13.12.08

De camino a Babadag

Como hago siempre, feché la compra de este libro el 9 de abril de este año. Recuerdo que lo empecé a leer con interés. Conocía a su autor, Andrzej Stasiuk, del que ya había leído Dukla y Mi Europa (todos en Acantilado). Por lo que fuera (qué difícil era casi todo hace unos meses), dejé la lectura para el verano. Tampoco pudo ser. En mi caso, el calor se lleva mal con cierta literatura. Con la más exigente, podría decir. El caso es que en pocos días he terminado lo que empecé y, además, con la sensación de que ha sido una de las experiencias lectoras más gratificantes de mi vida. El de Stasiuk no es un libro de viajes cualquiera, aunque básicamente lo es. Híbrido de muchas cosas -de la teoría política a la poesía, pasando por la filosofía y la antropología-, este Camino es sobre todo el relato de una pasión: la que Stasiuk, polaco de Varsovia, siente por paisajes y lugares de nombres impronunciables que, por más remotos y lejanos que parezcan, están situados en el corazón de Europa. Una pasión fría, tal vez. Llena de una densa y penetrante melancolía. Siempre por carreteras secundarias, abominando de las ciudades grandes y de las autopistas, el viajero llega (y nosotros con él) a lugares de Hungría, Rumanía, Albania (memorable su viaje a Shqiperia), Moldavia, Eslovaquia... donde el "presente dura desde siempre". "Países inevidentes", dice él, a los que va por "mi tendencia a la periferia, mi atracción por las provincias, el amor perverso a todo lo que se extingue, se pierde y se deteriora". "Elijo -confiesa- lo viejo".
Por eso su pasaporte tiene sellos de tantas fronteras. Stasiuk hace suyo el verso de Bishop: "Más delicados que los colores de los mapas de los historiadores son los colores de los cartógrafos". Cita, por si acaso, a Danilo Kiš quien, citando a Andersen, dejó escrito que "viajar es vivir". De eso se trata.
A pesar de que nada en el libro tiene desperdicio, me quedo con el extenso capítulo final, el que da título al volumen. Allí, por ejemplo, vuelve sobre una "obsesión": la de los gitanos, que él busca incansablemente en todos los sitios a los que va. "La Europa sin fronteras, concluye Stasiuk, es un sueño gitano".
En fin, un libro inagotable al que uno volverá, como cada poco regresa el autor a los lugares visitados para comprobar que siguen allí. Para saber, incluso, si existen.
Hago mía su frase, "describo el pasado y el espacio porque es lo único que hay" y me felicito porque haya editores que publican libros así. A los que, por cierto, les vendría muy bien un mapa.