30.1.18

Trazos del Salón: un balance

El pasado domingo se clausuró en el placentino Centro Cultural Las Claras Trazos del Salón. Una obra abierta, exposición en la que se han podido ver excelente obra nueva (salvo en un par de casos, por fallecimiento) de Albano, Alberto Pina, Andrés Talavero, Emilio Gañán, Hilario Bravo, Javier Fernández de Molina, Jesús Alonso, José Carmona, José Carralero, Julián Gómez, Manuel Mediavilla, Manuel Vilches, Mar Solís, Marta Maldonado, Miguel Galano, Morán Sociedad Artística, Núñez Arias, Ofelia García, Pedro Gamonal, Pedro Proença, Romeral, Santiago Morato, Teruhiro Ando, Tete Alejandre y Vega Ossorio, ganadores que fueron del concurso. 
En su origen, sí, la memoria del Salón de Otoño de Pintura de Plasencia y de su secuela, el Premio Internacional de Artes Plásticas Obra Abierta. Y, claro está, la reivindicación de los fondos del mencionado certamen, en poder de la Fundación Caja de Extremadura, para esta ciudad. Para que no sigan almacenados de cualquier manera y colgados o expuestos en cualquier parte. A su amparo se tendría que crear ese centro de arte contemporáneo que algunos placentinos, con el Ayuntamiento a la cabeza, conciben. Con la debida modestia, pero con sana ambición e ineludible criterio. 
Tras la conferencia inaugural del crítico de arte y presidente de AECA Tomás Paredes (que se centró en la historia del Salón, sin olvidar la rica historia de esta noble, leal y benéfica ciudad), la de clausura, impartida por la catedrática de Historia del Arte de la UEX María del Mar Lozano Bartolozzi (que ilustró a los asistentes con ejemplos e ideas sobre los nuevos contenedores, digamos, del arte, que habrá que tener muy en cuenta), y la mesa redonda que a uno le tocó moderar en torno a lo mismo y en la que tomaron la palabra Antonio (Franco (Director del MEIAC), María Jesús Manzanares (pintora), Antonio Morán (escultor) y Amparo Moroño (gestora cultural), cabe extraer algunas conclusiones.
Para empezar, destacaría el éxito de la convocatoria. La muestra ha sido visitada y a los actos ha acudido mucha gente. Más, confieso, de la que uno pudo, a priori, imaginar. No se me escapa que una buena parte de la culpa se debe al trabajo de Santiago Antón, alma del proyecto, y de Juan Ramón Santos, corresponsable de esta iniciativa. 
De cada una de estas actividades se pueden obtener lecciones razonables. De lo ya realizado y, lo que más importa, de lo mucho que queda por hacer. Como en la imagen creada por Salvador Retana, "confiamos en abrir puertas", en feliz expresión de Antón.
Sin despreciar ninguna aportación (incluidas las de quienes intervinieron al final de la mesa redonda), pues todas han sido sustanciales, acaso lo más práctico surja de lo escuchado a Franco y a Barlozzi. La experiencia es un grado, y a ellos les sobra. Los dos coincidieron en un hecho capital: la conexión portuguesa; pequeños pero importantes centros de arte en Elvas, Évora y Castelo Branco, ciudades de La Raya parecidas a la nuestra.
Al primero le debemos un bonito gesto: el ofrecimiento de fondos del MEIAC para una segunda exposición. Podrían organizarse también actos paralelos. Para demostrar que ni en el arte ni en la literatura las cosas son ya como antes. Que una librería o una biblioteca no puede contentarse con su función primigenia: la de vender libros y prestarlos, respectivamente. Del mismo modo que un museo no debe servir tan sólo para enseñar obras allí guardadas. Ni siquiera en el caso de una muestra temporal.
Eso ha faltado, por ejemplo, en la que nos ocupa: la proyección didáctica, otra de las claves de ésa y de cualquier actividad artística que se precie. No digamos de un centro de arte.
Me gustaría destacar también unas palabras del citado Santiago Antón, leídas en la conferencia de clausura: "Para que ese proyecto sea realizable, nos gustaría que quienes tienen la responsabilidad de gestionar los fondos artísticos del Salón de Otoño de Pintura y de Obra Abierta, no mantuvieran un tono imperturbable e impasible ante el asunto que nos ocupa y atendieran la petición de llegar a un acuerdo con las instituciones públicas. Un acuerdo por el que el Ayuntamiento de Plasencia ya ha manifestado su interés (estas jornadas son una buena muestra) y ha propuesto, nos consta, una mesa para el diálogo. Falta que la otra parte, la propietaria de la colección, la Fundación Bancaria Caja de Extremadura, vinculada a Liberbank, acepte la discusión del proyecto propuesto". Es evidente que si siguen dando la callada por respuesta (un silencio que roza, no me cabe duda, la mala educación), la empresa será aún más complicada. No son imprescindibles esos fondos, pero sí son deseables. Lo otro sería empezar desde la nada.
A esta situación se ha referido hace poco el viajero Alonso de la Torre, de paso por Plasencia, en su artículo "Cajas de Cáceres y Badajoz", porque no todo es visitar restaurantes y comer. Y porque está, como nosotros, contra el "arte de almacén".
Lo importante ahora, piensa uno, es sumar voluntades. La artista María Jesús Manzanares, pongo por caso, ya está en ello. La sociedad civil placentina (y la política), por encima de los platovi (por parafrasear al citado periodista cacereño: los placentinos-de-toda-la-vida), la más cosmopolita y menos alicorta y patriotera, debe hacer suyo este proyecto. Y, en consecuencia, defenderlo. No sólo en teoría, por supuesto. En esta ciudad monumental, edificios hay. Mientras, el alcalde tendrá que obtener alguna respuesta de la silenciosa Fundación que posee esos fondos. Al menos de los paisanos que están sentados allí. No está solo.
Continuará. 

