31.5.13

En RNE

Mañana estará uno con Pepa Fernández en su programa No es un día cualquiera. De once y veinte a doce menos cuarto. Ella y su equipo visitan el Valle del Jerte. Será en la Agrupación de Cooperativas. Rodeados de cerezos.

Dos cuentos de Marina Perezagua

Todo, dicen, está en Internet. Otros: si no está, no existe. Así, buceando, se ha topado uno con dos cuentos de Marina Perezagua. De su último libro, Leche. Se trata de "El alga" (AllegraMag-Revista Digital) y “Homo coitus ocularis” (specimens-mag.com), uno de los más bonitos del conjunto. Pueden darle al lector curioso una idea acerca de por dónde transita la escritura de la joven narradora. 
De regalo, una fotografía de la presentación neoyokina del libro, junto a la conocida escritora Elvira Lindo y al escritor mexicano Álvaro Enrigue.


29.5.13

SFO

No hace mucho que hablé en este rincón de un libro que combinaba la poesía y la fotografía. Me refiero a Bajo la lluvia, de J. Jorge Sánchez y José Naveiras. 
Algo parecido a lo que ocurre en SFO. Fotos y poemas sobre la ciudad de San Francisco. Los autores: el fotógrafo José Luis R. Torrego y el poeta Pablo Luque Pinilla. El editor, Renacimiento
Las fotografías, se nos cuenta, fueron primero, aprovechando un viaje de trabajo de su mujer a la ciudad norteamericana. Surgieron "mientras caminaba" por sus calles. En medio de un paisaje poco californiano, más propio de un lugar del norte de Europa. "Disparando con la cámara a la altura de la cadera". Después, pidió a Luque Pinilla unos poemas. Surgieron entonces un puñado de versos que dialogan con las imágenes ("instantáneas", mejor) y profundizan en la historia personal de los protagonistas. En todas hay presencia humana. "Una suerte de prêt-à-porter poético", comenta LP. Para unos lectores que no son los habituales de la poesía, matiza. 
El libro tiene algo de guía. Lo mejor, con todo, la solvencia de las fotos, por una parte, y de los poemas, por la otra. Y más allá, la perfecta imbricación de ambos mundos en un solo, genuino San Francisco.

28.5.13

Autoridad y educación, por Lledó

¿El principio de autoridad es innegociable para la educación?
"En relación con la educación y la autoridad, de la que algunos políticos han hablado, con poquísima autoridad por cierto, tengo que contar una reciente experiencia. Con motivo de la VII Semana del libro de la Biblioteca Pública Municipal de Salteras, ese precioso pueblo, próximo a Sevilla, donde nacieron mis padres, he tenido un encuentro, con alumnos y profesores, en uno de sus colegios públicos. Como creo que el ser humano es lo que la educación hace de él, y como creo profundamente en la igualdad de la educación, en la educación pública, el recuerdo de ese encuentro me acompaña todos estos días. Un colegio alegre lleno de la luz que me transmitía no solo las claras paredes, adornadas de dibujos, propuestas de alumnos, manifestaciones de sus inquietudes e ilusiones, sino el diálogo con ellos, la entrevista que me hicieron, la libertad que irradiaba la educación que estaban recibiendo. Comprobé, además, el entusiasmo, la calidad de ese grupo de jóvenes maestros y maestras, que saben que la autoridad consiste, sobre todo, en tener verdadero interés por lo que enseñas, amar lo que enseñas y, de paso naturalmente, amar a aquellos a los que enseñas, y en los que haces crecer la libertad, la libertad de pensar, de ser, por encima de los sectarismos y fanatismos con que se manchan los comienzos de la educación y que acaban corroyendo, aniquilando la vida".

Emilio Lledó, "Respuestas para tiempos convulsos". Babelia, El País.

