14.6.13

Insumisión

Ningún título más adecuado para este nuevo libro de Eduardo Moga (Barcelona, 1962) que publica Vaso Roto. Imposible condensar lo que dice esta obra turbulenta, apasionada, desbordante, torrencial, híbrida -la prosa, el verso y ni una ni otro convencionales-, acaso interminable... Un libro excesivo, por qué no. O desmesurado. Que, en efecto, no se somete a (casi) nada ni a (casi) nadie.
 












Sorprende la capacidad lingüística de Moga, su forma de hacer literatura. No en vano cita a Wittgenstein: "Los limites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo".
La vida y las lecturas. La existencia más propia e íntima dialoga con lo que otros han escrito, pero el resultado no es eco de nadie (con estar Vallejo, Gamoneda, Paz, Whitman y algunos otros en la música de fondo), sino voz única. A ratos, en su ensimismamiento, en medio del envolvente monólogo, o del inspirado delirio, su voz parece intransferible: por hermética.
Poesía de abismos, de noches oscuras e infinitos insomnios, de soledades y silencios, de luces y sombras. Torturada o excelsa. Celebratoria o dolorida. No apta para estómagos delicados.
Poesía, con todo, de cálculos precisos, no escrita de cualquier manera, por mucho que lo experimental y hasta lo automático, un decir, tenga su importancia. 
Allí, informes de anatomía patológica, reseñas de libros (Gimferrer), referencias a escritores: Cioran y Cunqueiro, a políticos como Aznar y a mártires como Miguel de Molinos, ordenadas enumeraciones caóticas y un poema en prosa (cómo calificarlo) escrito con versos de numerosos poetas vivos y muertos se mezclan con poemas donde lo lírico se abre paso.
Palabras hermosas y desagradables para describir, digamos (revelar, mejor), realidades no menos escabrosas o sublimes. Para paisajes sórdidos o espléndidos. Del amor y de la muerte. Hasta el insulto hace acto de presencia: "Los incapaces del silencio". Pura vida, vamos. La insumisión de Moga contra la amenazante, veloz deriva. Un hombre en medio de la incertidumbre.