8.9.16

Querido diario

Avelino Fierro (Chozas de Arriba, localidad del municipio de Chozas de Abajo, León, 1956) publica en Eolas el segundo tomo de sus diarios, Ciudad de sombraYa comentamos aquí su primera entrega, Una habitación en Europa. Esta segunda viene precedida de un prólogo de José Luis García Martín, descubridor de Fierro en su revista Clarín. Insiste en calificarlos como cartas (titula su introducción "Unas cartas de amor" y allí leemos: "son más bien epistolarios") y cifra su éxito (comparable, a su modo, al de otro diarista, Iñaki Uriarte) en dos palabras: "curiosidad, cordialidad". Nos explica que "todo le interesa" y que tiene "talento como escritor" ya que "ha leído a los mejores y ha aprendido de ellos". Termina recalcando su amor a la literatura, esto es "una de las formas mejores de amor a la vida".
Sus lectores sabemos que este hombre sólo escribe los viernes por la tarde (cuanto más dure el atardecer, mejor) y que publica su entrega semanal en Tam Tam Press (done sus aforismos pajareros Juan Carlos Pajares), en su sección "Querido diario". Esos escritos van ilustrados con dibujos que hace él mismo, los que enriquecen el libro de Eolas.
Los textos que componen esta nueva recopilación son de los años 2013 y 2014. Cada fragmento (o anotación o carta) corresponde, casi siempre, a un asunto. Fruto de esa curiosidad que mencionábamos. Suelen comenzar casi siempre en esa habitación propia con ventana. No faltan los paseos a solas por León, su "ciudad de sombra", hacia las afueras o por el centro, camino de ninguna parte o al encuentro de otros en bares o librerías. Sí, Fierro es un solitario con una intensa vida social. Tampoco faltan los viajes por la provincia (pueblos, montañas), a Madrid o, también cortos, por algunas ciudades europeas (los hijos, sus estudios). A Polonia, por ejemplo, o a Portugal. "Yo no soy muy viajero", escribe (aunque le inviten a participar en unas jornadas sobre el tema a instancias del crítico Nicolás Miñambres), en uno de los capítulos (34, 39) que dedica a ese asunto, donde no falta su inevitable dosis de ironía.
Además de él mismo, fuente principal de estos diarios (sus enfermedades, sus preocupaciones, sus pensamientos, el trabajo...), aparece su mujer, Mar (impecable correctora de pruebas, lo que no obsta para que un par de veces aparezca Eugénio de Andrade sin la tilde en su nombre), sus hijos (Javier y Marta, dedicatarios de la obra), su nieta Libertad, sus amigos (entre ellos, escritores como Llamazares, Manilla, Azúa, G. Martín, Manolo 'Cerebro'...), etc.
Con todo, son sus lecturas, su condición de letraherido, ese "leer sin sosiego", "porque la lectura es una fuente inagotable de placer", lo que colma el interés, o eso supongo, de los lectores de estas páginas escritas como lo haría un poeta, según Tranströmer (de quien lee su correspondencia con Bly): eliminando lo innecesario. Sí, la poesía aquí es fundamental, como en la vida de Fierro. No sólo se ocupa de libros de versos -es un lector ecléctico y completo-, pero estos sostienen su andamiaje intelectual y dan tono y carácter a estos diarios de un permanente aspirante a poeta. Y que nadie piense que se acerca a ella sólo desde el entendimiento, digamos; así, en el capítulo que dedica a las lecturas públicas de los poetas. "Dejadme con la homeopatía de la poesía", dice.
Cafés, tertulias, bares, amigos, música, paseos, cocina, hospitales, presentaciones... Como la de su primer libro, que centra otro capítulo.
Un balance del intenso 2014 y una extensa conversación con Eloísa Otero abrochan esta nueva entrega de los diarios (o cartas) de Fierro de la que uno sale con ganas de volver a entrar, con el deseo de que sigan llegando nuevos mensajes. Y eso parece: porque este hombre sigue puntual a sus citas de los viernes y publicando lo que escribe en Tam Tam Press. "La vida y sus detalles". Que siga. 

Fierro en su biblioteca. Autorretrato.