24.9.16

Después de leer "Patria"

El País/Mordzinski
Terminé Patria. La he leído despacio y, por una vez, sin el lápiz en la mano. No quería que nada, ni siquiera los subrayados, interrumpiera esa lectura. Despaciosa. Disfrutante (que diría el narrador). Como confesó el periodista Calleja en la SER, no quería que se acabara. Al mismo tiempo, me apetecía saber cómo seguía. Y cómo terminaba. Ya lo sé. Y el final es perfecto. He leído por ahí (la repercusión en los medios de la novela es sorprendente) que lo primero que Aramburu ideó fue el final. Que lo demás, digamos, lo ha escrito para llegar ahí.
Esto no es una reseña. No soy crítico de narrativa. Ni siquiera un lector debidamente informado. De poesía si acaso. Y por algunas rendijas, ya que lo menciono, se cuela la poesía. Inevitable. Y no porque uno de los personajes (o dos) dé en poeta.
Me ha cautivado el lenguaje. Este hombre, ya lo sabemos, posee un estilo. Unido aquí a un inconfundible tono. Al narrador uno le ha puesto su voz. He dejado que sea él quien me cuente, en voz baja, esta historia de historias de la Historia. La del País Vasco. La de España. Y de Europa y del mundo. De lo local, sí, a lo universal, como hace siempre la gran literatura. Ésta lo es. Lo dijo con acierto Mainer, comparando Patria con varias obras maestras.
Aunque naciera allí, parece mentira que alguien que vive en Alemania hace tantos años y cuya lengua habitual es el alemán pueda captar tan bien, y con tanta naturalidad (por eso me referí a su escritura sobria) la manera de hablar de los vascos. Con sus giros, su peculiar uso de los tiempos verbales. Y con sus contadas palabras y expresiones en euskera.
Más allá, las frases inacabadas, los neologismos, el uso del "conque" o de barras para expresar distintos conceptos para una misma situación. Lo oral (el relato está lleno de diálogos) está conseguido. De manera natural (insisto), o eso parece. Me gusta la flexibilidad y riqueza logradas en el uso del español. A pesar de lo dicho anteriormente. O por eso mismo, como Aramburu ha explicado. Por no estar rodeado de personas que hablan español ha logrado verlo desde fuera, objetivarlo, algo difícil de conseguir para un escritor que vive en su propio país. 
Otra sorpresa: la estructura. Perfectamente calculada. Se ve de pasada, en el vídeo promocional de Tusquets, cómo elaboraba los esquemas de las partes del libro. 125 capítulos (de la misma dimensión, aproximadamente, y con título, que a uno, embobado con la trama, le han servido de poco), más de seiscientas páginas y, sin embargo, con qué difícil sencillez ensambla la peripecia; qué maestría al hilvanar, mediante cruces y saltos temporales, lo que se cuenta. ¡Y cuánto se cuenta! Qué de asuntos se narran en este novelón con hechuras de clásico. La familia, el terrorismo (a pesar de que esta sea mucho más que una novela sobre ETA), la bondad y la maldad, el rencor, la enfermedad, la religión (por la nefasta influencia de la Iglesia y sus curas en ese conflicto, poniendo -como Miren- una vela a los asesinos y otra a San Ignacio) la homosexualidad, la amistad (¡cuánta rima!) ... Como resultado, una vida de vidas. De la suya, la de Fernando, hay mucho también, lejos de ser ésta una novela autobiográfica. No en rigor o al uso. Pero, pongo por caso, las páginas que dedica a la estancia de Nerea en Zaragoza y su viaje fallido a tierras germánicas tal vez no resulten ajenas a su experiencia personal.
Los personajes, por lo demás, están muy bien perfilados. Son distintos entre sí, identificables por sí mismos, y se expresan (y los vemos) de forma diferente. No siempre ocurre en las novelas. Mi preferido es el retraído Xabier, el hijo de la protagonista, Bittori, y de la víctima, el Txato. El hermano de la citada Nerea.
En el capítulo 109, "Si a la brasa le da el viento", en un juego de transparencia metaliteraria, se nos explica el porqué de la novela. Alguien, un escritor, da las claves de la suya, que son en realidad las de ésta. Vayan a la página 551, por ejemplo.
Esta es una novela necesaria. Lograda. Rica en matices y en detalles (la labor de documentación ha sido exhaustiva, aunque no se note), dura, política (qué no lo es, en ese noble sentido que la palabra, a pesar de los pesares, tiene), como corresponde a un periodo histórico de la trascendencia del que hemos vivido. Sí, "hemos". Los vascos sobre todo. Ahí seguimos. Mañana se verá. Por eso esta novela es tan importante. Una patria, diría uno. Donde he vivido intensamente durante un par de semanas y de donde es difícil que me vaya. Como un personaje más. Gracias.