7.3.12

VIRGEN DE LA SALUD

                                     A Marina Gasparini

Subo junto a mi madre
por la calle Trujillo
y la lluvia es noticia
del otoño inminente.
De golpe, sin avisos,
las tardes de septiembre
-largas, anaranjadas-
dan paso a otras más dignas
de los meses del frío.
Lo recuerdo al leer
la evocación que haces
de una fiesta lejana
-Virgen de La Salute-
en la bella Venecia.
La de aquí es más temprana.
Inaugura estación,
aunque no sea el invierno.
En las dos la salud
es la excusa de muchos,
que la piden solícitos
por creencia o costumbre.
Aquí, como en aquélla,
se suben escalones
para alcanzar la gracia.
Se repiten, después,
dentro de la capilla
(que es parte de una puerta
de la vieja muralla)
letanías monótonas
que giran con las voces
de todos los presentes.
Ya fuera, bajo el arco,
mujeres con mandiles
venden dulces y frutas
-rosquillas, acerolas,
madroños y floretas -
mientras suena la música,
flautas y tamboriles.
Plasencia, sin embargo,
no huele a caramelo.

Foto: Joaquín Velázquez