27.5.13

El Mal de la Muralla

La editorial ruteña Ánfora Nova publica en su Serie Ensayo El Mal de la Muralla, de Jesús García Calderón. La obra lleva por subtítulo Epístola sentimental sobre el aprecio de algunos habitantes de Lugo por sus murallas
Vayan por delante un par de consideraciones. La primera, que el actual Fiscal Superior de Andalucía estuvo destinado en la amurallada ciudad gallega, como Fiscal Jefe, entre 1995 y 2001. La segunda, que esa referencia a Lugo y a su muralla, con ser del todo exacta, no acota el territorio sobre el que se establece este ensayo, de proyección universal y largo alcance. 
Epístola porque responde a otra, que le envió en su día el filósofo y teólogo Xosé Alvilares Moure, autor de Dignidade e indignidade da política (Epístola moral a un fiscal amigo)
"La mirada del forastero" se titula, por otra parte, el prólogo de otro amigo lugués, Jorge de Vivero, compañero de tertulia y de programa radiofónico en Radio Lugo-SER, donde se atisba, si no se le conoce (y al revés), la imponente personalidad de GC. Por eso, y por su capacidad intelectual, ha podido componer este interesante, hondo discurso sobre un Mal que suele aquejar a los habitantes de las pequeñas ciudades provinciales cargadas de historia y de monumentos. "¿Y qué es El mal de la Muralla?", se pregunta De Vivero. "Muchas cosas en pocas páginas (...) A bote pronto, yo lo calificaría de ensayo lírico. Un ensayo de psicología colectiva, de urbanismo, hasta de literatura".
Un ensayo que empieza por colocar en su sitio a "los ambiguos", esos dañinos elementos que pululan, siniestros, por la periferia (y no solo), emboscados en las sombras que proyectan las murallas. Para eso recurre a Aulo Gelio: "la verdad es hija de su tiempo". Personas completamente distintas de aquellas a las que dedica su refexión, capaces de sobrevivir con dignidad en un medio, a veces, tan hostil.
Cree GC que hay dos Españas: la del Atlántico y la del Mediterráneo. Por eso él, natural de Badajoz y andaluz por estudios y tareas profesionales, se siente también de Lugo, una ciudad, conviene resaltarlo, del Norte, más que un punto cardinal, como bien sabía su admirado Philip Larkin. Como buen lector, echa mano de El desierto de los tártaros, la memorable novela de Buzzati, de la famosa fortaleza Bastiani, para explicar, siquiera en primera instancia, lo que es el Mal de la Muralla y, al hacerlo, nos ofrece un ensayo dentro de otro y lo hace con la pasión del que se entusiasma con lo que esas páginas de estirpe kafkiana logran transmitir a propósito de la vida encerrada y amenazante del teniente Giovanni Drogo, que parafraseando a Satie, puede ser el nombre de cualquiera. Y al lado de Buzzati, un lugués: Luis Pimentel, poeta, paseante incansable y circular dentro de esas murallas que son símbolo y fe de las vidas al margen. De los que se quedan. En "una pequeña patria". De los que permanecen anclados a esos "ágiles barcos de piedra". "Un signo de distinción", quizá. De quien se hace "diferente y cabal". En recintos murados, tierra adentro. 
A las ciudades históricas ha dedicado GC no pocos estudios. No en vano es, como jurista, uno de los más acreditados expertos internacionales en la defensa del Patrimonio Histórico. De su expolio y degradación, sí, pero también de lo que se conserva y rescata. Algo que podemos relacionar con la idea de Europa, un concepto insoslayable: lo europeo, que aparece con frecuencia en este ensayo.
Y ya en la concéntrica Lugo: el adarve, ese camino situado en lo alto de una muralla por el que los lucenses pasean, piensan, observan... Y al fondo, el río, el Miño, ese complemento ideal de cualquier lugar habitable. Y arriba, el "cielo encapotado", casi siempre. Y todo para mirar, más que nada, al interior, que es donde suele dirigirse quien padece el Mal. Porque "la muralla romana invita al recogimiento". 
Alude GC a la "poliorcética de las ambiciones", "un arte que no procura la defensa del espacio físico que ocupamos, sino la defensa del espacio moral que habita el alma ante el combate incorregible del tiempo". 
Y evoca a Eliot, su epitafio, el verso de East Cocker: "En mi principio está mi fin..." Hablamos de "geografías interiores". Porque la "ciudad nos explica". 
Llevan algunos allí "la vida de otro modo", que diría Ángel Campos Pámpano, y son más libres, tal vez más independientes. Como el citado Pimentel ("poeta amurallado", según Villena). O Ánxel Fole, otro de Lugo. "Hombre da vila", dijo éste de aquél. Gente sujeta a un paisaje que aúna el campo y la ciudad. Para los que la muralla es "verdadera condición espiritual", "compromiso moral". Un cobijo: siquiera ese refugio. Pero que no pierden de vista un verso del autor de Barco sin luces: "cuando hablo de mi ciudad hablo del mundo". Donde lo exterior es reflejo de lo interior. Que ven las cosas, a pesar de su Mal (o por eso), con perspectiva y distancia. Mal de la Muralla que es Mal de la frontera en Badajoz o Mal de la Alhambra en Granada. O, dice uno, Mal de Murania aquí. Y al escribir "aquí", queremos decir en ciudades donde la "centralidad" lo es todo. Su esencia. Ciudades que, a lo más, tuvieron un ensanche camino de la nueva estación, cuando la llegada del ferrocarril. 
El caso de Lugo, el que centra este ensayo plural, es paradigmático en cuanto a la corrupción inherente a esos sitios cerrados. El caciquismo en concreto. Y aunque GC se mantiene, por su condición de fiscal, al margen de la política, no sería difícil poner apellidos a esa lacra de tan penosa actualidad, pero tan antigua. Quien sufre el Mal "sabe mirar la suciedad moral de la corrupción mejor que los demás", afirma el autor, y hace mención a la "lucha solitaria", a pequeños grupos de "íntimos" que luchan contra ella. 
Ya se dijo, y se ha repetido, que no es sólo Lugo y su muralla romana. Es también Ciudadela, en Menorca, o las localidades antes citadas. De las que huir o escaparse. O en las que permanecer. "Lo importante es el camino que se recorre y no el destino que buscamos". Con "serena lentitud" y "dignidad". 
Sostiene JGC que Lugo es el último "lugar remoto" de Europa. Ahora lo es menos. También para uno, que paseó la ciudad con él una lejana tarde de primavera, y que ha leído el libro de poemas que dedicó a aquella indeleble estancia: Un lugar en el Norte. He leído esta nueva obra, que nos confirma el potencial de GC como diarista o cultivador del ensayo de rostro humano (o humanista), desde el íntimo convencimiento de que era un libro escrito para uno, lo que no deja de ser el colmo de la felicidad en literatura. Cuando sentimos eso... Escrito para mí y para todos aquellos que se reconocen en los síntomas de ese melancólico Mal. Un libro, y termino, donde su autor tanto ha dejado de sí mismo.