22.1.18

La poesía de Antonio Cáceres

Antonio Cáceres (Madrid, 1960) es sin duda un poeta secreto. Los hay, excelentes, que lo son a pesar de haber publicado varios o incluso muchos libros y otros, como él, que sólo es autor de tres, lo que acentúa esa condición. Ni siquiera he logrado un retrato suyo en Internet cuando buscaba una ilustración para esta nota. 
Tras Vuelta de hoja (que ganó el premio Esquío), de 1992, y Lagar de San Antonio (que publicó en La Veleta, y no es casualidad, Trapiello), llega Tono menor. Aparece, y tampoco por accidente, en la colección de poesía que dirige José Mateos para Libros Canto y Cuento, patrocinada por la empresa DKW.
Se podría decir que lleva uno toda la vida detrás de la poesía de este autor y que sólo ahora, a la tercera, ha ido la vencida. Y no me ha defraudado. Al revés. Si hay algo en este libro es verdad, desde el título. Un verso dice: "una música antigua que es humilde". Podría resumir su poética. La propia de una poesía en sordina. De línea clara: Cuando el poema se oscurece / pomposamente, o sobran las palabras, / me recuerdan la máxima de claridad, limpieza. Donde la naturaleza civilizada -la del jardín de una casa de campo, por ejemplo- se puebla de flores, árboles y pájaros. Nada nuevo, sin duda, pero en poesía la novedad cuenta poco. Basta con ver algunas moderneces. Y digo ver, porque leer...
La melancolía tiñe estos poemas y no en vano uno se titula "Al cumplir cincuenta y tantos". Con todo, no es la tristeza lo que predomina, sino la celebración mesurada de la existencia, esa horaciana aurea mediocritas, el tópico de la "dorada medianía" que tan bien se inserta en el clasicismo de esto versos.
Sin ser Stevens, se pregunta no pocas veces el poeta por la poesía, uno de sus temas fundamentales. En "Primeros poemas", por ejemplo.
Hay también mucho de memoria. De recuerdos: "Ahora, como entonces", "Una casa a beira do mar", "La galería", "Del laurel de Trujillo", "Volver"...
Lo autobiográfico, digamos, está en el origen de estos versos. En "Despecho del tiempo", pongo por caso, un "autorretrato". Uno, el otro, el mismo.
Me ha gustado mucho el poema "En el Café Calisaya". O "Escondite en el reino". Y los de la segunda parte, muy breves, a los que se unen otros de la primera tan escuetos y certeros como esos. Uno dedicado a Gaya, otro al levante. Entre ellos, un par de canciones (de invierno y de agosto) que nos devuelven el gusto por lo popular y genuino.
Vaya como muestra del quehacer de Cáceres este soneto.

AL CUMPLIR CINCUENTA Y TANTOS

Sin darme cuenta, llega este cansancio
que no produce angustia. Estoy tranquilo
frente al fracaso más profundo y mío
que, si no es dulce, no es tampoco amargo. 

Ya no protesta el corazón cansado,
pero sigue doliendo su latido.
Constante su ebriedad, fiel a sí mismo,
aunque sin esperanza ni cuidado.

Pasa en vano la edad, los sueños ceden
a su visión que no refleja el mundo.
Y ahora sé que es justo que así sea. 

Y sé que esto es la vida: un brillo breve,
luz de un paisaje que se vuelve oscuro.
Que mis años se pierdan en la niebla.

20.1.18

Premios

PREMIO DE POESÍA "GABRIEL Y GALÁN"

La Casa-Museo "Gabriel y Galán" de Guijo de Granadilla (Cáceres) convoca el XXXIII Certamen regido por las siguientes bases:

1º Podrán optar al PREMIO DE POESÍA "GABRIEL Y GALÁN" todos los poetas de habla española que lo deseen, con originales inéditos escritos en Lengua Castellana o Dialecto Extremeño.

2º Los premios se distribuirán del siguiente modo: Primer Premio dotado con 600 € y Segundo Premio con 450 €.

3º Las composiciones serán de tema libre, EXTENSIÓN MÁXIMA DE CIENTO CINCUENTA VERSOS.

4º No podrán participar en el Certamen los poetas que hubieran obtenido el PRIMER PREMIO hasta que hayan transcurrido CINCO CONVOCATORIAS.

5º Los originales deben presentarse escritos a MÁQUINA/ORDENADOR, DOBLE ESPACIO Y POR CUADRUPLICADO. Se enviarán a la siguiente dirección:

CASA-MUSEO "GABRIEL Y GALÁN"
Plaza de España, 11. Tlf. 927439082 Fax 927439356
10665 GUIJO DE GRANADILLA (Cáceres). España.

6º El plazo de admisión de trabajos finalizará el día 20 de abril de 2018.

7º Cada autor podrá presentar un SOLO TRABAJO y no serán devueltos los que se reciban ni se mantendrá correspondencia sobre ellos.

8º Se utilizará, preceptivamente el sistema de "LEMA" y "PLICA".

Serán eliminados los poemas que permitan de alguna forma la identificación del autor.

9º El fallo del jurado será inapelable y se dará a conocer el segundo domingo de mayo en Guijo de Granadilla, con motivo de la Fiesta de Exaltación de la Poesía.

10º La Casa-Museo se reserva el derecho a la publicación de los trabajos presentados.

11º Cualquier duda en la interpretación de estas BASES será resuelta por el Jurado de forma inapelable.

12º El hecho de concurrir a este Premio supone la aceptación de estas Bases.

Guijo de Granadilla 16 de enero de 2018
CASA-MUSEO "GABRIEL Y GALÁN"


1. El IES ”Gabriel y Galán” de Plasencia, en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de dicha ciudad, convoca el XL Concurso Literario “Gerardo Rovira” para alumnos de Enseñanza Secundaria.

2. Las obras podrán ser presentadas en prosa o en verso, de tema libremente escogido.

a. Los textos en prosa no excederán los cuatro folios escritos por una cara en letra Arial 12, con una extensión máxima de 30 líneas por página.

b. Los textos de poesía no excederán los cien versos, escritos en las mismas condiciones que las recogidas para la prosa.

3. Los originales deberán ser presentados por triplicado, sin firmar y bajo seudónimo o lema. En sobre cerrado identificado con el lema y adjunto a los originales, constarán los datos personales del autor: nombre, edad, teléfono, email y centro educativo al que pertenece el concursante. También podrán presentarse mediante un archivo en formato PDF. El archivo tendrá por nombre el de la obra con la que se concursa y en él no aparecerá referencia alguna que sirva para identificar al autor. Si dicha obra resultase ganadora, se contestará a su correo de procedencia, informando de ello y solicitando los datos del autor, a saber: nombre, curso y centro educativo al que pertenece.

4. La cuantía de los premios será: PROSA, 150€ / VERSO, 150€. Si cualquiera de las dos modalidades se declarase desierta, su dotación se añadiría a la otra.

5. Los premios podrán ser declarados desiertos a petición del jurado.

6. El plazo de presentación de los trabajos finalizará el 31 de marzo de 2018 y serán entregados en la Secretaría del IES “Gabriel y Galán” en mano o por correo a la siguiente dirección:

IES “Gabriel y Galán”
Avda. Cañada Real, 1
10600 - Plasencia (Cáceres)

Caso de optar por el formato digital, la obra se enviará a “aventurasextraescolares@gmail.com”, desde una dirección de correo electrónico anónima, indicando en el asunto “Gerardo Rovira, poesía/prosa”. Para cualquier consulta, pueden dirigirse al teléfono del centro -927 01 77 88- o bien al email citado más arriba, indicando solo el motivo de la consulta y siempre de una forma anónima.

