3.3.14

En el instituto

El de uno, el "Gabriel y Galán", donde hice COU durante el curso 1975-76, cuando murió Franco, y donde tan feliz fui después de diez años encerrado (como externo) en un colegio religioso donde aprender seguro que aprendí, pero de otra manera. Mi ilusión hubiera sido hacer el bachillerato de letras allí. Un imposible. Me tuve que contentar con ese año del que siempre destaco un hecho decisivo en mi vida: gracias a mi profesor de Literatura, Gerardo Rovira, por su ejemplo y por la pasión que ponía en lo que explicaba, me hice lector. Y hasta ahora. 
Pues bien, en el "Gabri", como le llaman, estuve el viernes, dentro del programa del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de España denominado "Encuentros Literarios en Institutos de Educación Secundaria", cuyo mayor misterio es que siga existiendo. Con chavales de 4º de la ESO, algunos de los cuales habían sido alumnos míos en Primaria, en el "Alfonso VIII", mi colegio.
A los saludos al equipo directivo y de algunas profesoras (a cuyos hijos tengo en clase), como María Jesús (a la que en la charla posterior cambié un apellido) y Marga, le siguió una larga entrevista en el despacho de la directora (uno de los periodistas, Álvaro, el hijo de Álvaro, mi librero favorito). A continuación, la lectura. Néstor Hervás, viejo amigo y compañero, organizador del invento, eligió el mejor sitio: la biblioteca. Mi primera biblioteca escolar, podría decir. (Decorada, como se ve en la imagen, para el carnaval.) Entre los presentadores, Jesús, un antiguo alumno que sigue siendo tan formal como era. Los poemas, de Plasencias, y un par inéditos. Detrás de uno, a lo grande, se iban proyectando las fotografías que ellos mismos habían tomado de algunos lugares que se menciona en esos versos. Rematamos el acto con un entretenido coloquio y la firma de ejemplares. Se portaron muy bien. Después, nos fuimos. Eran las dos y veinte, hora de salida. 
Como premio, N., en nombre del centro, me invitó a comer. Estuvimos los dos solos. Viernes, puente... La comida fue estupenda, como el vino, y la charla, memorable. Y eso que estamos conversando desde septiembre del 91, cuando nos conocimos en el patio del colegio de Galisteo. Como quien dice, ayer.
Le hubiera gustado a uno rematar la jornada asistiendo en La Puerta de Tannhäuser a la presentación de Treinta poemas de amor sin una canción desesperada, de Mónica Gabriel y Galán, sobrina del escritor José Antonio Gabriel y Galán y biznieta del poeta que da nombre a mi instituto. No pudo ser.