3.10.17

JRJ


Historias
Juan Ramón Jiménez
Ed. de Rocío Fernández Berrocal.
Fundación José Manuel Lara. Vandalia. Sevilla, 2017. 240 páginas y 8 láminas.

La Obra (así, con mayúscula) de JRJ es un pozo sin fondo. Su vida, otro tanto. ¿Cómo separar  una de otra? Una vida, por cierto, dedicada en exclusiva y con fervor a aquella. A escribirla y a pulirla, sometiéndola a una corrección reiterada y obsesiva (“corregir es revivir”). Obra en marcha. Poemas “abiertos”. A pesar de que publicó mucho, “su obra lo sobrepasó” y sigue siendo imposible hablar a estas alturas de “obra completa”. Sí, son numerosos los manuscritos aún pendientes de edición y esos originales ni siquiera se han terminado de catalogar. Con todo, poco a poco, con el rigor que el Nobel hubiera exigido, ven la luz algunos proyectos de esos libros que dejó en carpetas. Este, uno de tantos, compuesto o “reconstruido” a partir de la depositada en la Sala Zenobia-JRJ de la Universidad de Puerto Rico y otros materiales del Archivo Histórico Nacional, fue escrito entre 1909 y 1912, revisado en 1921, cuando lo dio por concluido. La ejemplar edición, el extenso y minucioso prólogo, así como las notas y los apéndices, las fuentes y las variantes, tienen la firma de Rocío Fernández Berrocal. Se publica en la misma colección que Por obra del instante. Entrevistas, otra delicia juanramoniana, con la colaboración de dos instituciones catalanas: la Fundación Sabadell y el Fondo Antonio López Lamadrid. Cuando parece que el poeta abandona por fin el purgatorio al que este país anómalo le había condenado.
Consta de 61 textos de los cuales 27 son inéditos. Está escrito en su época preferida: “cantora, sencilla pero completa, de verdadera poesía natural, directa”, le confesó a Guerrero Ruiz. La de Platero y yo, con el que tiene tantas concomitancias. La que termina conDiario de un poeta recién casado, un hito de la moderna poesía española. La que empieza al volver (nostálgico de Andalucía, cansado de Madrid y en plena decadencia económica familiar) a Moguer, el centro de su mundo. Su paisaje. Un periodo de gran intensidad creativa en el que publica los ocho “libros amarillos”. Allí se retira. Son siete “años de soledad y silencio”, según Fernández. “Soñando bajo un pino”, matiza JR. En plena encrucijada, entre tresismos: el Romanticismo (que se va), el Modernismo (que permanece) y el Simbolismo (que llega). A favor de una poesía definitivamente “pura”. Honda y exacta. De raíz popular. Hacia sí mismo: “Usted va por dentro”, le dijo Rubén Darío.
Consta de cuatro secciones. La primera, «Historias para niños sin corazón», da cuenta de la predilección del poeta por los niños. Por “lo más puro”. En la infancia (“edad de oro”, Novalis dixit). Por los débiles, discapacitados y sufrientes. Son poemas escritos desde la compasión, al amor del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza y su “pedagogía íntima” (Giner de los Ríos). Qué bien irían, ay, en los libros de Lengua de Primaria.
La segunda, «Otras marinas de ensueño», reúne treinta poemas inspirados en el mar de la Bahía de Cádiz (“hacia el sur infinito”) y el de Arcachon. La del colegio y la del sanatorio, dos estancias fundamentales en su biografía. (Cinco de ellas fueron publicadas en El Cultural en 2008.) Brilla aquí el poeta elegíaco que siempre fue. El melancólico. El musical a lo Verlaine: cosa de oído. Un maestro en lo métrico y en lo estrófico.
«La niña muerta» es el corazón de este libro sentimental. Versos dedicados a su sobrina María Pepa, que falleció a los 26 meses de vida. Al fondo, uno de sus temas eternos: el de la muerte. Desde la de su padre. La emoción es aquí, con la debida naturalidad, sublime: “Yo la tuve cojida por la mano…”
«El tren lejano», por fin, refleja al poeta viajero. El que va en tren a Sevilla y al del viaje interior, el de verdad. “¡Qué cerca está lo lejos!”.
Por “actual, vivo, eterno”, JRJ es, tal su propia definición, un clásico. Este libro vuelve a acreditarlo.

Nota: Esta reseña se publicó el pasado viernes, 29 de septiembre, en El Cultural.