17.10.09

TSS

Estos últimos días del verano tardío he estado releyendo poemas de Tomás Sánchez Santiago, de su antología Cómo parar setenta pájaros. El libro se ha presentado en Valladolid y con ese motivo Amelia Gamoneda ha dicho que «Tomás Sánchez Santiago construye una poética que podríamos llamar de lo precario». Perfecto. Uno también lo ve (o lo lee) así: todo es fragilidad en ese mundo que el de Zamora traslada al lector. Hay sutileza. Y acercanza. Esto (una palabra que ha rescatado del baúl del diccionario perdido Fernando Valls) abunda. Hay que conocer a Tomás para comprenderlo del todo, por más que baste y sobre con leer sus versos, casi siempre al borde del precipicio, como todos nosotros.
Según las crónicas, Gamoneda afirmó que «Tomás es altamente representativo del valor de lo local y de lo provinciano en este mundo de globalidades. En él, el germen del valor de lo local está en la poética de lo precario y de la retracción. En esa poética 'negativa' que él maneja hacia la reversibilidad y la paradoja». Y uno no puede por menos que felicitarse por ese análisis lúcido y sensato y más aún, con permiso de Amelia, porque exista esa poesía que uno, cualquiera, puede leer para vivir.