26.5.13

La poesía según Trapiello

T. por Guadalupe de la Vallina
"La poesía es lo único que cuenta, es el germen de todo, lo que nos lleva un poco más lejos. Para mí la poesía es la línea más corta entre la vida y el misterio, una especie de “símbolo aproximativo de la verdad”, que decía Ungaretti. De la poesía, y no digamos de la mía, me da mucho apuro hablar siempre. La poesía es lo íntimo en estado puro, la verdad indemostrable. Y en cierto modo, inefable. Puede uno cultivarse mucho leyendo poesía o teoría poética, pero el sentimiento que hay en tal o cual poema, esa emoción que sentimos ante ciertos poemas, ante una sonata, ante tal o cual cuadro, eso resulta muy difícil de definir y de explicar. La poesía tampoco es privativa del poema, la hallamos en una novela, en una obra de teatro, y por supuesto en la música, en la pintura, en muchas manifestaciones humanas, en la manera de poner un mueble, en un vestido, en la manera de hablar o de escuchar a alguien sin juzgarlo. Creo que la gente respeta la poesía porque sabe que en el fondo nos hace fuertes y delicados. Claro que algunos confunden también la poesía o lo delicado con la cursilería, o que creen que la poesía es una cosa de moñas, pero para esa confusión no hay remedio. Damos por supuesto que Leopardi o Machado o Juan Ramón fueron personas delicadas, pero me gustan también mucho los que son delicados a su manera, un poco toscos, pero siempre con naturalidad, como Baroja o Solana. La poesía para mí es eso, el cultivo de la naturalidad".

De la larga entrevista de Marcos Abal y Ernesto Baltar a Andrés Trapiello publicada en la revista Jot Down. En su blog. Hemeroflexia, ha añadido un comentario a esa conversación, porque "una respuesta quedó algo coja, pues se modificó y acabó en dos líneas, pero no la pregunta, dando la impresión de que acaso uno, como suele decirse, se salió por la tangente". La pregunta era: ¿Qué escritores actuales (españoles o extranjeros) te gustan o te interesan?

GHB

Ayer publicó El Periódico Extremadura una entrevista con Gonzalo Hidalgo Bayal. En una nueva sección: Letras desnudas, de Salvador Vaquero. Se puede leer, en parte (y bastante mal), aquí.

Fotografía de Emilio Antero

25.5.13

Tres libros

Da gusto echarle un vistazo al catálogo de la benéfica colección asturiana Deva. El número 33 -aunque veterana, ha ido a un ritmo pausado- corresponde a El niño de arena, ópera prima del joven poeta (real) Carlos Iglesias Díez. Reúne poemas escritos entre 2003 y 2011. Un breve prólogo en la solapa de Fernando Beltrán y un extenso y pormenorizado epílogo de su amigo, poeta y compañero de estudios Rodrigo Olay presentan a la perfección tanto el historial del libro como a esta poesía de línea clara, urbana, realista, que sigue la estela de la poética española de la experiencia en su versión más sutil, mínimalista y despojada. "Los restos de la noche", "Briznas" y "Puntos suspensivos" son las partes que lo forman. Según Olay, "paisajes alucinados y noctívagos que un niño insomne imagina en la penumbra de su cuarto", "un delicado catálogo de obsesiones recurrentes alfabéticamente ordenadas" y "el tema del amor", respectivamente. En esta última parte también aparecen unos sentidos versos dedicados a la memoria del padre muerto. No ha empezado Iglesias con mal pie. 

Otra vuelta de tuerca a la misma poética citada hace un momento parece dar también el poeta y pediatra extremeño Carlos de las Heras (1949) con su nuevo libro, Tratado de melancolía urbana (Complugenia. Gran Vía). Nada que ver con su obra anterior, Los cabreros, publicada en 2009. Aquel mundo rural a punto de extinguirse da paso a una poesía instalada en el tráfago urbano (madrileño sobre todo: en la cubierta, una fotografía de la Gran Vía con el Círculo de Bellas Artes al fondo), muy en sintonía, repito, con la que practicaron y aún practican, siquiera en parte, los más conspicuos poetas de aquella famosa corriente. No falta aquí, claro está, el tono personal y los asuntos, al ser autobiográficos (o eso parece: no se olvide el componente de ficción que defiende, para la poesía, esa tendencia), no pueden sino insistir en lo más propio. Poemas, en suma, llenos de vida o donde la vida entra de lleno. Su actualidad, sus problemas, sus padecimientos, etc. "Antes del saqueo" (primera parte) y "después del saqueo" (tercera), con un intermedio de homenajes: a Bécquer, Lorca y Miguel Hernández, además de un poema penúltimo y otro final, donde -a modo de poética- el autor cuenta cómo concibió esos versos y ese libro, en sus paseos mirandeses entre Briñas y Haro.

Una de mis carencias lectoras, y son muchas, remite a la obra de Mauricio Wiesenthal. Sobre todo en su vertiente memorialística (Libro de Réquiems, El esnobismo de las golondrinas y Siguiendo mi camino), que es la que más me interesa. La Isla de Siltolá, que va volviendo a su ser, publica ahora sus poemas reunidos: Perdidos en poesía (Colección Vela de Gavia). 
Explica W. en un prólogo claro, valiente y combativo sus ideas acerca de la poesía, tan particulares como, en cierto sentido, clásicas. Su defensa, por una parte, de la métrica y la rima, de la música y la cadencia y de la estrofa, así como su rechazo, por otra, del verso libre, en el que no cree, como no cree en "la poesía intelectual". Defiende que en estos tiempo aciagos, cada cual debe seguir "el camino propio". Y eso hace, lo que me parece del todo respetable.
Se nos dice que se mostraba W. esquivo y reservado para editar sus versos y no estoy del todo seguro de si no hubiera sido mejor que siguieran en el cajón. Más allá de su valor, digamos, simbólico, no creo que aporten mucho ni a su extensa obra ni a la poesía española (y a la catalana y a la italiana, que en esas lenguas escribe también). No es que falte dignidad, ni tal o cual poema logrado o al menos ese "verso feliz" al que hizo alusión Borges, que acaso aparezca en cualquier el libro. No es casualidad que, del conjunto, prefiera los "Poemas del astrónomo", unas prosas poéticas. Con todo... Puede ser que no haya llegado el momento de entrar en ese mundo y, por tanto, que el libro deba esperar una lectura futura. Lo más probable. O que lo que a uno le suena a poesía pretérita, incluso un poco afectada y de otra época, se deba a una educación sentimental y literaria alejada de los modelos que W. ha tenido presentes. Nada, en fin, que no tenga solución ni que importe demasiado.

