12.11.15

Nueva poesía asturiana (y más)

Carlos Iglesias Díez y Pablo Núñez son, como el resto de poetas incluidos en la antología que presentamos, un par de jóvenes poetas titulados por la Universidad de Oviedo (todos en Filología, salvo una en Periodismo y Filosofía y otro en Teleco), que han completado estudios en universidades extranjeras, nacidos en Asturias, que, como ellos, ejercen la crítica y la agitación cultural a través de ciclos poéticos, encuentros y revistas; Anáfora, por ejemplo, de la que son colaboradores y Núñez, coordinador. Si no están en este libro que lleva por hermoso título, a partir de Víctor Hugo, Siete mundos es, más allá de otras imaginables e hipotéticas razones, por una muy sencilla: sus fechas de nacimiento (1983 y 1980, respectivamente) superan el límite establecido para poder formar parte del selecto grupo. El más pequeño de los elegidos lo hizo en 1986. 
Como explica con detalle Pablo Núñez en el texto que cierra el volumen: "Los poetas en las antologías: una panorámica contemporánea", la tradición de florilegios de poetas asturianos es larga en el tiempo y está muy "asentada". Son, además, muchos los que ha dado esa tierra y no pocos los que están incluidos en misceláneas nacionales correspondientes también a estas últimas décadas. El estudio, debidamente anotado, pone en contexto esta muestra planteada con sumo rigor.
Antes, al comienzo del libro, Iglesias Díez traza las ideas básicas del experimento (toda antología lo es) y analiza con cierto detenimiento la poesía de cada uno de los nominados. En lo que respecta a esas ideas, podrían materializarse de forma resumida en el uso de guiños posmodernos, las referencias a la cultura audiovisual, una voluntad lúdica, el "buceo íntimo de la memoria familiar", la "exploración de las posibilidades simbólicas del lenguaje", la (re)afirmación de la conciencia individual, el "autoanálisis", "la mirada introspectiva sobre el mundo", sobre el viaje y la solidaridad y, por fin, "la creación de universos imaginarios".
Laura Casielles (Pola de Siero, 1986) tiene tres libros publicados (la condición general era que al menos tuvieran uno) y según Iglesias, el "principio rector de su poesía es la fuga, la huida, un secreto anhelo de vivir / en estado de viaje". La califica de "machadiana": "escribir: andar". En sus poemas aparecen rastros evidentes de esos periplos. Por Marruecos, por ejemplo: Tánger, Casablanca, Meknes, Fez... Si tuviera que elegir un poema paradigmático, señalaría "Gramática de la relatividad". De Casielles, me gusta la fuerza de sus versos. Su seguridad, diría.
Alba González Sanz (Oviedo, 1986) tiene una "fuerte tendencia a la introspección y un cierto poso narrativo". (Lo autobiográfico, cabe precisar, es aquí norma y afecta a todos los poetas incluidos.) Sus referentes: Ángel González, Pizarnik, Natalia Litvinova. Se impondría "fijar y preservar todo aquello que no deseamos perder". También tiene tres libros publicados y una obsesión especial por la familia (la Abuela Benigna, "Mamá", "Hermana") y las genealogías. Un poema ejemplar: "Autobiografía".
De Rodrigo Olay (Noreña, 1989) ya hemos dado noticias aquí, donde hemos comentado su primer y segundo libro. Literatura y vida, voces y ecos, se funden en una poesía con gran dominio de las formas y las técnicas líricas que busca "la eternidad y la sorpresa". Es miembro de un movimiento que agrupa a no pocos de los poetas de esta antología: el patarrealismo y elegiría "Venecia" como poema representativo. Su poética es la prosa más extensa (e irónica) del conjunto (este hombre sabe lo que hace). ¿Más poemas? "José" (siempre los abuelos) o "Diffugere nives". Hay para elegir.
Diego Álvarez Miguel (Oviedo, 1990), con tres libros y patarrealista, se mueve entre la antipoesía de Parra y el costumbrismo de Vilas. Sus referentes más cercanos: los de la "poesía de la experiencia" (otro hecho común a unos cuantos seleccionados, como en el caso de Olay): García Montero, L. A. de Cuenca, Roger Wolfe o Karmelo Iribarren. También, comenta el antólogo, con los de la "nueva lírica" (sic): Marwan, Sastre y compañía. Por suerte, sus poemas van más allá de ese mero juego de escuelas que se nos pinta. De lo contrario, supongo que no hubiera merecido estar aquí. Como Xaime Martínez, canta.
