30.3.16

JD

Ricardo Solís/LNE
Con la discreción y elegancia que le caracterizan (lo uno va con lo otro), Jordi Doce ha comunicado a sus compañeros del gremio editorial, a otros profesionales de la literatura como libreros e impresores, a periodistas culturales y críticos, además de a un puñado de amigos, que mañana deja su puesto de editor en Vaso Roto.
Añade que "han sido cerca de tres años muy intensos, de mucho aprendizaje, en los que he intentado contribuir al trabajo de la editorial con todo mi esfuerzo y mi experiencia. Me voy con el recuerdo de algunos colaboradores excepcionales y un puñado de títulos de los que me siento muy orgulloso". Termina su breve misiva anunciando que seguirá "trabajando como traductor y editor externo (también, de manera ocasional, para Vaso Roto), sin dejar la escritura y mis clases en el Hotel Kafka".
No me nubla el sentido de la amistad si afirmo que el sello hispanomexicano habrá de resentirse de esa pérdida. No estamos hablando de un profesional cualquiera ni vivimos en un país sobrado de personas tan capaces e inteligentes como Doce. Lo recordaba aquí atrás, muy oportunamente, Martín López-Vega
Lo importante, con todo, es que él sigue. Acaba de aparecer en Pre-Textos una nueva traducción suya: Autobiografía de rojo, de Anne Carson (una autora nada complaciente), y nueve poemas de El lunático, de Charles Simic, en el último número de Turia, un anticipo del libro del mismo título que verá la luz en VR; ha reunido poemas de 1990 a 2015 en Nada se pierde (Prensas de la Universidad de Zaragoza); ha publicado un ensayo sobre Canetti en la revista Quimera (donde se anuncia una entrevista que le ha hecho Álex Chico); sigue dando a conocer sus acerados y lúcidos aforismos en su blog y, por fin, en El Cultural pudimos leer, con motivo de la celebración del Día Mundial de la Poesía, un poema inédito, "Primer Acto", que da fe de su pujanza creativa. La vida sigue, sí. Uno le desea a Jordi en esta nueva etapa lo mejor, que es lo que de sobra se merece.