He disfrutado, por ejemplo, las interpretaciones de los secundarios: el alcalde, su amigo Antonio... Por lo demás, todos los que vivimos en ciudades pequeñas (a las que llega el cine que llega) sabemos muy bien de qué hablan Duprat y Cohn, los directores de ésta.