11.1.15

La vie différente

La vida distinta (Pre-Textos), de José Carlos Llop (Mallorca, 1956) es el primer libro que compro y fecho en 2015. Le tenía ganas. Muchas ganas. Llop es uno de mis poetas favoritos. De mis autores favoritos, mejor. Cómo olvidar En la ciudad sumergida o Solsticio, por ejemplo, verdaderos hitos del narrador que es. 
El título de esta obra alude a Bordeaux (Burdeos, aunque él mantiene el topónimo en francés), donde estos últimos años, debido, cree uno, al éxito de sus novelas en el país vecino, ha pasado algunas temporadas. De esas estancias, más o menos prolongadas, pero en todo caso deslumbradoras e intensas, surge, ya digo, no sólo el rótulo, sino también buena parte de los versos del conjunto, en especial el largo poema "La vida distinta" en el que cuanto vengo diciendo, y mucho más, se plasma de manera (casi) perfecta.
Los poemas que le preceden tampoco están faltos de excelencia. Al revés. Hay poetas que van a menos y otros que van a más. Llop es de éstos. De tono discursivo y conversacional, narrativos más que líricos (aunque nada prosaicos, en ningún sentido), envuelven al lector y le conducen a un lugar donde la civilización, la elegancia, el arte y la cultura tienen su mejor asiento. Hay refinamiento sí, un mundo burgués (en su acepción menos peyorativa y más compleja: "Hemos conocido esta serenidad burguesa / en nuestras vidas"). Y culturalismo, como se decía antaño, pero asumido, no decorativo. Porque ante todo hay vida. Vida vivida de otra manera, distinta a la corriente, es cierto, pero no por eso, al menos para este lector, menos admirable. 
La muerte, una reflexión propia de alguien que no es "ni viejo aún, pero ya no joven" o "ni joven ya, ni mayor todavía", está muy presente. En la figura del padre (qué precioso poema) o del amigo muerto (el que abre el ciclo de "Carta de invierno": "J. S. B. (1949-2011)"). Y pues que de la muerte hablamos, confieso que uno iba leyendo y se decía: estos poemas me recuerdan un tono, el del Eliot de los Cuatro cuartetos. Más adelante, y en más de una ocasión, el propio Llop desvela una admiración que lo constata: "-de hecho, nunca olvido a Eliot-", escribe en "Cuarteto ruso", y "él es el pensamiento poético / del siglo". Y ya que lo menciono, he ahí otra presencia fundamental: la de los poetas rusos, la de la poesía rusa, la de Rusia. Más que una geografía, un estado de ánimo. Otro tono. 
Y está el amor ("Rising splendor") y Helena, a quien dedica el libro, luz que ilumina los versos finales de "la vida distinta". 
Me han gustado mucho poemas como "La tentación del geómetra", "Retrato" o "Jardines de Luxemburgo" (París es otro invitado imprescindible), donde el hombre anula al personaje. 
En la segunda parte, "Poesía social" se habla mucho de poetas y de poesía, del diarista Pepys (encima de la mesa espera el grueso volumen con sus anotaciones publicado por Renacimiento), los rusos, ya se mencionó (en el memorable "Cuarteto ruso" y en otro no menos importante: "Un día feliz", con Pasternak al fondo). Aflora, en fin, el Llop más moral, un poeta con valores, y no de ahora, cuando se impone la moda de la subversión y de la queja.  
Llega luego el poema que da título al libro (y que pudo titularse "Audevant de la vie", como la canción de Shostakovich), que confirma esa trayectoria ascendente de Llop a que antes me refería. Aquí de nuevo la enumeración de sitios, autores, obras de arte, calles, cafés, ciudades... Centrado en Bordeaux (no en vano se subtitula "La chanson de Bordeaux"), "île patricienne" al decir de Lambron, "símbolo perfecto de Europa, su aleph secreto", donde Llop, como en ningún otro lugar del mundo, encuentra "el don de la plenitud". Un "regalo de la madurez" que "me ha devuelto la juventud". Y allí, en Aquitania, Montaigne. Y Proust, que, dice el poeta, siempre está "cuando es la memoria el pentagrama donde se escribe". Y los españoles que pasaron por esa ciudad de exiliados: Moratín, Goya, Ferrater. Y Modiano, cómo no, aunque la presencia del último Nobel esté sobre todo en el tono, en la manera de escribir de Llop. En su poética, quiero decir, de la que el autor de Dans le café de la jeunesse perdue puede ser considerado uno de los maestros.
Rima mediante, en estos versos que copio a continuación creo que está encerrada la clave del poema y del libro: "La verdad / es el destino o el destino es la verdad, / y por vueltas que le demos / lo cierto es que no hay más."
Faltó este título en las dichosas listas de los mejores del año. Buena prueba de la fragilidad de esas enojosas nominaciones. Uno tiene claro, sin embargo, que estamos ante una obra cardinal, tanto en la ya larga carrera del palmesano (y ahora bordelés) como en la de la poesía española de este tiempo.