27.11.16

Con Jordi Doce

La penúltima vez que atravesé de noche placentina bajo el diluvio fue el pasado mes de febrero, para asistir a la lectura de Pablo Fidalgo en Centrifugados. La última, el pasado viernes, para acompañar a Jordi Doce en la presentación de No estábamos allí. Fue, gracias a Álvaro y Cristina, en La Puerta de Tannhäuser (donde anoche escuchamos encantados a Cristina Fernández Cubas). Se ve que esta ciudad fundada ut placeat Deo et hominibus se empeña en cumplir con su lema y apenas recibe a un poeta del norte le ofrece el natural (para ellos) amparo de la lluvia. Por otra parte, también en las presentaciones de Sevilla y Salamanca le acompañó el agua. Íba con Marta Agudo y con Jordi por la plaza cuando se me escapó la frase políticamente incorrecta: era, sí, una noche perra. Eso debió afectar al ánimo de los lectores placentinos que se quedaron en casa y a lo calentito. Porque no era sólo la lluvia, que había estado cayendo inmisericorde todo el santo día, sino el frío, envuelto en el aire que venía de la cercana nevada piornalega. Un puñado de valientes, con todo, no se arredró. Y eso que ganamos. 
Estuvimos de acuerdo en dedicar la velada a la memoria de Ángel Campos Pámpano, porque era el octavo aniversario de su muerte y aún le queremos. A esa misma hora era recordado, como cada año, en su pueblo, San Vicente. Echamos de menos a Gonzalo y María José y deseamos al novelista Bayal suerte con el premio que al final ganó en Oviedo, el Tigre Juan. Como no pretendía ser un acto vulgar donde se echan flores a los amiguetes, defendí el lugar central de Doce en la poesía de nuestro tiempo, por su ejemplar trayectoria como poeta, traductor, ensayista y editor, entre otras tareas. Posición que ha venido a justificar del todo el magnífico libro que nos reunía, más que uno de los mejores del año. Tras el análisis crítico de la obra, tomó la palabra el protagonista que, además de comentar algo de lo dicho por uno y acerca del libro, leyó algunos poemas. Era la primera vez que asistía a un lectura suya de versos, o eso creo. Me gusta mucho cómo los lee y renuncié de inmediato, apenas empezó, a mi primera intención de decir en voz alta "Suceso", uno de los mejores poemas del conjunto. Ya que lo menciono, a ese poema le dedica en "Notas y agradecimientos" un texto que en su día se publicó en la revista Ínsula y que favorece su lectura. Algo que volví a apreciar no sin inquietud cuando fue comentando algún detalle o anécdota que se esconde detrás de otros, lo que abrió esos poemas a nuevas o más exactas interpretaciones que a mi modo de ver los enriquecían. Por eso me gustan las lecturas públicas con poeta de por medio. Supongo que para otros, incluidos algunos autores, esas explicaciones no deben producirse. En todo caso, porque no implican una limitación al libre entendimiento de quien lee, prefiero que el poeta se preste a descifrar algunas claves de lo escrito, como hizo al caso. Tras un breve diálogo entre quienes (sí) estábamos allí, nos fuimos a tomar algo al Ansano. La noche no estaba para exploraciones más profundas ni para rutas más largas. Eso lo dejamos para ayer, mientras Jordi y Marta iban Vera arriba camino de Madrid.