7. El fallo y entrega de premios se harán públicos en el mes de abril en un acto oficial del Instituto. El jurado lo compondrán profesores del Departamento de Lengua Castellana y Literatura de este centro, siendo Javier Negrete su presidente.

8. Todos los trabajos quedarán a disposición del IES “Gabriel y Galán”, que se reservará el derecho de publicar los que resulten premiados.

9. La participación en este concurso implica la aceptación de las bases del mismo.

Plasencia, Diciembre de 2017.

19.1.18

Melero, académico

El pasado 20 de diciembre de 2017, el bibliófilo José Luis Melero ingresó en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. El acto fue todo lo solemne que cabe al caso y el ilustre zaragozano aparece en las fotografías con el elegante atuendo y la cara de circunstancias que se esperan en un acontecimiento de esa categoría. Pero no es Melero, o eso intuye uno, que lo conoce de leídas, el hombre serio y circunspecto que vemos en esas imágenes y para demostrarlo basta con leer su discurso Una aproximación a la bibliofilia: los libros, la vida y la literatura. Lo que allí relata, porque este hombre es ante todo un gran conversador y el tono de su literatura conversacional; lo que allí relata, decía, está, en lo fundamental, recogido en sus libros, esas delicias del rigor y del saber que algunos hemos tenido la fortuna de degustar. Lo que pasa es que aquí, obligado por el género, lo cuenta de otra manera. Mil veces podríamos escucharlo sin cansarnos. Porque son anécdotas tan sustanciosas como divertidas y porque están espléndidamente escritas, con una pasión inteligente y contagiosa. A la erudición sobre los libros se le sobrepone la gracia de la literatura, la que sólo aflora en quienes, además de amarlos por su condición de objetos, que es la pulsión que predomina en quienes los coleccionan, extraen de su lectura las armas necesarias para expresar sus sentimientos y sus pensamientos. 
Está claro que para Melero vida y literatura son lo mismo y que el enlace entre ambas está en los libros. También que conoce muy bien a quienes los atesoran; gente, por lo demás, de variada condición, del personaje más atrabiliario al más ejemplar. De sus manías, sus tipos y sus actitudes habla Melero. Y de sus viudas. Y de sus sosias, los libreros ("Sin libreros no hay bibliófilos"). Y de bibliotecas y rarezas, tanto de ejemplares como de personas entregadas a esa "perversión mayoritariamente masculina". ¡Qué tropa!
El volumen, exquisita y clásicamente editado, incluye el discurso de contestación de Ramón Acín y el institucional del Presidente de la Real Academia, Domingo Buesa, que son, más allá del elogio, también dos excelentes disertaciones en defensa de la lectura y de los libros. 
En el último número de la revista Clarín se adelantan las respuestas de Melero al famoso Cuestionario Proust (que formarán parte del libro Cuestionarios Proust y Bolaño, de Ricardo Álamo). Allí cuenta que su mayor extravagancia (lo relata en su discurso) fue "decirle que no a Vargas Llosa cuando me pidió que le regalara la primera edición de su primer libro, que él entonces no conservaba y que yo le llevaba para que me la firmara". O que "Como lector enfermizo, lo que más me horroriza es pensar que un día no pueda ver para leer". Y concluye: "La vida sin libros no tendría sentido". 

Oliver Duch/El Heraldo


Trazos del Salón. Una obra abierta


Esta tarde, a las ocho, en Las Claras, tendrá lugar la mesa redonda ‘Un centro de arte contemporáneo en la periferia’. Allí estarán Antonio Franco, director del MEIAC; Amparo Moroño, gestora cultural; María Jesús Manzanares, artista y profesora; y Antonio Morán, escultor. A uno le tocará moderar. 
Son emocionantes estos primeros pasos de un proyecto que, acabe donde acabe, esta ciudad merece. Por lo conversado ayer en torno a unos tés y unos cafés, la cosa promete. 
El vídeo, por cierto, es obra del mayor impulsor del asunto, su alma (desde aquí oigo las risas): Santiago Antón. 

17.1.18

El discursino de San Fulgencio

Me quiso el azar placentino y nunca me he quejado de esa suerte, aunque, como en toda relación amorosa, la mía con mi ciudad natal haya tenido altibajos y más de una vez recurriera uno al clásico latino para entonar el “odi et amo”. 
“A mí me parece humana por demás la sensación tranquila de lo propio y familiar, que a nadie hace daño, que no se empina políticamente contra nadie, y que, combinada con la conciencia de la pérdida, ha dado en tantas partes del mundo excelente literatura”, dijo aquí atrás Fernando Aramburu, que tanto sabe de patrias. Y un “país posible”, un angosto refugio amurallado, mi precario cuarto del siroco, ha sido Plasencia para mí gracias a la poesía –ese consuelo–, desde el punto y hora en que concebí la idea de hacer “de este lugar un territorio”. Aspiré, con voz propia, a crear un mundo de palabras y su correlato objetivo (la “adecuación completa de lo externo a la emoción”, según Eliot) se llama Plasencia. O, mejor, Plasencias, como el título del libro que dediqué a las ciudades, que a mi modo de ver, encierra. En mis versos está el laberíntico trazado urbano que la caracteriza, con su bella monumentalidad, y el no menos hermoso paisaje natural de los valles y comarcas que la circundan, donde no falta el Jerte; “el río de mi aldea”, que diría Pessoa. 
¿Hay que partir? ¿Quedarse? Si puedes, quédate; parte si es necesario, escribió Baudelaire. Uno resistió, no sé con qué consecuencias. 
Ese reducto provincial (incluido por el pintor Gutiérrez-Solana en La España negra, áspero fresco del Novecientos), hecho sobre todo de memoria, aparece también en mis novelas, por más que uno haya pretendido –mera cuestión de carácter– ser poeta. 
Y en mis artículos, cabe añadir, no pocos centrados en mi periférica condición de “placentín”, bonito gentilicio que aún recoge el diccionario de la Española. 
Quise ir de lo local a lo universal, que siempre me ha parecido la senda más fiable hacia lo genuino. Para no ser un cosmopolita impostado. Convencido de que “una ciudad es todas las ciudades”. 
En ese viaje (con escalas en Gijón o Tánger), metáfora perfecta de la vida, me han acompañado los libros, la lectura, el trabajo complejo y gustoso que más y mejor me ha permitido “recordar lo olvidado y volver a lugares donde nunca estuvimos y vivir esas vidas que jamás viviremos”. 
Viaje en el que este solitario empedernido nunca se ha sentido solo. Ahí estaban los maestros, clásicos vivos casi siempre muertos. O no, por suerte. En mi caso, desde muy pronto, tuve a mano el ejemplo y la amistad de Gonzalo Hidalgo Bayal. “Tal vez no haya habido ni hay ni acaso habrá un escritor más importante vinculado a esta ciudad donde no nació”, dije acerca de él. Contra el “nihil admirari” horaciano, como Javier Cercas, “no tengo ninguna duda de que sin admirar a los buenos no hay forma de emularlos”. La obra bayaliana es indeleble y Murania otro nombre perdurable de este viejo rincón del fin de Europa. 
Mencioné la palabra maestro y no puedo evitar hacer alusión, en otro sentido, a mi oficio, quizá la mejor manera que tiene un ciudadano de contribuir al “esplendor” de su pueblo. Desde la instrucción pública, donde se aúnan, en nuestra mejor tradición pedagógica institucionista, la educación y la cultura. Desde mi plaza en el colegio “Alfonso VIII”, al pie –por ahora– de la muralla, en colaboración con mis competentes compañeros y en compañía de mis sucesivos alumnos.
Agradezco este premio al Excelentísimo Ayuntamiento que lo concede y, en particular, a quien lo inspira, el alcalde Fernando Pizarro, que, desde el principio, acertó a poner entre sus prioridades la Cultura; alguien que, en lo personal, en momentos sombríos, fue capaz de expresarme por carta lo que ningún otro político se atrevió a esclarecer. No lo olvido. En el próximo proyecto de esta ciudad –un centro de arte que rescate, cuando menos, los fondos del Salón de Otoño–, volveremos a bregar juntos. 
Felicito también al resto de premiados. Recuerdo con afecto a Juan Ramón Ferreira. Con Miriam Cobos compartí galardón, el de “Extremeño de HOY”, el año en que murió mi padre, el 2000, una curiosa coincidencia que ahora se repite.
Doy las gracias, en fin, por estar ahí –aquí–, a Yolanda, Leticia y Alberto. A mi madre y mis hermanos. Al resto de mi familia. A mis amigos. A mis estimados lectores y, cómo no, a todos ustedes.

