20.2.13

Jarreando














Me encontré con él junto a la pasarela del Molino de la Pared Bien Hecha. Iba con el perrino. Mientras le adelantaba, me comentó que estaba muy desentrenado, que apenas había salido de casa durante el invierno y que ya estaba cansado. A partir de ahora, con la llegada del buen tiempo, caminaré más, dijo. No conozco al buen hombre de nada. Vamos, sólo de vista, como a tantos que pasean por el río después de comer. Cojea ostensiblemente. Es joven aún, si bien no lo parece. Hace unos días volví a coincidir con él. En territorio urbano, al lado del instituto Gabriel y Galán. No sé si llegó a reconocerme -no lo creo-, pero apenas me atisbó -uno iba deprisa, como siempre- el tipo empezó a agitar los brazos y exclamó a grito pelado: "¡Cómo jarrea! Y repitió: ¡Cómo jarrea! No hace falta señalar mi estupefacción por sus palabras, por amable y espontáneas que fueran. Menos mal que no había nadie por allí cerca. Qué entusiasmo, chico, ni que uno fuera deportista. El jarrea (versión castúa, ya se sabe, del arrea castellano) sonaba bien, alto y claro.
Ayer volví a encontrármelo. Enfrentede la Isla. Le adelanté. Iba jadeante, con el perrino, que tiraba de él. Entre resuellos, balbució: "Estoy desentrenao. Qué cansao voy. Me está costando un güevo". "Normal", dijo uno sin mirar atrás, y seguí veloz en dirección a la pasarela de San Juan.