14.3.15

Peripoética

La lectrice soumise. Magritte
1. Después de años y años, di en pensar que todos los lectores de poesía se parecían. Y no. Lo nota uno cuando lee o escucha la opinión de algunos poetas, así como la de ciertos críticos y periodistas culturales por antonomasia (que diría un personaje de Amanece que no es poco) a los que les gustan los versos de poetas que a uno le suelen dejar indiferente. Bueno, no sé si se refieren a esos versos. Me temo que anteponen a sus autores. El vacuo personalismo abunda y la redundancia de nombrecitos y de nombrecitas cansa. El último que lo acaba de decir es el helenista Juan Manuel Macías: "es triste que se hable más de poetas que de poemas". En consecuencia, rectifico: cada lector es un mundo. Más si de poesía se trata.

2. No comprendo que se premie un libro por la ambición, dicen, del autor al escribirlo. En poesía (y en literatura) lo único que cuentan son los resultados y no las motivaciones, por elevadas que éstas sean. Ah, tampoco entiendo lo de "texto ambicioso". ¿Qué es eso? ¿El texto puede tener "ansia o deseo vehemente de algo"? De "poder, riquezas, dignidades o fama", si acaso, el autor. Y no en sentido figurado. Algunos, por lo menos. Los antes mencionados, por ejemplo.

3. He vuelto a comprobar (y van...) cómo reacciona el personal cuando uno opina. O critica, forma verbal, lo sé, de un verbo maldito; más en este país de liberales de pacotilla. A eso, hay que ser simple, le llaman "ladrar". ¿Y cuando se elogia? Manca finezza. Desazona -una mezcla de rabia y tristeza- que la gente reaccione así. Por más argumentos que esgrimas para demostrar lo evidente. Menos mal que, ya lo dije aquí atrás, uno sólo habla, y bien, de los libros que le gustan, que si no... Sin que por eso, añado de inmediato (no seamos simplistas, por no decir bobos), queramos dar a entender que cualquier obra que no se mencione en este rincón sea mala. Sólo puedo comentar lo que leo de aquello que me llega o compro, como es obvio. Y eso ni de broma es todo. Por suerte.

4. A veces no es tal o cual poesía la que se nos indigesta. La culpa es de las malas imitaciones (o no) de sus afanosos plagiarios.

5. Se vuelve a confirmar: en el país de los ciegos, el tuerto es rey.