Nota. La imagen está tomada del Instagram del alcalde Pizarro, a través de su muro de Facebook.

16.1.18

Eliot total en EC

T. S. Eliot.
Traductor José Luis Rey
Visor. Madrid, 2017. 1145 páginas. 

Desde que publicó La tierra baldía en 1922, annus mirabilis (el del Ulise Trilce) los lectores y la crítica reconocen a Thomas Stearns Eliot (1888-1965) como padre fundador de la poesía moderna. Había nacido estadounidense en Saint Louis, Missouri, en una familia acomodada. Tras pasar por las aulas de Harvard, viajó como dandy a París (para entonces ya había descubierto a los simbolistas gracias a la antología de Symons, en especial a Laforgue y su vers libre, del que se confesó “enganchado”) y Reino Unido, donde llegó en 1914 y residió el resto de su vida. Se nacionalizó británico en 1927. Se definió como “clásico en literatura, conservador en política y anglocatólico en religión”. En 1948 le concedieron el Nobel y su fama quedó consolidada. No sólo por su faceta de escritor, sino también por la de crítico, uno de los más influyentes y brillantes del siglo XX, y la de editor, en Faber & Faber, después de abandonar Lloyd’s Bank. Precisamente en esta editorial londinense se publica en 2015 The Poems of T. S. Eliot, donde sus editores, Christopher Ricks y Jim McCue, fijan el canon definitivo de la poesía eliotiana.
En España se hizo con los derechos Visor, que puso en manos de José Luis Rey la traducción de tan magna empresa. Ya antes se había enfrentado, también para la casa madrileña, con la poesía de Dickinson (tarea que dedicó, como esta, a su madre “que me enseñó inglés cuando era niño”). Continúa una larga lista de poetas traductores de Eliot que incluye a León Felipe (su versión de Los hombres huecos es de 1931, el año siguiente al de la primera edición española de La tierra baldía, de Ángel Flores), Muñoz Rojas (que lo trató en Londres), Vicente Gaos (de 1951 es la primera edición de sus Cuatro cuartetos), Agustí Bartra, Gil de Biedma (que vertió sus ensayos), Claudio Rodríguez (cuyas versiones permanecen inéditas), José María Valverde (que publicó a finales de los setenta en Alianza Poesías reunidas), José Emilio Pacheco (del que rescata, la misma editorial, su edición de Four Quartets), Esteban Pujals, Juan Malpartida, Jordi Doce, Felipe Benítez Reyes, Juan Bonilla… Aun no siendo poeta, es justo destacar las traducciones de Andreu Jaume.
El volumen bilingüe está estructurado de la siguiente manera: al breve pero elocuente prólogo de Rey, le siguen los libros y otros poemas en orden cronológico. Prufrock y otras observaciones (1917), Poemas (1920), La tierra baldía (1922), Los hombres huecos (1925), Miércoles de ceniza (1930), Poemas de Ariel, Poemas inacabados, Coriolano (1931), Poemas menores, Coros de ‘La Roca’, Cuatro cuartetos, Versos de ocasión y Poemas sueltos. Se incluye La tierra baldía: reconstrucción editorial, esto es, una versión del libro anterior a la poda que hizo en el original el poeta Ezra Pound.
Si importante es el corpus poético de Eliot (que los lectores españoles conocíamos sólo en parte), no le anda a la zaga, en lo que a esta ejemplar edición respecta, los Comentarios que le acompañan. Ocupan 433 páginas y recogen las apreciaciones del poeta sobre su obra tomadas de diversos libros, textos, artículos, testimonios, entrevistas y correspondencia. Es un festín, entre exhaustivo y abrumador, para los lectores, que encontrarán allí miles de claves acerca de sus versos, los de un poeta sin duda complejo, y otras tantas lecciones acerca de la poesía que muestran a las claras su perspicacia crítica. Y su absoluta modernidad, cabe añadir, pues que al tiempo que escribe sus poemas es capaz de reflexionar con lucidez sobre su labor.
De su ópera prima, Prufrock (como él la llamaba), tras una paciente espera de años y el incondicional apoyo de su “defensor”, el citado Pound (al que conoce en 1914), se vendieron 357 ejemplares. Vino después Poemas y, por fin, el libro que acaso mejor le describe y por el que, ya se dijo, consiguió un lugar principal en el parnaso. Las interpretaciones sobre ese permanentemente novedoso poema no han dejado de crecer. “Para mí supuso solo el alivio de una personal y totalmente insignificante queja contra la vida; no es más que un trozo de rítmico lamento”, atajó Eliot. Cualquier lector en lo primero que se fija cuando tiene en sus manos una nueva edición es en cómo se traduce el primer verso. Para Rey: “El mes más cruel es abril”.
De la importancia que tuvo Pound en la versión definitiva (que aquí se puede contrastar) ya se ha hablado bastante, así como de la pertinencia o no de las “Notas” que incluye. El asombro, sin embargo, no cesa. Su poética puede resumirse en esta frase: “Si uno quiere decir algo que no haya dicho antes, uno ha de encontrar una nueva manera de decirlo”. Y eso hizo. Consiguiendo, como quería, que un poema extenso sea “tan interesante como una historia detectivesca”. En aquel tiempo, ya había aprendido las reglas para poder romperlas, no buscaba la novedad ni intentaba hacer algo que ya se había hecho.
Eliot tuvo dos almas poéticas claramente representadas por sus dos libros más significativos: La tierra baldía y Cuatro cuartetos. No fue, así, el autor de un mismo libro. Si en el primero prima la experimentación y la búsqueda, en el segundo, según Malpartida y Doce, se expresa “el poeta del renacimiento cristiano”, más conservador, espiritual y meditativo.
En la poesía española contemporánea, los partidarios de uno u otro forman, digamos, dos frentes que no dejan de representar dos maneras distintas de concebir el hecho poético.
Aun reconociendo la absoluta maestría de estas obras, la elegancia eliotiana (que Rey consigue transmitir en castellano) está también en sus poemas menores (“Paisajes”), en sus versos de ocasión  (“Dedicatoria a mi mujer”) y en los sueltos (con poemas eróticos dignos de un puritano).
“No es un libro para cualquiera ni es un libro para leer, sino para hundirse y resucitar en él”, dijo Azúa de los cuartetos, algo que se me antoja extrapolable a este volumen, su “mundo completo”, un hito en la incesante recepción de la obra de Mr. Eliot en España.