En Sara Torres (Gijón, 1991) impera la "voluntad de ruptura". "Desconfía de la Poesía, de los Poetas y de todo lo mayúsculo que se legitima a través del canon", escribe. Es, sin duda, la más transgresora del grupo. En sus versos hay hermetismo, "descoyuntamiento sintáctico"... También se ocupa de la "identidad femenina". Sus influencias no mienten: Anne Carson, Adrienne Rich, Safo, las Idas (Vilariño y Vitale)... La suya, concluye Iglesias, es una "poesía valiente y arriesgada" y ella, en su poética (no he dicho que cada poeta publica una al frente de sus poemas), afirma: "Aspiro a escribir libros raros". Ha publicado uno y llegará el segundo el próximo año. Visto lo visto, haré por leerlo.
Raquel F. Menéndez (Salas, 1993) es autora de un libro y de una poética que destaca por lo bien pensada que está y por lo lúcida que es. "Toda escritura es la lucha contra el silencio al que a priori estamos condenados; el resultado: un no-lugar". Alude en ella a la poesía como "narración del desencanto", a la condición de "señoritos" (a lo Gil de Biedma) que han ostentado los miembros de su generación hasta la llegada de la Crisis y otros asuntos de interés. Con todo, de ahí mi reticencia con esas cavilaciones sobre el oficio que se empeñan en pedir a los poetas, no hallo mucho rastro de lo allí expresado en sus poemas, donde la imaginación, la sugerencia y la intensidad priman. Apuesta por "lo escueto" y cita a otra asturiana, Olvido García Valdés. Tiene como modelos a la "poesía del desconsuelo" de Riechmann o a la "nueva épica" de Mestre, sin olvidarnos de las rusas. Un poema: "Astapovo".
Xaime Martínez (Oviedo,1993) también es un viejo conocido de este rincón. Aquí comentamos su excelente libro Fuego cruzado. Tiene otro. Su poesía "aúna tradición y vanguardia, rigor y juego". Lo clásico y la cultura popular: Gimferrer, Mesanza, Tolkien, Batman, Lucas... Un poema: "Credo poético". Patarrealista de pro ("supremo abanderado del patarrealismo") anuncia cambios en su poética. Cambios, me atrevo a afirmar, que se veían venir. Como en el caso de Olay. Su proyección es, acaso, la más significativa.
Los antólogos (que firman un breve texto conjunto) querían "llamar la atención" con este libro y creo que lo han conseguido. Se ve que hay jóvenes poetas asturianos dignos de figurar en las selecciones nacionales. O no: sus obras bastan. El criterio de elección ha sido el de "calidad intrínseca de poetas y poemas". (Le cuesta a uno entender lo de la calidad de los poetas, pero...) Los poemas publicados son responsabilidad de los antólogos, aunque solicitaron a los poetas versos inéditos.
Nos confiesan que podrían haber sido más. Había banquillo. Por ejemplo, Sara A. Palicio (de la que he leído Las costumbres vacías) o Miguel Floriano (tengo entre manos Quizá el fervor, publicado por La Isla de Siltolá, y ya comentamos en este rincón Tratado de identidad).
Para este lector, del conjunto se desprende que prevalece la línea clara (con excepciones dignas de elogio), el autobiografismo, lo urbano (no hay referencias notables a la naturaleza o al campo y mira que Asturias...)... Se aprecia un sustrato teórico en estos poetas sobradamente preparados y numerosas lecturas, lo que les emparenta con los del resto de España.
Es una muestra "plural y variada" y en ella hay, como han pretendido Iglesias y Núñez", "calidad y frescura". Como dice el segundo, es una obra con "poemas llenos de reflexión y verdad". No es mal balance. Queda ahora leer a cada uno por separado (y, a ser posible, en sus respectivos libros: la bibliografía que se incorpora como apéndice es completa) y que cada cual defienda, a partir de ahí, sus preferencias. Termino: sigue siendo Asturias una cantera de poetas de primera línea. Más allá de los límites geográficos del Principado. Me alegro.