18.9.11

Los de la Plaga leen

Juan Ramón Santos recordaba anoche la primera novela de Fernando Aramburu, Fuegos con limón, donde aparece un pintoresco grupo literario denominado La Placa, compuesto por jóvenes que aspiran a  poetas. Los de nuestra Plaga, subrayó el parecido fonético, ya se puede decir que lo son, por más que dos de ellos sea todavía inéditos. Lo pudimos apreciar ayer, a la caída de la tarde, en la placita de San Martín. Faltaron sillas y cuadernillos. Los organizadores no imaginaron que una lectura sabatina de poesía al aire libre iba a dar para tanto. Y lo dio. El escenario, algo imponente (por lo alto), estaba situado delante de algunas fachadas decrépitas. Tras las palabras de presentación de Juanra (al que Víctor Martín rebautizó luego como Juancar), fueron leyendo o recitando sus poemas, en riguroso orden alfabético. El primero, Álex Chico, que es también el mayor (del 80). Leyó con la seguridad de quien está a punto de ver su segundo libro impreso y nos emocionó con su recuerdo de Ángel Campos, a quien dedica un poema en esta nueva entrega. Uno, que ya ha leído Dimensión de la frontera, puede dar fe de que la poesía de Chico va a más. Su hermano José Manuel, estaba bastante más nervioso, como es normal en alguien nacido diez años después y con muy pocos poemas escritos aún. Fue, quizá por eso, el más breve de una velada, por suerte (nada peor que los excesos líricos), más bien corta. Francisco Fuentes fue más prolijo en la introducción. Hasta ese momento, los hermanos Chico Morales se habían limitado a agradecer a público y organizadores (no había autoridades) la feliz celebración del acto. Fuentes, sin embargo, había preparado un texto que era, a la vez, un poema y una poética, que leyó con convicción y muchas tablas, como el resto de poemas, cortos la mayoría, que recitó a continuación. No olvidó nombrar a su tío, el poeta Pérez Walias, presente en la plaza, con nuevo libro a punto de salir en La Isla de Siltolá.
Víctor Martín Iglesias fue el siguiente y, con su voz potente y el desenfado que le caracteriza, deleitó a familiares, amigos, paisanos y novia con su versos tristes y divertidos, con ese grado justo de dulzura y acidez que él sabe preparar. Al escuchar sus versos en voz alta, prueba de fuego de cualquier poema, comprobé una vez más que tiene un oído estupendo, algo natural si tenemos en cuenta su condición de músico.
Cerró la velada Víctor Peña Dacosta que dio muestras de su particular sentido del humor, de su afilada ironía y, cómo no, de su filológico dominio instrumental. Habrá que estar atentos a lo que este hombre nos pueda ofrecer en el futuro. Potencial y habilidades no le faltan. Nos leyó poemas de las dos líneas argumentales en las que trabaja: Trabajos de amor dispersos y Los papeles del divorcio. Lo sexual prevalece en poemas cargados de frescura y algo de provocación que debieron turbar, ya caída la noche, a más de uno (y de una: su novia, por ejemplo, al que estaba destinado el último).
Un éxito, en fin, esta nueva edición de EncontrArte, un proyecto que puso en marcha hace años Lidia Regidor, sentada ayer en la primera fila. Lo que empezó con una broma en este blog ha terminado en otra cosa bien distinta. Me alegro de que la pobre poesía siga paseándose por Plasencia como por su casa.