7.5.12

Humo

Enrique Baltanás (Alcalá de Guadaíra, 1952) tiene hace tiempo acreditada su condición de poeta y de estudioso de la literatura (de los Machado, por ejemplo). Aunque ha publicado libros de prosas (es un consumado aforista), Paréntesis edita ahora, a los sesenta de su edad, su primera novela, A punto de dejarlo.
Julián Arjona, el protagonista, bibliotecario y separado, que va a alcanzar la cincuentena, decide dejar el tabaco y relata su último día de fumador. Ese domingo agobiante y solitario que pasa en su casa no deja de ser un viaje inmóvil, ya que, poco a poco, página a página, va dando cuenta de aspectos fundamentales de su vida pasada; en lo sustancial, la de un fumador empedernido.
Para colmo, su trabajo se desarrolla en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, lo que le permite al narrador, un tipo, entre otras cosas, cínico, melancólico, irónico y sentimental, ensayar sobre ese vicio "que te enseña a morir".
El libro, que denominaremos novela, como los editores y el autor, a falta, supongo, de otro nombre para ese género sin género (o esa suma de géneros), para esa narrativa que tiene que ver con el ensayo, ya se dijo, pero también con el diario; el libro, decía, tiene una trama frágil, muy poco novelesca. Vamos, que no hay intriga ni asesinato ni otras truculencias propias del género canónico más allá del contar mismo. Ocurren sucesos no muy distintos de los que puede gozar o sufrir cualquier mortal. Al fin y al cabo, como dice Julián, "toda vida es una novela". No vamos a desvelar esa delgada trama, con un giro final inesperado, pero sí podemos comentar que los personajes son escasos (Mayte, Norma, Salvador y poco más) y el protagonista, por eso, lo es en grado sumo.
A quienes seguimos a Baltanás a través de su blog y conocemos un poco al personaje que allí comparece no nos ha extrañado que en A punto de dejarlo se aluda al matrimonio (y a la separación: "La vida es triste y fea, como un divorcio"), a la religión (en concreto al catolicismo), a la enfermedad (peor que la muerte), a la educación (cuyo lamentable estado el profesor universitario conoce bien), a la literatura (Julián es un letraherido), a la política (y sus desengaños), a las mujeres (ese insondable misterio)... Hasta el punto de que Baltanás, parafraseando a Sthendal, podría decir: "Julián Arjona c'est moi".
Entretenida de leer, cercana, por lo que comenté antes a propósito de las vidas comunes y corrientes, cargada de un soterrado y negro humor, escrita con una prosa sobria, eficaz, sin alharacas, calculada en función de la historia, el relato no deja de ser también una novela generacional, razón de más para sentirse identificado con muchas de las peripecias y reflexiones de ese solitario fumador dispuesto a que su vida cambie.
Lo que no puedo imaginar es la lectura de un fumador en activo o de alguien que lo fue y dejó de serlo. Uno, rara avis, jamás ha fumado.