Nota: Esta reseña del primer volumen de las poesías completas de Eliot se publicó en El Cultural el pasado viernes, 16 de enero.

15.1.18

Adiós a Pablo García Baena




















En Córdoba. Hace catorce años, en noviembre de 2004. Más que conocer al hombre -un regalo, sin duda, de la vida-, nuestra suerte ha sido poder leer su poesía y ésta no ha muerto con él
Se ha ido en silencio, a los 96, discretamente, cómo si no, el último de Cántico. Entrégame en tus labios, amor, muerte, tu edén, escribió al final de "Narciso". 

13.1.18

Una obra abierta

En el (re)surgimiento cultural que tuvo lugar en Extremadura a finales del siglo pasado, un hecho singular e inédito en una tierra tradicionalmente tomada por la incuria, se conjuraron, como es lógico, distintos factores. Por un lado, la recién estrenada Autonomía y la aprobación de su Estatuto. Y ahí, la presencia de un presidente y de unos gobiernos que situaron entre sus objetivos políticos fundamentales el desarrollo de la cultura en sus diferentes ámbitos. El de la lectura y las bibliotecas, por ejemplo, una prioridad entonces ineludible. O, ya en el territorio artístico, con la creación, pongamos por caso, del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC). Si bien lo público fue (y sigue siendo) garante de nuestro progreso en materia de cultura, no es menos cierto que, aunque pequeña, la iniciativa privada también ha contado (y cuenta) en esa paulatina transformación, ralentizada en los últimos años a consecuencia de la crisis, sin duda, pero también por un cambio de perspectiva en lo que a las preferencias respecta. No deja de ser loable que en una región pobre, y no sólo en lo material, se haya trabajado con tanta firmeza a favor de la cultura.
Uno de los proyectos que contribuyó a consolidar en el resto de España nuestra normalización cultural surgió aquí, en Plasencia, una pequeña y levítica ciudad de provincias, de la mano de una de aquellas Cajas de Ahorros y Monte de Piedad de feliz memoria, con el mismo nombre del lugar donde nació, reconvertida más tarde en Caja de Extremadura. Me refiero al Salón de Otoño, que toma su rótulo del famoso Salon d'Automne fundado en París por el belga Jourdain en 1903 y que dos años más tarde conseguía su primer éxito gracias a una exposición que dio a conocer el fauvismo; un ismo con Matisse a la cabeza. Más allá del guiño histórico, sin pretensiones y con la debida modestia, el Salón placentino fue creciendo desde lo local hasta lo universal, que es el camino que suelen tomar las empresas destinadas a permanecer en el tiempo. Dije humildad, algo que no está reñido, téngase en cuenta, con la necesaria ambición que, como a nadie se le oculta, debe estar basada en el rigor. Y en el criterio, claro está. Para llevar a cabo sus fines, y porque el formato del Salón era de concurso, los competentes organizadores (con Santiago Antón al frente) contaron con sucesivos jurados que fortalecieron su prestigio y supieron seleccionar excelentes obras ganadoras. Nombradía avalada con una generosa dotación económica, tanto para premiar las citadas obras como para adquirir otras que, si bien no consiguieron la más alta distinción, sí gozaban de la calidad necesaria. Este es un asunto capital a la hora de comprender el alcance de cuanto ahora se pretende con la creación de un Centro de Arte Contemporáneo en el que, además de reunirse los fondos a que aludo (propiedad de la Fundación Bancaria de la antigua Caja, ahora Liberbank) en una exposición permanente, se persigue impulsar el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, de la pintura a la escultura pasando por el vídeo o la fotografía. Defienden sus promotores, que su función principal no será, en consecuencia, “la de legitimar obras o artistas ni, tampoco, la de hacer o adelantar el juicio de la historia, pues lo que distingue a este tipo de centros de los museos es su irrenunciable tarea de incentivar y difundir la creatividad artística de nuestro tiempo. Ni un museo ni, menos aún, un centro de arte contemporáneo se deben concebir como meros contenedores de obras de arte, sino lugares de producción y generación de propuestas de creadores actuales como de investigación y estudio de las prácticas artísticas contemporáneas. Es, pues, necesario un concepto dinámico de museo basado en el tejido social que lo sustenta, comprometido con la información y la educación sobre los lenguajes y discursos contemporáneos, y que esté en continua comunicación con otros tipos de instituciones culturales”. Este trayecto habrá de ir otra vez de lo particular, Plasencia (de ahí la importancia de que sea el Ayuntamiento de la ciudad quien, tras un primer impulso de la sociedad civil, tome las riendas), hasta lo general, sin poner límites o fronteras a este concepto. Si por algo se caracteriza el arte moderno es por su condición de “abierto”, en el sentido que dio al término Umberto Eco en su libro Opera aperta. Obra abierta, sí, porque las interpretaciones de ese cuadro, escultura o imagen son múltiples, tanto o más para el espectador que la contempla que para quien la concibió, bajo una determinada concepción, en origen. “La obra de arte es un mensaje fundamentalmente ambiguo, una pluralidad de significados que conviven en un solo significante”, escribió Eco. “Obra abierta como proposición de un campo de posibilidades interpretativas, como configuración de estímulos dotados de una sustancial indeterminación, de modo que el usuario se vea inducido a una serie de lecturas siempre variables”. Y seguía: “De aquí la posibilidad –por parte del usuario– de escoger las propias orientaciones y los propios vínculos, las perspectivas privilegiadas por elección, y entrever, en el fondo de la configuración individual, las demás identificaciones posibles. (…) De aquí la función de un arte abierto como metáfora epistemológica: en un mundo en el cual la discontinuidad de los fenómenos puso en crisis la posibilidad de una imagen unitaria y definitiva, ésta sugiere un modo de ver aquello en que se vive, y, viéndolo, aceptarlo, integrarlo a la propia sensibilidad”.
Como se destaca en el proyecto concebido por Santiago Antón, Julio Pérez, Sebastián Redero, Gonzalo Sánchez-Rodrigo, Esther Sánchez y Juan Ramón Santos, la creación del Centro de Arte Contemporáneo de Plasencia dotaría a esta ciudad de un espacio cultural “donde se expondría de forma permanente una colección de fondos artísticos procedentes de la Fundación Bancaria Caja de Extremadura. Se favorecería, además, una actividad multidisciplinar en torno a las artes plásticas y el acceso a las nuevas formas de expresión artística, completándose con exposiciones temporales e individuales. La programación sería transversal e integrada dirigida a todos los públicos para conectar con los visitantes y, por encima de todo, crear y fomentar hábitos de consumo cultural, un reto difícil y a largo plazo”. Para ello, se propiciaría la promoción y organización de actividades paralelas, entre ellas un programa educativo, talleres, cursos y jornadas de debate, así como la apertura de una biblioteca-centro de documentación.
Resulta chocante que entre la ciudad de Cáceres, donde se ubica el Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear, y la de Salamanca, donde está el DA2 (Domus Artium 2002), no haya ningún centro de arte contemporáneo digno de mención. Más si tenemos en cuenta la extensa vocación cultural de la ciudad del Jerte. 
Con no ser poco, la exposición Trazos del Salón. Una obra abierta pretende ser mucho más que la simple muestra de unas obras dignas de ser disfrutadas. Aspira a poner la primera piedra de un edificio artístico basado en la excelencia. A echar redes. A abrir una de esas simbólicas puertas que a uno se le antojan dibujadas por Salvador Retana en el logo del proyecto. Un Centro en la periferia, que hace mucho que dejó de ser esa parte alejada donde reina el desierto.