23.5.13

El mundo de Marina Perezagua

A Marina Perezagua (1978), a su ópera prima, Criaturas abisales, llegó uno gracias al poeta Juan Carlos Marset. La acogida que tuvo ese primer libro fue muy buena. Algunos lectores descubrimos a una narradora nueva y una narrativa entre sorprendente e inquietante, adjetivos que se repiten al intentar calificar lo que escribe; hasta ahora, relatos. 
Enrique Murillo y su independiente Libros del Lince vuelven a apostar por ella y ve la luz, como anunciamos aquí atrás, Leche. Precisamente hoy, a las 19:00 horas, se presenta en el Instituto Cervantes de Nueva York, ciudad donde Perezagua reside. Acompañarán a la autora los escritores Álvaro Enrigue y Elvira Lindo.
La edición, vaya esto por delante, es tan exquisita, un auténtico lujo, como el contenido: catorce relatos de una intensidad llamativa. Pero cuidado, por su calidad. Que nadie entienda que estamos ante una literatura epatante o pirotécnica; superficial, en suma. Todo lo contrario. La escritura de MP es contenida, muy precisa, compleja (no complicada), cargada de referencias y lecturas, que pone el acento no tanto en el lenguaje, barroquizándolo u oscureciéndolo, sino en lo que cuenta. Su estilo es de una discreción natural, por mucho que las historias sean casi siempre perturbadoras. Sobre todo por sus finales. "Desconcertante", dice de ella Ray Loriga, el prologuista.
No cometeré el error de desvelar los argumentos de ese puñado de narraciones. Sí puedo copiar unas pocas líneas de la nota de prensa: "Toma su título del testimonio de una superviviente de la masacre de Nanking, como contrapartida a la historia principal, que se desarrolla en Hiroshima a través de la voz de una mujer intersexual. El trauma biológico acompaña al trauma atómico en la era contemporánea, con un lirismo y elegancia en las formas que ayuda a la digestion de temas sociales amargos". No está mal traído el comentario. En efecto, dos relatos japoneses (el primero, casi una nouvelle) sirven para abrir y cerrar el volumen, algo que da cierta idea de unidad al conjunto; una unidad que, a pesar de la independencia de cada una de las entrega que lo componen, el libro inevitablemente tiene. No sólo por la manera de escribir de MP, un tono y una voz, sino por una serie de características comunes que, como digo, dan un aire de familia a la colección. Así, la atmósfera futurista y la presencia constante de la medicina (la enfermedad es un leitmotiv del libro, así como la muerte), la ciencia (a veces, incluso, la ciencia ficción), la técnica... Otra, la sexualidad y el sexo: descarnado, primitivo, erótico, sensual, emocionante, sutil... animal. Y ya que lo cito, otra variable: la animalidad, diríamos. Hay muchos animales en Leche. Y alguna bestia. La ilustración de la cubierta -otro lujo-, ese impactante cuadro de Walton Ford, es más que elocuente en este sentido y redunda en lo importante que es elegir esos motivos que no dejan de ser la puerta de entrada a los libros. Su primera línea. 
Los sueños, lo onírico, es marca también de la casa. No tanto porque los personajes sueñen cuanto porque al lector le parezca estar soñando.
A ratos, uno tiene la sensación de estar dentro de un cómic. O de una película. O, por qué no, de una pesadilla.
Más allá, lo que Perezagua no puede negar es su inmensa capacidad imaginativa. Su imaginación me parece portentosa. Será, no sé, que uno es muy poco fantasioso, en su sentido más profundo, pero, vuelvo a Loriga, reconozco que me desconciertan estas tramas. Tanto como algunas frases ("el aburrimiento es un caballo marrón hacia la muerte"), que cortan como si de un bisturí o de una katana se tratara.
Le encataría a uno desentrañar cada relato. Contarlos, si pudiera o supiera, con la misma emoción con que se cuenta un secreto. O una historia que suponemos memorable. O terrible. No, nadie puede salir indemne del fascinante mundo de Marina Perezagua, una escritora, o eso creo, imprescindible.

22.5.13

Capotiana

El escritor Toni Montesinos, que acaba de publicar en Pre-Textos el ensayo La pasión incontenible. Éxito y rabia en la narrativa norteamericana, ha colgado en su blog, Alma en las palabras, una breve entrevista conmigo. En la introducción explica: "En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álvaro Valverde". Gracias.

21.5.13

Artículos y ensayos de Fernando Pérez

Miguel Ángel Lama explicó en su blog la génesis de este libro que ahora, tras hacerme eco aquí de su salida, tengo por fin en mis manos. Gracias a él.
Artículos y ensayos, de Fernando Tomás Pérez González, aparece en el sello del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, colección Magistri, y si bien bonito, en rigor, no es (al menos por fuera), tiene empaque. Por sus dimensiones, el abundante número de páginas y, cómo no, su tapa dura.
La idea de reunir los artículos y ensayos de Fernando Pérez es del todo loable y pertinente. Para algunos, ya tardaba. No abundan entre nosotros empeños así.


