21.9.16

Steiner conversa

No puedo evitar acordarme de mi añorado Félix Romeo cada vez que leo a Steiner. Solía afearme que elogiara sus libros. Después de mucho tiempo sin tener en las manos ninguno de los suyos (que Siruela ha seguido publicando con una lealtad digna de encomio), he disfrutado del último aparecido en España: Un largo sábado. Conversaciones con Laure Adler. En traducción de Julio Baquero Cruz.
Quienes frecuentan este rincón saben cuánto me gustan los libros de entrevistas o, mejor, de conversaciones, un arte al que este viejo y sabio judío tantas horas le ha dedicado. En esta ocasión con Adler, la prestigiosa periodista francesa. No digamos si uno de los que hablan es un tipo de la categoría intelectual y moral de Sir George. Un niño que nació con brazo deforme al que una frase de su madre, "una gran dama vienesa", le cambió la vida. Cuando le dijo: "¡Tienes una suerte increíble! Te librarás del servicio militar". El resto de sus días ha aplicado lo que denomina "la metafísica del esfuerzo", y no le ha ido nada mal. Sus padres, su infancia, la condición indeleble de judío errante (no creyente), su mujer (y la mujer, un asunto espinoso: Adler le acusa de machista), sus hijos (dos fenómenos, sin duda) copan no pocas páginas de estas entretenidas conversaciones. Para el lector habitual de Steiner, sí, nada nuevo. A uno, con todo, cuando leo sus inquietantes sentencias (lápiz en mano) y escucho sus agudas reflexiones, siempre me parece que es por primera vez. Su lucidez puede que no deslumbre -o sólo a ratos-, pero justifican, o eso me parece, la existencia de la inteligencia y del verdadero sentido común.
Pudo ser jugador de ajedrez y se arrepiente de lo haber apostado por la creación. En las composiciones que escribió en su juventud vio versos, comenta, pero no poemas: "El enemigo total de la poesía es el verso".
La música, el lenguaje (que "lo permite todo"), el judaísmo (el capítulo que le dedican es impresionante, empezando por sus reflexiones sobre la noción de lugar: "El hombre es un animal territorial" y terminando con sus visiones sobre el cristianismo y el islam), la poliglotía, la traducción, el silencio (que tanto me ha recordado a la última novela de Hidalgo Bayal),el psicoanálisis y Freud, las humanidades, la filosofía (y, en el centro, Heidegger), el libro y la lectura, Estados Unidos y Europa ("Es un milagro que todavía exista la civilización europea"), Celan y Valéry, el suicidio (“algo totalmente lógico”) y la eutanasia, la muerte ("No aprendemos a vivir", afirma, pero “creo que nos preparamos para nuestra propia muerte”) son algunos de los asuntos que trata con Adler. También, y eso me ha interesado especialmente, la crítica. Al respecto dice: "La primera frase de mi primer libro era la siguiente: «Una buena crítica es un agradecimiento»".
"La entrega debe ser total", aclara. No puede haber medias tintas. Él lo ha demostrado. Por eso se respeta tanto su palabra.
El título del libro, en fin, remite a una frase de Presencias reales: "Vivimos en un largo sábado", el que, en la simbología bíblica, está entre el viernes de la muerte de Cristo y el domingo de su resurrección. Nosotros estamos en "la incertidumbre del sábado en el que no sucede nada, en el que nada se mueve". "Ese sábado de lo desconocido, de la espera sin garantías, es el sábado de nuestra historia".