Nota: Este texto figura en el catálogo de la exposición Trazos del Salón. Una obra abierta que se inauguró ayer con gran afluencia de público y que puede ser visitada hasta el 28 de enero en el claustro alto del Centro Cultural Las Claras de Plasencia. 

12.1.18

Ángel González, 10 años

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El Cultural rinde homenaje al poeta Ángel González en el décimo aniversario de su muerte. Para ello han pedido a algunos poetas que escojan su poema preferido, lo lean (se pueden escuchar, claro, esas grabaciones) y lo comenten. El resultado se titula "9 voces para Ángel González". La selección se publica en la página web de la revista, no en papel, así como un artículo que me pidieron para la ocasión y que he titulado como el famoso verso del autor de Palabra sobre palabra, "Para que yo me llame Ángel González" (el poema elegido por Raquel Lanseros).

Se cumple, ay, el décimo aniversario de la muerte de Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008) y, contra todo pronóstico, tenemos la sensación de que ni él ni su poesía ha pasado por el acostumbrado trámite del purgatorio, ese silencio ominoso en el que suele incurrir cualquier poeta una vez muerto. Tal vez porque vuelven a correr tiempos de lírica clara (“Para mí la poesía no es oscuridad, sino todo lo contrario: claridad, significación potenciada”). O porque la suya es tan intemporal como la de cualquier clásico.
Sus amigos, quienes le trataron (fue un hombre propenso a la amistad), lo recuerdan como melancólico, triste y hasta pesimista, pero al mismo tiempo, paradójicamente, alegre y vital. “Nunca he conocido a un poeta que se pareciera tanto a sus poemas como Ángel González”, dijo Luis Muñoz, quien añadía: “Había en él la misma proporción de dignidad y sencillez, de humor y de pudor, de inteligencia y despojamiento que en sus poemas, un equilibrio difícil, como todos los equilibrios, que él llevaba con naturalidad y con una especie de vitalismo escéptico”. No debió resultarle sencillo remontar la memoria de un niño que pierde a su padre a los dos años, a un hermano fusilado en la Guerra Civil (que mandó al exilio a otro) y a una hermana, Maruja, represaliada por lo mismo y destinada a Páramo del Sil, un pueblo perdido en la montaña leonesa del Bierzo donde el poeta convaleció de una tuberculosis, lo que está en el origen de su vocación poética. Al lado, en la aldea de Primout, llegó a ejercer fugazmente como maestro de escuela (había estudiado Derecho y Magisterio, una tradición familiar). A su lado, es verdad, siempre estuvo su madre, María Muñiz, a la que dedicó “Primera evocación”, que empieza: Recuerdo bien a mi madre. / Tenía miedo del viento…
Tampoco sería fácil compaginar su labor literaria con la de funcionario del Ministerio de Obras Públicas, donde trabajó desde 1954 hasta 1972. Un año después, eso sí, daba un salto decisivo en su vida y se marchaba a enseñar a Albuquerque, en Nuevo Méjico, Estados Unidos, de donde iba y venía en sus últimos años, hasta que el corazón dijo basta. 
Como a Luis Landero y Félix Grande, le tentó la guitarra (no flamenca), un instrumento de lo más adecuado para alguien al que le gusta cantar (boleros y rancheras, por ejemplo) y, tanto o más, el alcohol, el tabaco y la noche. Su excepcional generación, la del 50, ha pasado a la historia como una de las más bebedoras de cuantas se recuerdan. A ellos (Gil de Biedma, Barral, Goytisolo, Claudio Rodríguez, Caballero Bonald, etc., los de la famosa fotografía del 59 en Collioure) les unía no sólo esa afición, sino también similares ideas políticas y literarias. Porque Franco gobernaba, le tocó practicar una “poesía crítica”, como él denominaba a la “social”, donde nunca faltó el imprescindible rigor. Se ayudaba de la ironía, arma de la inteligencia llamada a neutralizar la indeseable solemnidad. Tomó como maestro a Machado (“Esta idea de conjugar la intimidad con la Historia, el conocimiento del yo con la reflexión colectiva, lo privado con lo público, es el principal nexo de unión entre la poética de Ángel González y la de Antonio Machado”, según Xelo Candel). Y a César Vallejo. Y ya que hablamos de maestros, bueno será mencionar la influencia que tuvo en la Generación de los 80 o de la Democracia, la de sus nietos (fue santo tutelar de los poetas de la experiencia), y lo duro que fue (en un artículo publicado en Cuadernos del Norte, pongo por caso) con los Novísimos, sus hijos. Que el poeta Aníbal Núñez, uno de estos, le tuviera en un altar siempre me pareció, por cierto, un hecho significativo.
Y todo para construir –que es lo que importa, por lo que sigue vivo– una poesía de tono cercano y coloquial (“leer es conversar”), narrativa, natural y clara. Dijo una vez: “En el fondo, la poesía no es más que una forma de decir, una peculiar manera de hablar”. Y, citando a Miłosz: “La poesía es una apasionada persecución de lo real”.
Sus versos están reunidos en Palabra sobre palabra, que publicó Seix Barral en 2005, aunque luego llegara Nada grave, obra póstuma de 2008. Allí están, entre otros, sus libros Sin esperanza, con convencimiento, Tratado de urbanismo, Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan y Otoños y otras luces.
No fue un hombre de premios, por más que su ópera prima obtuviera un accésit del Adonais y le concedieran galardones tan notables como el Príncipe de Asturias o el Reina Sofía. Mereció el Cervantes.