Los editores, Asunción (Susi) Fernández Blasco y Fernando Pérez Fernández, mujer e hijo mayor del autor, han divido el libro en dos partes: "Contribuciones a la historia del pensamiento español" y "Edición y crítica".
En el prólogo, que firma FPF, y uno ha leído con el corazón en un puño, se hace alusión a la modestia, tenacidad y discreción del autor, un investigador sistemático, y a sus aportaciones, llenas de profundidad, rigor y coherencia, sólo aparentemente modestas. No en vano compaginó esa vocación (que iba de la historia a la literatura, de la ciencia a la filosofía, del periodismo a pedagogía) con su tarea docente y, más adelante, hasta su prematura muerte, con su trabajo gustoso como editor, el mejor que hayamos tenido por estos lares.
Se recuerda su gravedad, que disimulaba con una aguda ironía, y su carácter serio, pero jovial. Se mencionan algunos nombres propios (maestros, colaboradores, amigos, etc.) y algunos versos convertidos en lemas que supo hacer suyos: el machadiano "Hacedme / un duelo de labores y esperanzas. / Sed buenos y no más, sed lo que he sido / entre vosotros: alma. / Vivid, la vida sigue / los muertos mueren y las sombras pasan; / lleva quien deja y vive el que ha vivido", y el "Recuérdalo tú y recuérdalo a otros" de Luis Cernuda.
En la primera parte del libro aparecen, entre otros asuntos, José Álvarez Guerra, el bisabuelo de los Machado, a quien dedicó "su obra de mayor envergadura" (FPF dixit); la enseñanza y liberalismo o la enseñanza y la Ilustración; los periódicos y la literatura efímera (que tanto le interesó); los elementos hebraicos en la Biblioteca de Barcarrota; más sobre la educación en el XIX; y el pensamiento en Extremadura durante el tránsito del XIX al XX (y la recepción de la modernidad).
En la segunda, un ensayo sobre el Ferlosio de Gonzalo Hidalgo Bayal; las relaciones del libro extremeño con la enseñanza (una de sus pasiones); la Biblioteca de Barcarrota (de la que fue pieza clave); el ensayo en Extremadura; su padre, Fernando Pérez Marqués, mucho más que un azoriniano maestro de escuela; el pintor Ortega Muñoz; y, en lo referente al mundo de los libros, acaso su mayor aportación: el estudio, "La Ilustración pasa en berlina", que abre el catálogo de Extremadura en sus páginas, una magnífica muestra que, por cierto, no llegó a ver en el MEIAC.
Cierra el volumen la bibliografía completa del autor. 
Echa uno de menos un artículo, descartado -me dicen- por ser de opinión. Me refiero a "Los académicos de Argamasilla", publicado apenas tres meses antes de su muerte en el diario Hoy; una pieza clave de su preciso quehacer que, además de estar escrito en una prosa finísima, tiene algo de testamento literario y moral, dos términos inseparables en la labor intelectual de mi añorado Fernando, un español que pensaba, un extremeño cabal.

20.5.13

Varia

Wert
Se ve a las claras que W. quiere regresar a una enseñanza parecida a la que recibió. El mero hecho de comprobar lo que aquella formación ha hecho de él, en lo que le ha convertido, debería disuadir a cualquiera de apoyarla. 

Hipocresía
A cuento de qué tanto escándalo por la defensa que hizo aquí atrás Berlusconi de Mussolini cuando en España buena parte de la derecha sociológica, digamos, todavía no ha renegado de Franco. De su "régimen autoritario", como le dijo Rajoy al editor de The Economist, por seguir el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. En fin, así les va. Y así nos va, en pleno revival, a todos.

Con y
Preguntaba en el control de Lengua de 5º por una palabra que acabara en "y". En concreto ponía: "Jefe de Estado en España" y, para ayudarles (qué saben los muchachinos de Estados), ponía la primera letra: "r". Unos cuantos escribieron: "rajoy".

Habla, Monago
Lo tengo claro. Meridianamente. Para demostrar que nuestro presidente autonómico no vive en la realidad, que fantasea sobre lo que de verdad sucede y pasa, que no es nada bueno, y que va a peor, basta con oír cómo habla. Sí, cómo se expresa en público. No por lo que dice, que da igual, sino, por su forma de decirlo. Ese tonillo que de extremeño poco o nada tiene, por mucho que él diga, y que resulta, no exagero, ridículo. Esto, claro, no se lo van a comentar sus asesores, ni ninguno de esa acrítica camarilla que rodea al jefe. Lo mismo hasta lo han propiciado ellos. O lo refuerzan. El del marketing, por ejemplo.
Me recuerda un caso semejante: el de Aznar, otro delirio. El culmen, su texano "Estaaamos trabajaaando en eeello". O a Maduro hablando a lo Chávez... mejor que el difunto.
En esto, Monago no imita a su modelo, Rodríguez Ibarra, ejemplo de naturalidad expresiva. O de forzar la cosa para que lo parezca, justo todo lo contrario. Ni a su consejero de Economía y Hacienda, que se expresa, digamos, en un castúo cerrado que evoca ruralidades de antaño.
Caí en la cuenta al pasar aquí atrás, camino de otra parte, por una tertulia de 13 TV. No era normal esa musiquilla tan cargante. (Ni consultar el teléfono en plena entrevista, añado.) Y lo que se regodea en ese discurso cantarino el buen hombre. Será, me digo, que, a falta de cosas serias e interesantes que contar (quién se cree lo del "milagro extremeño" y otras fantasías de ayer y hoy), envuelve ese vacío con el desconcertante y cansino sonsonete. De eso debe tratarse, si no... Lo mismo se le pega, ahora que lo trata, el acento de Felipe González. Otro dislate, por consiguiente.

