6.6.12

La poesía de Hilario Barrero



















Tiene gracia que a uno le llegue desde el barrio neoyorkino de Brooklyn un libro que ha sido editado a 80 kilómetros de mi casa e impreso a 35. Me refiero a Libro de familia, de Hilario Barrero (Toledo, 1946), que reside en la ciudad norteamericana desde 1978, donde ejerce como profesor universitario y traductor, entre otras tareas. 
Agrupa poemas escritos en una década, de 2001 a 2011 y lo publica la desigual colección de poesía abeZetario de la Diputación de Cáceres. 
Conocía al Barrero diarista, pero no al poeta. O no como es debido. Para eso es necesario haber leído, por lo menos, uno de sus libros con atención y al completo. La experiencia ha sido del todo positiva. Empezó bien, por el prólogo, escrito por otro profesor que escribe, mi paisano José Muñoz Millanes, quien resuelve, con la solvencia que le caracteriza, algo más que un mero trámite. La vinculación de esta poesía a la de Lowell (el del memorable Life Studies), su carácter fotográfico, los retratos fisiognómicos de condición anglosajona que remiten a los de la famosa Antología de Spoon River (insertos en la segunda parte), la vitalidad (la del que se siente feliz y vivo y, al tiempo, es capaz de presentir la derrota y la muerte)... Luego, al enfrentarse con los poemas de una forma directa, lo anunciado se hace evidente. Poemas, por cierto, nada retóricos ni afectados, llenos de memoria y de vida, de episodios cotidianos, de experiencias estables o viajeras, que se leen sin querer gracias a esa difícil sencillez que el poeta se empeña en mantener, por cortesía, verso a verso. Poesía, la de Barrero, fibrosa, concisa, calculada, donde nada sobra. Sentimental en el mejor sentido. En la que uno, siguiendo el título del libro, encuentra la familiaridad precisa para darse por concernido en lo que allí se dice o pasa. Que cuenta más que canta. Agridulce, o melancólica, porque al placer de existir, que se celebra, le sucede la tristeza de cuanto acaba, que se lamenta. Sin aspavientos, eso sí. Ni en un sentido ni en otro. Con la deliberada elegancia adoptada por alguien que se limita a describir, con la natural intensidad, lo que ve pasar delante de sus ojos.
Si les pica la curiosidad, pueden leer el poema "Correspondencia" en el blog de Jesús Aparicio y "Zona WI-FI (Gran Café, Instituto esquina Munuza, Gijón)" en el de Carlos Gómez.