5.9.13

Vicente Sabido

Que yo recuerde, nunca había hablado con Blanca. Muchas de Blanca, la mujer del poeta extremeño Vicente Sabido, residente en Granada, donde trabajó como profesor en su universidad. Murió ayer. Al abrir su teléfono móvil, Blanca ha visto un sms que le envié hace unos días. Le preguntaba cómo iba "esa lucha". "Tenemos que ganar. Por la poesía", añadí. La maldita enfermedad no cejaba. Por eso me ha llamado. 
Desde que Yolanda y yo lo conocimos en Badajoz, en el famoso congreso de escritores extremeños del 82, el del "Manifiesto palmario, horrible pero necesario contra el arte rupestre del siglo XX en el oeste de España" (que firmamos los tres), fue nuestro amigo. Desde entonces le llamábamos tío y él a nosotros sobrinos.
Qué conversación más triste, qué pena tan grande. Salvo por el consuelo de que sus versos seguirán aquí. Renacimiento acaba de publicar una antología: Amor (selección y prólogo de José Julio Cabanillas), que, me cuenta Blanca, llegó a tener en las manos. 
Me confesaba que, tras leer esta mañana un artículo dedicado a su memoria en la prensa local, se decía a sí misma que había sido una suerte convivir tantos años con Vicente, por lo bueno que era (doy fe) y por su condición de poeta. Ese Amor es por ella. Sobre todo. 
No nos vimos tanto como ahora hubiera querido, es cierto, pero se pasó unas cuantas veces por la Editora, sobre todo por la sede de Manos Albas, y nunca dejamos de escribirnos. Era de Mérida y en Mérida le dirán mañana una misa a las 20:30 en la Basílica de Santa Eulalia. Adiós, amigo.