19.5.13

CB

Con motivo de la concesión del Premio Cervantes se han multiplicado las ediciones de obras de José Manuel Caballero Bonald. Me llega la preciosa antología, Marcas y soliloquios (1952-2012), que en edición de Juan Carlos Abril publica Pre-Textos en la no menos bonita colección de antologías de La Cruz del Sur. Lujo por lujo, diseño y poemas, que en esa editorial nunca es ostentoso. 
En la introducción, con forma de ensayo, Abril sitúa la obra del poeta jerezano en distintos ciclos: de Las adivinaciones, existencial, del laberinto y de Argónida. La abrocha con una bibliografía básica. Los poemas vuelven a dar fe de la consistencia de una de las poéticas más importantes del panorama lírico español contemporáneo. De principio a fin.
Juan Carlos Abril es también director de la revista de poesía Paraíso, coeditada por la Diputación y la Universidad de Jaén. El número 8 (año 2012) viene cargado de numerosas colaboraciones de interés. Unas prosas sobre poesía a cargo del inolvidable José Viñals; una entrevista con Alí Chumacero a propósito de su poema "Responso del pregrino"; recuerdos de Pablo García Baena evocando a Juan Bernier, con el Diario de su amigo al fondo; análisis de las poesía completas de Manuel Vilas, Agustín Delgado y Javier Egea; un dossier sobre Poesía Rumana; poemas de un nutrido grupo de poetas; las necrológicas de Gonzalo Rojas (acaba de aparecer en FCE su poesía completa: Íntegra), Tomás Segovia y Nicanor Vélez; y, por fin, múltiples reseñas de libros.

18.5.13

Dos revistas: Suroeste y Ibi Oculus


Un milagro parece. Después de que la Diputación Provincial de Badajoz le retirara su apoyo, contra todo pronóstico (fue la que impulsó la creación de Espacio/Espaço escrito, honroso precedente de este proyecto), y se quedara sola en la financiación la recortadora Junta de Extremadura, Antonio Sáez, su director, ha logrado atraer a un socio importante: la Fundación Ortega Muñoz. Me alegro. Clemente Lapuerta y Antonio Franco, almas de esa aventura, son personas con criterio.
Ya está en marcha el número 3. Veremos.

Fotografía: Guadalupe de Vallina













Ya está en la red el número 6 de Ibi Oculus, que dirige Pablo Luque Pinilla
Poesía Cubana del siglo XX (con poemas, entre otros, de mi admirado Eliseo Diego, y fotografías de aquel importante grupo: Lezama, Baquero, Vitier, G. Marruz..); poesía francesa y rusa (Mambrino y Mirzaev); aproximaciones a Walter Percy y a e. e. cummings; Una lectura de Davide Rondoni acerca del famoso “Canto nocturno del pastor errante de Asia”, de Leopardi, que se reproduce en la versión de Colinas; recomendaciones y rescates de libros (entre ellos, Un centro fugitivo, reseñado por PLP); y más "Ibis", el infantil y la fábula. 
A destacar, las fotografía de Guadalupe de la Vallina que ilustran el internáutico ejemplar.

17.5.13

Júdice, Reina Sofía

Le acaban de conceder al poeta portugués Nuno Júdice el Premio Reina Sofía de Poesía. Lo relata en su crónica Javier Rodríguez Marcos, donde toma la palabra Antonio Sáez, nuestro lusista de cabecera. 
Me alegro. Es un premio justo. Por cierto, hace poco que Júdice pasó por aquí. De la mano de uno de sus defensores, Martín López-Vega. Nada, pura coincidencia.

"Atenas", de Piqueras

Llegué contento de las celebraciones del Loewe, pero la intensidad de aquellas horas madrileñas debieron dejarle a uno, de pueblo al fin y al cabo, incapacitado para proceder a la lectura del libro ganador del último Premio, Atenas, de Juan Vicente Piqueras, al que vimos por allí tan cariñoso y vital como siempre. Con todo, ahora, una vez leído, me arrepiento de no haberlo hecho antes, pues la obra lo merece. 
No resultará una sorpresa para sus lectores habituales, pero se parece lo justo a su entrega anterior, Yo que tú. Quiero decir que, con ser del mismo autor, el tono es otro. Es un libro, o eso parece, mucho más meditado y contenido, por ejemplo, y aunque no falte algún juego de palabras y alguna que otra pirueta verbal, me da la impresión de que el alcance de la apuesta es muy distinto. Más hondo, acaso, o puede que más trascendente, por mucho que la palabra induzca a error. Más en Piqueras.
En Atenas la protagonista es Grecia: sus mitos, sus dioses (a quienes Piqueras se dirige constantemente), su literatura y su filosofía, sus paisajes, sus mares y, claro, sus pueblos y ciudades. Y su gente. O las personas con las él se topó. El valenciano de Los Duques de Requena (1960), que ha vivido en medio mundo (y que ahora para en Argel), residió unos años en Atenas, aunque en la primera frase de la "Nota del autor" que encabeza el volumen afirme: "Atenas no es el tema de este libro". Entre otras cosas, porque "ya no existe". Y más adelante: "Dado que el donde es un don, que los lugares son dioses y que yo no he encontrado todavía el mío en este mundo, diré dónde nacieron los poemas". Y enumera esos sitios que inspiraron, sólo eso, sus versos. Sí, porque el asunto de los mismos es variado, como la vida, y lo que expresan tiene que ver con esos azares y circunstancias vitales de quien se vio en la necesidad de escribirlos.
Que nadie dé por supuesto que estamos ante un libro culturalista. La naturalidad con la que se habla de este poeta clásico o de aquel museo o de aquellas ruinas es grande. Su Mediterráneo es familiar, si bien de otras orillas. Habla Piqueras de lo muy vivido, por muy de paso que fuera. Eso no quiere decir que no abunde, ya se dijo, en constantes referencias a lo que Grecia representa. En cultura, casi todo. No haría falta volver a recordar a Shelley: “Todos somos griegos”. O a Borges, que añadió: “en el exilio”
Decidido a "no tener domicilio", Piqueras ha logrado, sin embargo, con la hospitalidad que le caracteriza, que Atenas se convierta en una casa para el lector. Llena de claridad, pero también con sombras. Por sus ventanas vemos higueras y vides, azoteas y pueblos blancos. Al fondo, un mar color de vino. Y cenizas y desolación e incluso llamas de ese incendio que no cesa, que "las lágrimas no sirven para apagar". 
"¿Quién sabe adónde va cuando se va?, se pregunta Piqueras. Él sigue su camino. Mientras persista y nos dé poemas como estos, poco importa. Poemas, puntualizo, y también versos, que tomados por sí mismos brillan en este libro como la luz de aquellos míticos lugares. Lugares, no se olvide, que son dioses.

