1.10.13

Dos belgas

En mi ignorancia, no imaginaba que Simenon hubiera escrito libros como Los vecinos de enfrente (Acantilado), cuya delgada y sugerente trama se desarrolla en la ciudad remota de Batum, al sur de Rusia, y cuyo protagonista es el diplomático turco Adil Bey. Más que por lo que cuenta (una intriga perfecta), me quedo con la atmósfera que el autor belga fue capaz de crear: tan atosigante como una tarde de agosto en Plasencia. Con eso y con la propia escritura, que gana en español gracias a la traducción del añorado Carlos Pujol.


De otro belga, aunque mucho más joven Erwin Mortier, he leído, en traducción de Goedele De Sterck, Cuando los dioses duermen (Acantilado, un regalo de cumpleaños), una novela memorialística con aires proustianos de mucho éxito, Premio AKO 2009 (el galardón más prestigioso de las letras neerlandesas), publicada aquí el pasado año, que a uno, por momentos (los más ajenos a la guerra y lo guerrero en sí, cabe precisar), también le ha gustado. Sólo faltaría.
El argumento es sencillo, según Mortier: una mujer anciana belga y francófona (con familia en el país vecino), que reside en Flandes, rememora su vida y su juventud burguesa, "así como la brutal introducción de la modernidad en Bélgica al comienzo de la Gran Guerra". 
Lo sabíamos por otros escritores (y no sólo) que sufrieron una guerra: por paradójico que parezca, fueron felices gracias a ella. Helena, la protagonista de esta obra, consiguió incluso su libertad.