11.1.18

Una exposición (y más)


Tanto el diario HOY como El Periódico Extremadura se hacen eco de la noticia. También la Cadena SER. Una estupenda noticia, por cierto, no sólo para los placentinos y para Plasencia. Algunos esperamos que sea el primer paso para conseguir el Centro de Arte Contemporáneo que esta ciudad necesita y merece, a partir de los fondos del antiguo Salón de Otoño y de su secuela, Obra Abierta. Fondos que, conviene recordar, obran en poder de la Fundación Caja de Extremadura. Pronto publicaré aquí el texto que he escrito para el catálogo.

9.1.18

Aramburu dixit

EFE
"Yo también, como Camus y como tantos otros, soy en el fondo un cristiano de la vida cotidiana, uno que sin creer en Dios, convencido de lo absurdo de la existencia, aún confía en la hermandad de los hombres y en el hecho de que la bondad es una forma de la sabiduría y no necesita, por tanto, de recompensas finales, puesto que ella misma ya es el premio".
"La escritura, junto con la lectura, sostiene mi vida".
"Yo escribo en cualquier lado. El otro día me levanté un artículo completo en la vuelta de Nueva York a Fráncfort: me pido un vino tinto, saco mi ordenador diminuto y me aíslo de todo; ya puede haber turbulencias, que yo saco mi porción de trabajo. Me acostumbré cuando me dedicaba a la docencia; entonces no disponía de todo el tiempo para escribir y aprovechaba los ratos sueltos. He desarrollado esa técnica para aislarme por mucho ruido que haya".
Estas palabras han sido tomadas de un artículo de Juan Cruz (El País) y de una conversación del escritor vasco con P. Unamuno (El Mundo). Cobran más sentido tras conocer que Aramburu está a punto de publicar un nuevo libro (sale a la venta el día del cumpleaños de Y., el 27 de febrero), Autorretrato sin mí, donde se mezclan la autobiografía y la prosa poética, de ahí que vaya a aparecer en la colección Nuevos Textos Sagrados de Tusquets. Una feliz noticia.

7.1.18

Balance

El Periódico
Que las vacaciones, duren poco o mucho, se pasan volando es un tópico que no hace falta comentar. Ni es preciso ser Bergson para darse cuenta. Las de uno han sido, en general, apacibles. Por navideñas, sujetas a los lugares comunes que todos conocemos. Que gozamos y sufrimos, quiero decir. Familiares, amistosos, gastronómicos, afectivos... Mis propósitos lectores, por ejemplo, han quedado en poco. Al final, entre brumas y veras, que diría el otro, he disfrutado con unos pocos libros. Así, las dos últimas entregas de Palabra de HonorUn asombroso invierno, del mejor Joan Margarit (con poema dedicado al extremeño José Antonio González-Haba y un puñado de versos de amor, desde la senectud, memorables) y A puerta cerrada, de Luis García Montero, donde el lobo se convierte en inquietante presencia simbólica; Dibujar una isla, de Verónica Aranda (Los Versos de Cordelia), un precioso e intenso viaje por Grecia donde la luz lo mismo ilumina el deseo que el desamor, el mar que el paisaje; Del fruto que arde, de Luis Llorente, en La Garúa, en el que el poeta segoviano ahonda su discurso meditativo y se confirma como uno de los poetas jóvenes más interesantes del panorama; y Fragmento para un réquiem, de Alberto da Costa e Silva, un espléndido poeta brasileño que nos descubre el también diplomático Luis María Marina, un hombre empeñado, ya se ve, en trazar un raro canon, tan personal como certero, de la poesía en portugués. También me ha acompañado, y aún sigue haciéndolo, Curvas de nivel, de Jordi Doce. La Isla de Siltolá ha tenido el acierto de reeditar este libro de 2005 que ahora, debidamente ampliado, reúne artículos -escritos entre 1997 y 2017- donde la crítica y el análisis se complementan con el diario y la crónica. De sus años ingleses (fue corresponsal, un decir, de la revista Cuadernos Hispanoamericanos). Incluye, además, una amplia galería de retratos de autores y enjundiosos textos y breves ensayos en los que Doce vuelve a demostrar su capacidad de indagación, su lucidez y su inteligencia en materia literaria. Una obra, sí, necesaria que completa su labor poética, aforística y de traducción. 
Pero no todo ha sido leer. Precisamente porque estaba uno saturado de lecturas he visto algunas películas que tenía pendientes. Paterson, pongo por caso, que no me ha decepcionado (poesía sobre la poesía con William Carlos Williams al fondo), Nebraska, Lady Macbeth, un par de Woody Allen (entre ellas, Irrational Man)... 
El deseo de Yolanda por ver la iluminación de Guadalupe (premiada por Ferrero Rocher) y la de mi hijo Alberto por comer de nuevo las sabrosas morcillas del lugar nos llevaron a los tres hasta ese bello y remoto rincón de Extremadura. Cuesta llegar, a qué negarlo, pero a uno no le cansa volver. Ni mirar una y mil veces el monasterio con aires de fortaleza donde se conservan, entre otras maravillas, obras de Zurbarán
Árbol del Monasterio
Nuestro amigo Nica ya nos había recomendado comer en la Hospedería, y bien que hizo. Allí coincidimos con la numerosa familia de los Fernández Gómez (de Ibahernando, primos de los Cercas), que acostumbran a celebrar una multitudinaria comida navideña en ese afamado restaurante. Saludé a Chano al tiempo que me llegaban desde Plasencia noticias de un buen amigo común: Josemari Lama. Una de sus hermanas, a nuestros postres, me invitó a dedicar en un modesto trozo de papel algunas palabras a los suyos, para su colección de recuerdos, trámite que cumplí como mejor pude entre la gratitud y el sofoco.
Tras algunos paseos (bajo la lluvia) y unos cafés en el Parador (donde volvimos a recordar otra estancia, aquella con nuestro añorado Castelo), acudimos a la plaza para asistir al esperado momento del encendido que nos pilló a todos con un ¡oh! en la boca. Calle abajo, bajo el Arco de Sevilla, nos encontramos con nuestro querido paisano Urbano García, director de la televisión extremeña. Nos explicó que estaban a la espera de grabar en ese mismo sitio el Mensaje de Fin de Año del presidente Vara. Alguna perla del discursino (que suelta, nos explicaron, de memoria) ha dado bastante que hablar. 
Al día siguiente, el 29, presentamos en la hospitalaria Puerta de Tannhäuser la antología ilustrada de la Editora. Con el dibujante Esteban Navarro y Ramón Parejo, codirector de la colección "El Pirata". No conocía a Navarro en persona (su parecido con su padre era sorprendente) y bien podría haber conducido aquello él solo. Quiero decir que su locuacidad, su manejo del escenario, su conocimiento de la materia y algunas virtudes más que le adornan hubieran bastado. Con todo, tanto Parejo como yo (bastante cohibido, lo confieso) dijimos algunas cosas. Él de la colección y las sanas intenciones de acercar la poesía a los más jóvenes (escolares incluso) y uno ponderando el trabajo del ilustrador (línea clara sobre línea clara: sus dibujos y mis poemas) y leyendo unos cuantos del conjunto (que Navarro se ocupó de que fueran debidamente jaleados por el público). Público formado por Yolanda y mis hijos (amén de Carlitos, uno más), familiares (mi hermano Fernando, mi primo Luisra y Flor, mi cuñado Rolando, mis queridos parientes Paco y Marci...), amigos (no nombro a ninguno para no olvidar a nadie), compañeros (Javier, Mireya), el alcalde Pizarro y dos concejales (Marisa Bermejo y José Antonio Hernández, un habitual de La Puerta), conocidos, saludados... Ah, y la poeta Irene Sánchez Carrón, que ya está corrigiendo las pruebas de nuevo, esperado libro. Echamos de menos a María José y Gonzalo, que, como buen matrimonio, se pillaron la fastidiosa gripe estacional al unísono. Habrá que ir tramitando la colocación de una placa en su sitio de costumbre donde (como la dedicada a Víctor Chamorro en la Hospedería de Hervás) se recuerde que ahí toma asiento el acreditado escritor. Y su esposa, añado.
Cañas a mediodía, comidas a todas horas, algunas conversaciones (con los Antón, sobre todo), pocas caminatas, una escapada a Salamanca (para la revisión ocular) y largas sesiones de sofá se han llevado por delante este paréntesis laboral donde, por Reyes, no han faltado regalos. Mañana, escuela.


