27.5.15

Libridinosos

¡A los libros!, como su blog, así ha titulado Daniel Heredia (Cádiz, 1971) un libro que publica La Isla de Siltolá donde se reúnen entrevistas publicadas en la mencionada bitácora con veinticinco personajes del mundo de las letras: catorce escritores, seis editores, tres agentes literarios, un encuadernador artístico (que en realidad son dos: los hermanos Galván) y un librero.
La lista completa de participantes se puede leer aquí, donde el propio Heredia explica también en qué consisten sus minuciosos cuestionarios. El libro que se abre con unas palabras de Charles Nodier: "Después del placer de poseer libros, no hay nada más dulce que el hablar de ellos". Y es verdad. Uno no ha leído las respuestas de todos. En el caso de los creadores, porque a algunos no los conozco. Es más, lo confieso, hay nombres que ni siquiera me sonaban. Sí he dado buena cuenta de las conversaciones, digamos (no son cara a cara), con Pilar Adón, Felipe Benítez Reyes, Juan Bonilla (un par de auténticos maestros del género), Luis Alberto de Cuenca, Benjamín Prado, Juan José Téllez (una de las más apasionantes, según creo) y David Trueba (una de las más insulsas). Y con Manuel Borrás (un sabio), Javier ‘Fórcola’ Jiménez (que sabe bien lo que quiere) y Javier Sánchez Menéndez (inventor de Siltolá, que no es poco). O con la agente Palmira Márquez y el librero Juan Manuel Fernández, al que nunca dejo de visitar cada verano en Cádiz, en su local de la plaza Manuel de Falla (nombre también de su santa casa), que asocio a mi amigo Fernando Pérez, con quien estuve allí una vez.
De esa interesante lectura ha sacado uno numerosas conclusiones. Entre las más anecdóticas, que la mayor parte de los entrevistados carece de exlibris y de ebook (y aseguran larga vida a la edición en papel), que tienen demasiados libros en casa (que, por cierto, algunos compran en la librería Rafael Alberti de Madrid, todo un modelo), que no saben definirse a sí mismos, que son reticentes con eso de enseñar a escribir, que no subrayan y anotan tanto como uno creía, que -en el caso de los escritores- casi todos dejan leer sus manuscritos a alguien antes de publicar o que, salvo Felipe Benítez, pueden escribir en cualquier parte. Se les puede aplicar a todos el neologismo inventado por José Manuel Benítez Ariza a partir de un comentario del librero Fernández acerca del "gusto que da rozarse con cajas que sabe uno que están llenas de libros": son libridinosos.  
Ha sido una buena idea, en fin, agrupar en forma de libro (de 552 páginas) estas charlas con profesionales de la literatura. A pesar, claro, de que el blog esté, siga estando ahí.