13.5.13

Cristalizaciones

Se lo decía la otra tarde por teléfono a Miguel Ángel Lama: si tuviera que elegir una palabra para definir la obra de Basilio Sánchez recurriría a coherencia. Su nuevo libro, el primero tras la publicación de su poesía reunida, Los bosques de la mirada (Calambur, 2010), lo vuelve a demostrar sobradamente. Ya dijo el poeta entonces que «esta recopilación de poemas no tiene la idea de despedida, sino de revisión de mi obra y de toma de conciencia de mi idea de poesía. Puede considerarse una forma de tomar impulso para seguir hacia adelante».
Por eso da gusto ver y leer la pulcra edición de Cristalizaciones, Premio Ciudad de Córdoba "Ricardo Molina" gracias a un jurado justo que presidió Pablo García Baena, que se incorpora al acreditado catálogo de Hiperión; ahora, si cabe, aún más solvente. Un catálogo, por cierto, al que se suman de golpe tres poetas extremeños. Además de BS, José Manuel Díez y Antonio Rivero Machina. 
La obra se divide en tres partes: "La noche desmantela las obras de los hombres", "Apenas nada" y "El carbón encendido", de 22, 23 y 22 poemas respectivamente. Poemas, acaso, más sueltos o independientes entre sí, que dan una impresión menos unitaria o de conjunto sin que el libro deje de estar ordenado en torno a unas pocas ideas que lo centran de manera magistral. La lucidez es una de las marcas de la casa.
Una de esas ideas, tal vez la más poderosa, se establece a partir de la anunciada reflexión sobre la propia poesía. Sobre el escribir o la escritura. "Antes de que comience / la vida del poema", nos viene a decir BS en "Teoría lingüística", nada existe: "nos miramos sin vernos, / nos llamamos a voces sin oírnos". "La escritura que dice lo que eres", anota en otro verso. O: "Lo que nos proporciona la escritura / es la tranquilidad de de vernos dentro / sin dejar de estar fuera". Y en otra parte: "Los poemas se escriben / para que caminemos sobre ellos". "Como el que está de paso", podríamos precisar.
De mis notas de lectura, saco las siguientes conclusiones. La primera, que BS es un poeta de la piedad y del consuelo, pendientes como pocos de lo que podríamos denominar, en el más amplio sentido, lo humano: "Soy el hombre de barro". O: "Lo humano del poema / restablece en nosotros una lámpara".
Su poesía es discursiva, apoyada en la reflexión y en el diálogo, con los demás y consigo mismo, meditativa. "Camino hacia lo hondo". Una poesía que respira naturalidad, que se adapta a un ritmo sosegante, que acompaña al lector sin abrumarlo: "Una forma de hablar".
Que se apoya, se sigue apoyando, en símbolos básicos: el bosque, los árboles, la casa, la luz... Que utiliza las palabras de los días laborables: "Cuando escribo soy un mozo de cuerda".
En este libro, BS me parece menos abstracto en lo espacial que otras veces. Las referencias, quiero decir, son más concretas. Se nombran ciudades, por ejemplo, y la propia, Cáceres, se vislumbra más claramente. Lo mismo ocurre con obras de arte o poetas, nombrados también.
Esta poesía piensa tanto como siente: "seguimos ocultándonos para temblar a solas". Es de preguntas más que de respuestas: "El poema convive con lo que desconoce".
Por su edad, también supongo que por su profesión (médico intensivista) una de sus meditaciones más frecuentes es sobre la muerte: "No es la muerte en sí misma / lo que te desconcierta, es su serenidad". O sobre la vejez, por ejemplo en el poema "Esperando a los bárbaros". Allí, "lo desmoronable", "lo frágil".
Por su carácter meditativo, poesía melancólica. De la mejor estirpe. No la de la queja o lastimera, por más "que ya es demasiado tarde para todo". A pesar de que "Solo somos felices cuando no lo sabemos". Cada poema, una herida. Con todo, una poesía que proyecta "la idea de una ventana, la ilusión de una puerta".
A pocos poetas, en fin, lee uno con la complicidad con la que lee a Basilio Sánchez, un tipo coherente, cuya poesía adopta en este libro una forma, sí, cristalina. En "Cartografía incompleta" encuentro unos versos que le dicen (y le desdicen) de manera "clara y precisa":

Cuando sale a la calle, ¿qué puede hacer un hombre
que es consciente de sus limitaciones
y que además escribe
ante la expectativa,
afianzada en la noche, de enfrentarse
de nuevo con lo inmenso, con lo que desconoce?
¿Quién puede mantener en lo que dice
la solvencia de sus significados?