16.5.13

Homenaje a García Calderón

Aunque no hubiera podido asistir, me enteré tarde y mal del homenaje que la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx) dedicó en su Día al poeta y fiscal (Jefe de Andalucía) Jesús García Calderón. Fue el pasado sábado en Badajoz, donde nació.
No vi la noticia en el periódico. Tal vez se creyó que su alcance era local. O ni eso. Además, desde que Pecellín Lancharro está al frente de esa venerable institución, no recibo nada. Ni información siquiera. Todos sus antecesores tuvieron a bien hacerme llegar sus cuidadas publicaciones. Y no por obligación, que conste: nunca he sido socio de la misma (por simple coherencia: no me considero bibliófilo). Pero aquéllos, ya se ve, le apreciaban a uno.
Desde la distancia, o, por decirlo mejor, desde el ostracismo, me sumo, siquiera a destiempo, a ese oportuno homenaje. Me hubiera gustado, como ocurrió en el libro dedicado a Castelo con motivo de un agasajo semejante, haber dicho por escrito lo que pienso de él y de su obra, a la que tengo en tan alto aprecio. Eso suponiendo que los recortes o la inepcia no hayan terminado también con esa edición conmemorativa.
"La cultura no es un privilegio ni un capricho, es la fuente de la prosperidad, es nuestra primera fuente de ingresos y debe cuidarse como una industria no contaminante", dicen que dijo JGC. También que "las humanidades son las que animan la verdadera prosperidad" y "las regiones que apuestan por la cultura se adelantan a las demás, combaten el pesimismo y encuentran una senda más airosa para afrontar el futuro". A ver si le hacen caso.
Sí, eso y mucho más manifestó en su enjundiosa charla, "La solución olvidada de la cultura", que ha tenido la amabilidad de mandarme y he podido leer, con la debida calma, al completo.
Su homenaje, por cierto, coincide con una exposición dedicada a su padre, el periodista Antonio García Orio-Zabala (1913-1975). En el catálogo firma el extenso texto "Crónica y olvido de un maestro", que también tendré el gusto de leer como es debido.

15.5.13

Dos poetas a poniente
















 Tenía curiosidad por ver cómo había retratado Pedro Gato a dos poetas que tengo por fotogénicos: José Antonio Zambrano y Santiago Castelo, las dos últimas incorporaciones de la colección Luna de Poniente (De la Luna Libros). No me han defraudado las fotografías. Ese hombre ha logrado arrancarles, con toda naturalidad, su alma, del que la cara es, según dicen, espejo.
El primero publica Tonás de los espejos. En una, dedicada precisamente a Castelo, escribe: "Al espejo de mi casa / le voy a poner dos velas, / para que cuando me mire / el otro no sienta pena". 
La afición del poeta de Fuente del Maestre (1946) por el flamenco no es nueva. En esta misma editorial publicó en 2004 Soleares. A cantar las doce.
La toná es uno de los palos matrices del flamenco. Un cante de gitanos. Poco cultivado, al parecer, por los cantaores actuales. Cayetano Ibarra, que de eso sabe, lo explica en el prólogo. "La toná flamenca es un hombre solo, sembrado de angustia, frente al misterio de la existencia", dice. Vienen de antiguo, como el silencio y la pena.
El libro incluye treinta tonás: quince en cada una de las dos partes de que consta y que se abren con sendas citas de los hermanos Machado, Antonio y Manuel. Suelen ser, en lo estrófico, cuartetas asonantadas. En la "Nota" final, Zambrano agradece a Miguel Ángel Lama su "empeño para que las suyas Tonás de los espejos apareciese como es de razón: desde el sitio que corresponde a la poesía". De suyo va también que remiten a lo jondo. Juanramonianamente, podríamos decir. Sus letras son variadas y atienden a los asuntos de los que se suele ocupar la poesía: el amor, la vida, el tiempo...
El segundo, Castelo (Granja de Torrehermosa, 1948), da a la imprenta Esta luz sin contorno. Consta de una poética (en forma de soneto, que no deja de ser otra poética: "Buscar exacta la verdad certera, / hallar la sed de la palabra viva...") y de dos partes: "Poemillas para las noches de agosto" y "Memorias y otras melancolías". Los primeros, tan breves como su título indica, nos acercan al Castelo más genuino, el de Cuaderno del verano. Ya se ve que el poeta viene de librar una batalla cruenta con la vida. A costa, claro, de la muerte. La de dos de sus seres más queridos: su padre y su hermana. La cita inicial de Gil de Biedma es elocuente: "Y que la vida / todavía es posible, por lo visto". Con todo, escribe, "Quiero seguir soñando / más allá de la muerte".
Los de la segunda sección son poemas muy diferentes. Creí al principio que todos serían de ocasión, circunstanciales: dedicatorias, prologuillos líricos, compromisos varios... Pero no. Los hay, sí, y podría haberse prescindido de ellos, pues, al fin y al cabo, no son tantos; sin embargo, también encontramos ahí poemas de cuerpo cierto: hondos, emocionantes. Así, "Paseo", "Juegos", "Nostalgia de Buenos Aires" (el viaje es una constante del libro), "Añoviejo romano"...
Dos poetas amigos, coetáneos, extremeños de dentro y de fuera (aunque Castelo sea más de aquí que nadie, como vienen a constatar estos versos). Dos libros que aportan solidez, desde lo popular y lo clásico, a la colección Luna de Poniente, que sigue afianzándose.

