8.7.17

Condición de mujer

Cristina Peri Rossi  (Montevideo, Uruguay, 1941) tiene una extensa bibliografía a sus espaldas. Destaca como narradora y poeta. Desde 1972, cuando tuvo que exiliarse, reside en España, en la ciudad de Barcelona. Dejó en su país natal una prometedora carrera docente y varios libros publicados, entre ellos su ópera prima poética, Evohé (1971). Ahora, la editorial Visor, cada vez más atenta a la poesía femenina, publica una oportuna y amplia antología de su obra, La barca del tiempo, donde encontramos poemas de sus libros Descripción de un naufragio (1974), Diáspora (1976), Estado de exilio (2003), Lingüística general (1979), Europa después de la lluvia (1987), Babel bárbara (1990), Otra vez Eros (1994), Aquella noche (1996), Inmovilidad de los barcos (1997), Las musas inquietantes (1999), Estrategias del deseo (2004), Habitación de hotel (2007), Playstation (2009) y La noche y su artificio (2015). Sólo faltan muestras de su última entrega, Las replicantes (2016). Son 44 años de poesía.
La selección de los poemas y el prólogo corresponden a Lil Castagnet, especialista en la obra de la uruguaya. En su informada y pertinente introducción subraya la importancia de la intensidad y la emoción en su poesía, “en cualquiera de sus registros”. También resalta su musicalidad y su ritmo, dotado de una “gran sonoridad”. Alude también a lo que uno denominaría su sensualidad. “Leerla, dijo Elena Poniatowska, es una invitación al placer”.
Según Castagnet, ya Evohé “encierra la clave de casi toda su poesía”. Destaca su capacidad transgresora, gracias a esa relación entre las mujeres y las palabras, que ocasionó un llamativo escándalo (el libro llevaba por subtítulo “Poemas eróticos”) en la sociedad uruguaya de su tiempo. “Las mujeres son todas pronunciadas / y las palabras, son todas amadas”, escribió allí. “El erotismo es el camino que lleva a la eternidad, a la trascendencia”, dijo después en el prólogo a su Poesía reunida que publicó Lumen en 2005.
El exilio marca no sólo un punto y aparte en la vida de Peri Rossi, sino que se convierte en un tema central de su poesía. Una poesía, cabe añadir, muy apegada a la existencia de su autora y, en consecuencia de tono autobiográfico. Descripción del naugrafio, escrito en Montevideo en 1972, el año de su destierro, marca el punto de inflexión. A éste le seguirán dos títulos que tienen esa circunstancia como núcleo: Diáspora y Estado de exilio, que, si bien fue publicado en 2003, se escribió entre 1973 y 1975. “Tengo un dolor aquí / del lado de la patria”, leemos. Y: “El exilio es comer moral, compañero”. Exilio que significó supervivencia, claro, pero también “desgarramiento”. Nos salva, dice ella, el “impulso libidinal”, la libido, lo que no deja de ser un argumento de peso para justificar la importancia que el sexo tiene en la poética de quien se califica como “mujer deseante”. En su poesía y en su vida que, como dijimos, son una y la misma cosa. Por eso su lenguaje –que nunca descuida, que es tanto o más importante que todo lo demás ya que los poemas se construyen con palabras, no con ideas– es directo, sencillo, de sesgo conversacional y hasta prosaico. De una narratividad evidente. Un lenguaje que no rehúye la metapoesía, la reflexión sobre sí misma, tal en Lingüística general. Peri Rossi, desde la paradoja, dice: “El poeta no escribe sobre las cosas / sino sobre el nombre de las cosas”, pero también: “Las palabras no pueden decir la verdad”. Y concluye: “la única compañía que no falla: / las palabras”. Un lenguaje, ya se dijo, indefectiblemente unido a ese concepto, digamos, de mujer. Escribe (y habla, merced a la oralidad) desde ahí. Siempre con melancolía. De su lugar natal (“una ciudad triste”), por ejemplo: “¿Existió alguna vez una ciudad llamada Montevideo?” “Para recordar / tuve que partir” Porque los exiliados “sueñan con volver a un país que ya no existe”. Viajera sucesiva (“Mi casa es la escritura”, “siempre en tránsito”), ha escrito: “Mi primer viaje / fue el del exilio”. Ostracismo y lenguaje se unen en uno de sus títulos más arriesgados: Babel bárbara, donde se impone el juego verbal.
Dije mujer y en ella, en ellas, las mujeres, “antepasadas mías”, se centra Otra vez Eros, un libro donde aparecen temas como el SIDA y donde el amor, que va más allá del erotismo y del deseo (léase “Fetiche” y “El amor existe”), otro de los asuntos sustanciales de esta poesía, aflora con toda su intensidad. De Aquella noche selecciona Castagnet “Historia de un amor”, con su estribillo: “Para que yo pudiera amarte…”
Y de nuevo la tristeza: “Sobrevivir también es una nostalgia / de no haber muerto todavía”. Más adelante, en Inmovilidad de los barcos, escribe: “Con la felicidad no se puede hacer nada”. El título del poema: “Alegría de vivir”.
En Las musas inquietantes, obra consagrada a la pintura, encontramos: “Aquello que los hombres matan con violencia / las mujeres domestican con dulzura”.
Aunque en sus versos apenas si hay referencias espaciales, Barcelona (“Barnanit”) es el sitio desde donde mira, podríamos decir. Por eso su poesía es urbana, un rasgo muy significativo de su manera de proceder. Y nocturna, de ahí lo de “nit”: “Amo la noche y su artificio”.
Aludimos antes a lo autobiográfico pero no por eso podemos olvidar, forma parte de su carácter narrativo, que “las vidas son siempre noveladas, novelerías”. Ficción, por tanto. «”Todo lo conviertes en literatura”, / me reprochas llorando», escribe.
Internet y la vida actual están muy presentes en sus versos, en especial en el libro con el que ganó (era la primera mujer que lo conseguía) el premio Fundación Loewe: Playstation; a mi modo de leer, acaso el menos logrado de los suyos.
El psicoanálisis es otro asunto recurrente, muy propicio para destacar otro aspecto de la poesía perirrossiana, la ironía (cuando no el sarcasmo) que usa con soltura.
No creo que sea casual que el último poema de la antología se titule “Condición de mujer”, ni que la última palabra sea (por las mártires de Ciudad Juárez) “JESUSCRISTAS”.

Nota: Esta reseña ha sido publicada en el número 123 de la revista Turia.