20.9.13

Se pierde la señal

No lo parece. El poeta catalán Joan Margarit (Sanaüja, comarca de la Segarra, Lleida, 1938) da a la imprenta una nueva obra (Visor) que se titula como esta entrada. Nuevo libro en castellano ("El castellà m'ofega i no lo odio" / "Me ahoga el castellano y no lo odio"), traducido por él, pues la primera edición en su lengua original es de 2012. 
D. Sam Abrams precisa en la nota de la contracubierta: "La poesía no es una cuestión mayoritariamente de los años de juventud", algo que demuestra la trayectoria de Margarit: ha publicado seis libros nuevos de poemas en la última década, de Joana al que comentamos. 
A mi amiga Isabel Sánchez le preocupa, como a tantos, que los lectores rara vez se acerquen a la poesía. Incluso los que forman parte de los clubes de lectura. Se pierde la señal, casi cualquier libro del autor de Casa de Misericordia, puede ser leído sin temor por el lector menos habituado a la poesía. Y será una lectura provechosa, no me cabe duda.
Aquí, como en el resto de su producción poética, nos encontramos con el poeta perplejo ante la poesía, "la primera lógica", su roca de Sísifo, "una forma de esperanza"; con su madre, la familia y los recuerdos de la infancia, con la inevitable Guerra Civil al fondo y la no menos hiriente postguerra (el miedo a su final marca, según él, a su generación, como explica en el "Epílogo"); con su mujer, compañera de tantos años, y su hija muerta, Joana, siempre presente; con la vida misma, a través de los años de juventud y madurez y, ahora, con los de la vejez, que avanza inexorable; con su profesión de arquitecto y sus metáforas vitales y creativas; con la cultura, que nos dignifica, ya sea en forma de construcción, de obra musical o pictórica, en prosa o verso ("de Chéjov y de Tolstoi aprendí / que nuestra salvación es explicarse. / Conocer el dolor de las palabras.") ...
Libro lleno de verdad, "objetivo profundo de la poesía"; escrito por alguien que cree que "la poesía es una herramienta para gestionar el dolor y la felicidad y, sobre todo sus vertientes ya domésticas, la tristeza y la alegría, una gestión de la que depende lo que se guarda de la vida pasada". 
"He sido un hombre práctico. / Brusco, fiel, solitario. Agradecido."

P. D. Le queda a este lector una pequeña duda patriótica: quién será ese "Baudelaire / ressec d'Extremadura" (ese "seco Baudelaire de Extremadura") que aparece en el poema "J. A. G. H.".