28.1.11

Una anécdota

El poeta y profesor Antonio Carvajal me propone ir a leer poesía a la Cátedra Federico García Lorca de la Universidad de Granada. Tras unos días de inútil tanteo, declino la invitación, no sin antes agradecerle el detalle. Razones laborales, alego. Y es verdad. Me hubiera gustado volver de nuevo a esa hermosa ciudad que uno nunca se cansa de ver y que tantos asociamos a la poesía. Me hubiera encantado charlar con Antonio y con quien se había ofrecido a presentarme, el poeta Jesús García Calderón, fiscal en esas tierras. Y, cómo no, abrazar a mi hermano, que ahora vive allí, y a amigos como Vicente Sabido. Pero no: es imposible. A resignarse tocan.
El peso de mi falta -en rigor, de una mañana lectiva y poco más- sería asumido por mis compañeros, que tendrían que sustituirme en clase. Sí, todos lo hacemos cuando falta alguno, por la razón que sea. Hasta ahí, bien. Lo verdaderamente importante es que la inspección educativa no te concede un permiso ocasional para esto. Para viajar a Granada, tendría que haber solicitado uno de quince días por asuntos propios (sin sueldo) y eso, claro, no me lo puedo permitir. Ni soy rico ni, por otra parte, necesito un par de semanas. Si fuera novelista...
Hace ya casi once años que se planteó este asunto siendo Ibarra presidente autonómico. Ya lo he contado otras veces. Se enteró de que a Gonzalo Hidalgo Bayal no le habían dejado asistir a un acto importante que se celebraba en Barcelona. Fue en la inauguración del Congreso de Escritores Extremeños de Trujillo. La cuestión de fondo era, y sigue siendo, si eso no iba en demérito, no ya del escritor en cuestión, sino de Extremadura (de su marca o imagen, cabe puntualizar, eso que tanto preocupa a las autoridades), que no podría tener presentes a algunos de los suyos en foros de prestigio. Se propuso, a instancia de Alberto Oliart, la solución de las becas para escritores en la Universidad (aquí, según creo, un invento fallido) y así, durante un par de meses, unos cuantos privilegiados (autores dignos de tal nombre y lo contrario, que de todo ha habido), funcionarios de la enseñanza los más, han podido disponer de unos meses con cierta libertad de movimientos. Sigue sin servir esa medida para actos puntuales, que es lo normal. No sería complicado organizarse si tenemos en cuenta que estas cosas pasan muy de vez en cuando y que no hay tantos escritores "en busca y captura". También se podría estimar si la institución convocante es, como se apuntó, "de reconocido prestigio". Vamos, situaciones excepcionales que en poco o nada alterarían el curso natural de los acontecimientos.
Lo curioso, por decirlo de manera suave, es que no pocas veces las solicitudes vienen de centros educativos de la misma Consejería que te niega el permiso para atender estos quehaceres.
En fin, ya se dijo: a resignarse tocan. Irá otro. ¡Será por poetas! Uno, a currar. ¡Para versos estamos!