26.6.11

Gayga en Madrid

Así firmaba algunas reseñas (recuerdo la de La caja de plata, de Luis Alberto de Cuenca, por ejemplo) mi siempre extrañado amigo José Antonio Gabriel y Galán. Ya he traído aquí la noticia de la edición de su poesía reunida (1970-1990) bajo el título, tan apropiado para el jugador que fue, de Último naipe. Hace unos días me llegaba un e-mail del director de la Editora Regional de Extremadura en el que me invitaba a presentar la obra en la librería La Central del Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Después de sopesar la idea y de consultar a un par de amigos (que me recomendaron aceptar), dije que no. Porque la propuesta partió en realidad de su familia, Cecilia Alarcón y Francisco Gabriel y Galán, su viuda y uno de sus hermanos, les escribí a ellos. En la creencia de que eran los genuinos destinatarios de mis explicaciones. Los únicos a quienes se las debía. Eso no significa que otras personas que me conocen y aprecian, que también conocieron y apreciaron a José Antonio, no las merezcan también. Por eso escribo esta entrada, porque necesito explicarme en voz alta. Todo lo "alta" que este humilde rincón permite.
Empecé mi carta a Cecilia y Paco constatando la extrañeza por semejante ofrecimiento. Tres largos años de denso silencio se rompían de pronto y eso siempre asombra. ¿Por qué ahora? ¿Por la desbandada? ¿Ya no molesto? De otro lado, a pesar de que lo intente, no puedo volver a una casa de la que me echaron a patadas. Por dignidad, sencillamente. Soy humano.
Bien sé, les decía, que ni ellos ni José Antonio, esté donde esté (para mí, vivo y presente en ese libro), tienen la culpa, pero... No creo que se entendiera (yo tampoco) mi presencia en un acto institucional, aunque por allí no apareciese ningún cargo del penoso staff de la extinta consejería, según costumbre. Ya pasó en la reciente presentación de Capricho extremeño, de Trapiello, y eso que estaba anunciada.
Por lo demás, el tiempo para prepararla debidamente era demasiado breve. He dejado a propósito el libro de José Antonio para el verano, para leerlo con la calma debida y con tiempo por delante y en una semana resultaba imposible entrar en materia. Al menos como a uno le gustaría. Como José Antonio se merece.
Además, les expliqué que estamos a final de curso, con  mil  pequeñas tareas que atender en el trabajo. Por si eso fuera poco, hay asuntos familiares urgentes de los que también debo ocuparme. Un lío, en suma.
Siento no poder acompañar a su familia y a los lectores, antiguos y nuevos, de José Antonio en La Central el próximo día 29. Estas son mis razones. Ojalá les hayan parecido convincente a quienes me nominaron. y, más allá, a quienes han tenido la paciencia de leer este post. Me gustaría, en fin, haber estado por encima de "las secuelas y controversias (digamos) 'eréticas', más aún habiendo sido idea tuya recuperar dignamente este 'Último naipe'", como me dijo un buen amigo, pero, por ahora, eso no es posible. Algún día lo será.