19.1.17

Un viaje extremeño

Ya dijimos aquí atrás que 2016 había sido para el alicantino Antonio Moreno un annus mirabilis editorialmente hablando. El anunciado Estar no estando, su tercer libro del año, acaba de ver la luz. Lleva por subtítulo el que uno le ha puesto a esta reseña y la edición corre a cargo de Pre-Textos y de la Fundación Ortega Muñoz, que cuenta con una colección, Territorios escritos, donde ya han aparecido textos sobre viajes a Extremadura del escritor húngaro László Krasznahorkai, el filósofo alemán Peter Sloterdijk y el polígrafo salmantino Fernando R. de la Flor. También existe un catálogo de Río Luna Río, del artista británico Hamish Fulton, otro paseante por este oeste. El libro que nos ocupa tiene la particularidad de que se ha coeditado con el sello valenciano en lugar de aparecer en la colección extremeña. 
En 2014, y tras tomarse un año sabático como profesor de instituto, Moreno, residente desde hace años en Elche, toma la decisión de iniciar un viaje a pie. Apenas deja su puesto de trabajo, en el mes de septiembre, coge un par de trenes hasta Mérida con el fin de recorrer una parte del camino a Santiago, por la denominada Vía de la Plata, entre la capital de la Comunidad Autónoma, la antigua colonia Augusta Emerita, y el pueblo balneario (con termas romanas también) de Baños de Montemayor, la última localidad de la provincia de Cáceres situada en la mencionada ruta. 
El libro, claro está, es el resultado de la elaboración literaria de sus notas de viaje. Bajo ningún concepto se trata de una guía turística. Está escrito en tercera persona. Quien relata y reflexiona en voz alta es "el caminante". En soledad y silencio, éste anda "larga y demoradamente". Y todo "verdadero caminar lleva al despojamiento, a donde ya nadie es nadie". Dialoga, eso sí, con el niño que fue (reconoce que éste fue, sobre todo, un viaje a la infancia) y con los muertos. Y con algunos vivos. Telefónicanente con su añorada mujer y con su madre. De viva voz con paisanos y peregrinos, como él. 
¿Por qué Extremadura? Tal vez porque "la fronteriza Extremadura viene a ser la tierra de nadie. Siempre ha sido la región del retiro". Recuerda Yuste. "Es el lugar de los silencios". Y añade: "Todo viaje veraz es un viaje al extranjero". Y al pasado. Como cualquiera, más que nada "interior". De ahí lo de las reflexiones, que abundan a lo largo de estas páginas. Sobre todo lo humano y lo divino. Y con especial interés en las palabras. En la escritura. En la poesía. Por algo Moreno es un poeta meditativo.
"Hemos venido a mirar", dice con César Simón, de ahí que menudeen las descripciones. Del campo, mayormente. Del paisaje por excelencia de estas ásperas tierras: el muy civilizado de la dehesa. "Tan ermitaña". Donde, por cierto, nunca se siente solo. 
Resfriado y tosiendo, ligero de equipaje, camina por Aljucén, Alcuéscar, Valdesalor, Casar de Cáceres, la cola del embalse Alcántara -por Alconétar, cerca de Garrovillas-, Grimaldo, Carcaboso, Cáparra y todo el inmenso espacio que las enlaza y las circunda. Se aloja en albergues y hostales. Come poco y duerme mal. La melancolía es una compañera inseparable. Por lo demás, "nada es insignificante", así que, como "deslumbrado testigo", cuenta y canta las azarosas situaciones que se le presentan. Con los pocos que hacen, como él, el camino. Con un perro fiero. Con los hombres, mujeres y niños que se cruzan en su ruta... En su fugaz paso por Cáceres, evoca la colección Baluerna. Sigue las enseñanzas de otro amigo del paseo: Josep Pla (de quien toma el nombre la inolvidable colección). Se topa con las obras del AVE. O con las murallas almohades, de cantos rodados, de Galisteo. Pasa unas horas intensas con Juan Acevedo. O mantiene una larga charla con la señora Elena, que sin haber recorrido un kilómetro siquiera del camino, lo conoce al dedillo y es capaz de trazar un plano detallado del mismo. Dice cosas graciosas; así, al observar el rótulo de la calle Dulce Chacón de Carcaboso, el caminante afirma: "Por lo visto, en Extremadura tienen más presentes a los escritores que en su tierra". 
El sentimiento que prevalece es el de gratitud. Está en sus versos. Y en los de otros contemporáneos suyos que a uno le resultan cercanos, si bien muy distintos entre sí, como Vicente Gallego o Fermín Herrero. "El caminante no ha venido aquí para sino para asentir, para confirmar, no para perseguir ni revolver, ni para buscar o hacer demandas". Alaba la tranquila vida provinciana y de aldea. En un momento dado, escribe: "No hay dicha como ésta. Ser agradecido: amar, andar, dormir y sentir, comer y beber. Y haberse marchado antes de haber partido para siempre. Estar no estando. Es todo".