25.9.15

La Venecia de Gaya

José Muñoz Millanes, profesor, ensayista y traductor extremeño residente en Nueva York, publica en la colección de libros del Museo Ramón Gaya de Murcia el ensayo La Venecia de Ramón Gaya. Consta, en realidad, de dos textos: la conferencia que da título a la obra, que Millanes pronunció en la veneciana universidad de Ca'Foscari, y "Ramón Gaya y las ciudades", que apareció en Turia formando parte del homenaje al pintor que vio la luz en la revista turolense en 2010. 
Conociendo la minuciosidad con la que trabaja Millanes, el lector tiene asegurado mucho más que mera información de la estancia de Gaya en la famosa ciudad italiana. 
En Diario de un pintor, cuya primera edición agotada (según creo) publicó Pre-Textos en 1984 (hay una disponible en italiano entre las publicaciones del Museo), leemos: "Venecia es un lugar de pintura". Porque "la pintura viene del agua", como dejó dicho -recuerda María Zambrano- en El sentimiento de la pintura, y "Venecia es líquida". 
Millanes, que nos recuerda que Venecia es la "ciudad pictórica por excelencia", destaca que Gaya fue allí en 1952 no "a visitar esta ciudad, sino a tocarla". Fue para él "un refugio abierto, expuesto a la intemperie". "No sólo una ciudad, un lugar, sino una existencia". 
"En realidad, todos los pintores verdaderos son, fatalmente, venecianos", concluye el ensayista; Tiziano, por ejemplo, al que tanto elogió. O Velázquez, al que el murciano consagró uno de los libros más bonitos que uno ha leído. Ambos coprotagonizan este ensayo donde figuran, además, como invitados, Benjamin, Deleuze, Barthes, Nietzsche, Rosillo o la citada Zambrano, gran amiga de Gaya. Como ella, Millanes logra acercarse a su obra con una penetración que es al tiempo intelectual (por extensión, estamos ante un intenso tratado sobre el arte pictórico escrito por un verdadero conocedor) y afectiva, fruto de su admiración por la obra, por el mundo, del autor de Velázquez, pájaro solitario, un auténtico pintor-creador.
Más breve, "Ramón Gaya y las ciudades" nos permite reafirmar las virtudes de Millanes no sólo en su condición de estudioso de la vida y obra de Gaya, que fue un gran viajero ("Yo estoy siempre reclamado por otro sitio, aparte de aquel en que me encuentro"), sino en lo referente al tema de la ciudad en sí. Su visión es lúcida y por eso estas páginas están llenas de iluminaciones propias de un "paseante o contemplador", de un flâneur, que recorre las calles de cualquier lugar con plena conciencia de lo que hace.
Casualmente, en la última entrega de el museo (papeles de información del museo ramón gaya), correspondiente al primer semestre de 2015, publica Millanes un precioso artículo titulado "Ramón Gaya, hombre póstumo", por aquello de su nietzscheano carácter "intempestivo"; esto es, "un hombre en desacuerdo con su tiempo, un hombre que no se amolda a las simplificaciones del momento actual; que está desplazado, fuera de lugar, inasimilable". Alguien a quien descubrirán, en su verdadera dimensión, las generaciones futuras, cuando pasará de ser incomprendido a ser oído.