5.7.14

Caudales de Antonio Moreno

En el mes de febrero del año pasado daba uno cuenta aquí de la aparición de El caudal, un nuevo libro de poemas de Antonio Moreno. Con una particularidad: se publicaba en un blog y era una autoedición, algo que, confesaba su autor, "veía con desdeñosa altivez" cuando era joven. Duró poco el experimento, que tenía mucho de novedoso y atrevido, y pronto dejaron de leerse en la red esos poemas.Ya avisaba en la nota inicial, donde explicaba también que habían sido escritos entre 2009 y 2012, que no descartaba "la posibilidad de publicar algún día el presente libro en papel, del mismo modo que los otros míos precedentes". Y así ha sido al fin, aunque algo haya cambiado con respecto a aquél. No la dedicatoria: "A Bárbara". 
Lo edita la mítica colección Adonais, ahora (?) con tilde. Da gusto, en todo caso, volver a tener en las manos uno de esos libritos color crema y tipos menudos con los que velamos nuestras primeras armas poéticas. Más si es de Antonio Moreno, por cuya obra uno profesa, como diría Zagajewski, un verdadero fervor.
Caudal es aquí, o eso creo, "abundancia de cosas que no sean dinero o hacienda". Por eso el tono del mismo es de celebración. Prima la "dicha", como él prefiere. De talante humilde (se es como se escribe), con poco se conforma el poeta: los pájaros (a los que menciona por su nombre), las flores, las nubes, la lluvia y, sobre todo, la luz. Una luz que es real, sí, pero al tiempo metafísica. De una metafísica de andar por casa, nada distante o filosófica, dicho esto con ánimo de elogio. Una luz simbólica o metafórica que incide en cuanto de luminoso es necesario cantar. Así, no es extraño que abunden los poemas escritos al amanecer. Y es que Moreno es un poeta solar, diurno, con todo lo que eso conlleva.
Versos de elegante, sobrio clasicismo (el que da la música del endecasílabo, por ejemplo), tallado sin estridencias. Poemas bien dichos y bien escritos que cualquier lector puede comprender, en el mejor sentido, porque la pretensión es esa y la oscuridad, indeseable. La hondura es aquí fruto de la claridad y el "exotismo / más raro y neto: éste del aquí y ahora".
La intimidad (que no el intimismo) se cuela por las palabras que componen "La voz del hijo", "Súbitamente" o "Cerca de los cincuenta" ("A esta edad ya se sabe / qué poco en realidad ha de saberse"). O en "Uno" (que copio al final), toda una declaración de intenciones que afirma, de paso, la aversión que algunos sentimos por el "yo".
En "Delante de una tapia" describe la belleza de lo elemental. Como en "Desayuno en una plaza", uno de los poemas más logrados del conjunto.
Tras leer "El caudal", poema que da título a la obra, uno se pregunta si no es el poeta ese ser que es capaz de escuchar lo inaudible: "¿Quién ha podido, en cambio, oír las gotas / correr por el cristal de la ventana / cuando las trae la lluvia?" Tal vez los poemas sean tenues noticias de "este leve caudal que nos exalta".
Esa voluntad de hacerse comprensible, a que aludí antes, se evidencia en "Una narración".
"Ermita" sirve de paradigma a esa forma de ser que no deja de ser una manera de decir. Allí leemos: "De ser yo Dios, / el viejo / Dios al que rezaba / cuando niño, / amaría vivir en las ermitas, / en los pequeño templos de los campos, / como éste entre bancales".
Dejo para el final la parte más intensa del libro. Se titula "Elegía", cinco poemas dedicados a la muerte intempestiva de un familiar cercano, lo que viene a poner de manifiesto que el mal acecha y la pena es el inevitable envés de la alegría.
No puede abrochar mejor el libro Moreno que con los diez poemas de "Sol en el cuarto", en los que está por entero. Como siempre, a la luz. Tampoco ha fallado a la hora de elegir el último poema: "Canción del caminante": "Bien lo sabéis: sin nada aquí vinimos. / Sin nada un día incierto nos iremos."
Sí, ¡qué libro tan valioso!

UNO
  
UNO, para vivir, precisa sólo
amar, o bien saber que ha sido amado.

Uno, para escribir, ha de tener
sus cuentas con los vivos y los muertos.

Uno tiene el deber de amar el mundo
por los que están, por quienes han estado.