5.1.18

Álvaro Valverde

Este artículo del periodista Juan Domingo Fernández se publicó ayer en el diario HOY, en su columna "Ruta abierta" y también en su blog "Gratis total".

Para mí los Reyes Magos se han adelantado este año con la pequeña antología poética de Álvaro Valverde ilustrada por Esteban Navarro que acaba de publicar la Editora Regional de Extremadura en su colección ‘El Pirata’. Pero no temas, mi buen Yorick, no voy a incurrir en la osadía de ensayar aquí ninguna crítica o reseña profesional entre otras razones porque ya lo ha hecho, –lúcidamente como acostumbra– el crítico y profesor Simón Viola en su blog de literatura ‘Notas al margen’. Tampoco incurro en exageración si digo que Álvaro Valverde es uno de los ‘grandes’ de la poesía española contemporánea, y me acojo, para revalidar mis palabras, al juicio de críticos literarios y antólogos tales como José Luis García Martín, Miguel García Posada, Luis Antonio de Villena, Juan Cano Ballesta, Andrés Soria Olmedo, Ángel Luis Prieto de Paula, José Enrique Martínez…; me acojo a la bibliografía selecta incluida en este pequeño volumen o mejor aún: al imperturbable testimonio de las hemerotecas desde hace treinta años.
De ahí que encuentre digna de aplauso la publicación de este libro para difundir entre los más jóvenes la obra de un escritor que se queda deliberadamente en su tierra y funda un ‘territorio’ poético que trasciende sin embargo lo personal y nos abarca a todos y al mundo. Lo expresa mejor Jordi Doce en su introducción a Álvaro Valverde ‘Un centro fugitivo’, antología poética (1985-2010) publicada por La Isla de Siltolá. Ahí puede leerse: «Desde la publicación de ‘Territorios’ en 1985, esta poesía se ha esforzado por dar testimonio veraz del paso de un hombre por el mundo. Un pasar en el que la conciencia y los sentidos tratan de aprehender cuanto parece apartarse o escapar de su camino, esto es, el tiempo mismo con sus limos y sedimentos». (…) «El prodigio de la poesía radica precisamente en esto. Que solo el poeta dotado de una voz y un mundo personales, distintivos, es capaz de hablar en nuestro nombre, mostrar en qué radica nuestra vida».
Me parece también un acierto que la antología se abra con ese poema que seleccionó José Luis García Martín en ‘La generación de los 80’ y en el que Álvaro Valverde parece fijar los límites de su paraíso cuando habla de: «Hojas de acanto y rosas, / una vieja piedra de molino y enramadas, / el suelo tejido de una hiedra fresca. / (…) Aquí, en el huerto sombrío / donde las horas son luz tamizada / y del limón aroma./ Hagamos de este lugar un territorio». Y cuyo revés, a modo de eco, percibo en el poema ‘Estela’, de ‘Ensayando círculos’, texto en cuyos versos finales resuena la musicalidad de la ‘Canción a las ruinas de Itálica’, de Rodrigo Caro: «Viajero que ahora pasas, / ten presente / que estas ruinas fueron / andamios una vez, / hombres silbando». La vida misma.
Yo no quitaría, claro está, ninguno de los poemas seleccionados pero hubiera incluido el ‘Entonces la muerte’ (4) de su libro ‘Desde fuera’, al que Fernando Aramburu (el autor de ‘Patria’) dedicó en el Suplemento de cultura ‘Territorios’ una página iluminadora que yo creo que vale por toda una galería de reconocimientos y premios.

Nota: La ilustración es obra de Esteban Navarro y pertenece a la antología.