17.6.12

Burnside y el traductor

Ayer publicaba Babelia, del diario El País, una reseña de Conjeturas y esperanza, del escocés John Burnside. Estaba destacada, era bastante extensa, bien escrita y argumentada, y corría por cuenta del especialista en poesía inglesa del suplemento, el profesor y poeta Ángel Rupérez. La leí con interés, pues conozco el libro, admiro a su autor, aprecio a los editores y, para colmo, soy amigo del traductor. ¿Traductor? ¿Qué traductor? ¿Acaso lo hay? Por supuesto. ¿De quién es la culpa, si no, de que el crítico haya elogiado lo bien que escribe... Burnside en español? Más allá de la boutade, me resulta incomprensible la omisión de quien hace posible que el lector pueda leer los versos de ese excelente poeta, con independencia de su nivel de inglés (en este caso). Algo, por cierto, que tendrá que ver, supongo, con las palabras finales de la recensión de Rupérez: "La gran poesía inglesa de nuevo entre nosotros: una excelente noticia que todos los aficionados debemos celebrar".
El silencio sobre la sobresaliente tarea de Jordi Doce es inexplicable si tenemos en cuenta que el propio Rupérez es también traductor. Del mismo modo que los editores comprendieron hace tiempo la destacable misión del que traduce -por eso destacan su nombre incluso en la cubierta-, los críticos responsables deberían dedicar siquiera un párrafo de sus juicios a elogiar, como en esta ocasión, o a denostar, si fuera necesario, el trabajo del traductor. Labor callada y exigente, muy difícil si de poesía se trata, que merece, repito, ser ponderada. O cuando menos subrayada o reconocida, y no sólo en los títulos de crédito. Otros, por suerte, ya lo hacen.