1.11.16

Jugar con fuego

Jugar con fuego es el nombre de una revista de poesía y crítica, como rezaba debajo del rótulo, que el polemista, poeta, diarista, traductor, crítico y profesor José Luis García Martín fundó en solitario y editó entre 1975 y 1981. Este hombre lo hacía casi todo en ella y digamos que para disimular se inventó varios heterónimos que lo mismo reseñaban libros que publicaba poemas; así, Bernardo Delgado, Alfonso Sanz Echevarría, Luigi Durutti, Manuel Eguren, etc. No contento con eso, y por si parecía poca la fiesta literaria, escribió y difundió en sus páginas apócrifos de Brines, Villena, Andrade o Penna, que, si bien le ocasionaron algunos problemas personales, incluso figuran en algunas antologías de esos autores.
Renacimiento recupera en edición facsímil la colección completa (menos el número 6, un libro de Manuel Neila) y el volumen (de 804 páginas) tiene una preciosa factura. La tirada es de tan solo 100 ejemplares y, por cierto, ese es el número redondo de mi ejemplar, el último de la serie. De 100 fue también la tirada de los dos primeros números que a partir del tercero pasó a ser de 500. 
La introducción del libro es de Pablo Núñez, uno de entre tantos poetas, alumnos a su vez, que García Martín ha ido formando. Desde la tertulia Oliver y desde las revistas que, como ésta, no ha dejado de fundar o apoyar. Cree, con Eliot, que pertenece al tipo de crítico "abogado de autores olvidados o menospreciados injustamente", alguien "cuya obra puede caracterizarse como derivada de su actividad creativa".
Allí, como explica Núñez, adelantó poemas (ya tenía un libro publicado y en la colección creada con el mismo nombre publicó otros dos), aparecen las primeras anotaciones de sus diarios y "se asienta una manera de entender la literatura que fundamente todo su quehacer tanto creativo como crítico".
La revista se caracteriza por su defensa de la Generación del 50 (a la que dedicó su tesis doctoral) y su "apuesta por el grupo de poetas de los 70 que no se identificaban con los novisímos" (por su "inconformismo ante el predominio de la estética novísima"), a los que luego integraría en su antología Las voces y los ecos. Ahí, no se olvide, está el germen de la denominada poesía de la experiencia (para él, figurativa), que pasó a ser tendencia dominante en la siguiente generación.
Destaca Núñez que al ser un "equipo de una sola persona", la coherencia estaba garantizada y, cómo no, la independencia. Todo lo controlaba él y también elegía a los esporádicos colaboradores: Brines, Colinas, González, Grande, Panero, Sahagún, Siles o Valverde, don José María.
Uno de los números, el X, estuvo dedicado a las entrevistas: Atencia, Bento, Boso, Duque y Tello Aína, un género en el que el avilesino de Aldeanueva no ha seguido cultivando, salvo cuando trama conversaciones consigo mismo, lo que hace de continuo.
En esa revista, sin duda, "se asientan las bases de su obra posterior" y hasta se inventa una tertulia literaria ficticia que sería el germen de la mencionada Oliver. Destaca por fin el introductor que con ella "inició su innegable contribución para que Asturias ocupara un lugar privilegiado dentro de la poesía española de nuestros días".
Al propio Martín se debe el "Epílogo" de la obra. En él cuenta algunas anécdotas significativas (con Brines de protagonista, por ejemplo) y se confirma en lo dicho en aquel lejano entonces por Durutti: "Vivir a la espera de lo que no llegará jamás, nostálgicos de lo que no ha existido".
Esta pessoana aventura me toca -o me tocó- de cerca. Fui suscriptor de la revista y por casa, si no todos, andan los números que me fueron llegando desde la calle Rivero, número 99, de Oviedo.
Recuerdo con especial cariño el número 7, "Muestra de poesía extremeña", de 1979, un año antes de que viera y escuchara en un congreso celebrado en Cáceres al factótum de la revista y a no pocos de los colaboradores de esa antología de la que fue cómplice necesario Carlos Medrano, un niño todavía. Como señaló en el colofón el editor,"sin su entusiasmo y su colaboración no habría sido posible este número de Jugar con fuego dedicado a la poesía extremeña".
Algo debió aprender uno en las páginas de aquella revista que ahora, tantos años después, releo con nostalgia, sí, pero además con renovada ilusión.