14.5.13

Carta de Salamanca

Salamanca estaba radiante, aunque cuando llegamos, cerca del mediodía, la temperatura todavía era baja. El cielo, de un limpio azul intenso, permitía que la luz del sol dorara las fachadas de los edificios y la piedra franca de Villamayor luciera como nunca. Qué invento, comentaba, el de esa socorrida arenisca. 
Lo dije nada más empezar: para un placentino, Salamanca... Esa, ay, es un admiración de la que nunca voy a curarme. Ni quiero.
Estábamos allí para presentar, en la Feria del Libro, Plasencias. Un puñado de amigos (Isabel Sánchez: la instigadora, Charo Ruano, los Regalado, Fernando Rodríguez de la Flor y Azucena, Luis Arturo Guichard...) y algunos vecinos y paisanos (como Felipe Crespo) nos dimos cita en medio de una de las plazas más hermosas y transitadas del mundo para escuchar a Elías Moro (amistad a lo largo, sensatez en lo dicho) y a mí, que hablé y leí poco. No anda uno, la verdad, para efusiones líricas.
Solventado el gustoso trámite, firmados unos cuantos ejemplares de la obra, nos acercamos a tomar algo a una de las numerosas terrazas que pueblan las calles y las plazas salmantinas. El sol, tras un invierno lluvioso, y las múltiples graduaciones (era una alegría ver tanto estudiante en flor) habían echado a todo el mundo de sus casas. 

salamanca24horas













Por lugares que uno nunca había transitado, nos fuimos acercando después hasta el río. Una Salamanca diferente se cruzó en el camino. Y no porque uno fuera a una cosa distinta a la que habitualmente busca en ella. Era por eso: por las nuevas rutas trazadas que, como es lógico, te ofrecen la visión de una ciudad desconocida. Tras cruzar el puente romano, otro gesto inédito, nos plantamos (Yolanda, Isabel, Fernando, Luis Arturo, Elías y yo) en La Pachamama nombre poco castizo para un chiringuito castellano y fluvial. Nos llevó hasta allí el buen tiempo, sí, y el hambre, pero sobre todo la nostalgia de Fernando por el viejo Corral de La Pacheca, un tugurio, por todos los indicios, que ocupó el ameno paraje, la alameda, donde ahora se asienta este restaurante concurrido y de moda. Pizzas, tortilla de patatas, ensaladas... y un entrecot para el carnívoro y voraz Moro. Lo mejor: la conversación, la brisa fresca, la imagen fastuosa de la catedral (aunque, como precisara R. de la Flor, uno se sentara siempre de espalda a los monumentos), el Tormes de los poemas de Aníbal... El paseo de vuelta, por otro de los puentes, nos llevó hasta el coche por otra Salamanca, sólo en parte reconocible. Sí, el sábado cambiamos de ruta: la de las sabatinas cañas placentinas por las Salamancas de Salamanca. Un regalo que uno no puede dejar de agradecer a sus anfitriones salmantinos; ninguno, por cierto, natural de allí.

Fotografía de Isabel Sánchez

13.5.13

Cristalizaciones

Se lo decía la otra tarde por teléfono a Miguel Ángel Lama: si tuviera que elegir una palabra para definir la obra de Basilio Sánchez recurriría a coherencia. Su nuevo libro, el primero tras la publicación de su poesía reunida, Los bosques de la mirada (Calambur, 2010), lo vuelve a demostrar sobradamente. Ya dijo el poeta entonces que «esta recopilación de poemas no tiene la idea de despedida, sino de revisión de mi obra y de toma de conciencia de mi idea de poesía. Puede considerarse una forma de tomar impulso para seguir hacia adelante».
Por eso da gusto ver y leer la pulcra edición de Cristalizaciones, Premio Ciudad de Córdoba "Ricardo Molina" gracias a un jurado justo que presidió Pablo García Baena, que se incorpora al acreditado catálogo de Hiperión; ahora, si cabe, aún más solvente. Un catálogo, por cierto, al que se suman de golpe tres poetas extremeños. Además de BS, José Manuel Díez y Antonio Rivero Machina. 
La obra se divide en tres partes: "La noche desmantela las obras de los hombres", "Apenas nada" y "El carbón encendido", de 22, 23 y 22 poemas respectivamente. Poemas, acaso, más sueltos o independientes entre sí, que dan una impresión menos unitaria o de conjunto sin que el libro deje de estar ordenado en torno a unas pocas ideas que lo centran de manera magistral. La lucidez es una de las marcas de la casa.
Una de esas ideas, tal vez la más poderosa, se establece a partir de la anunciada reflexión sobre la propia poesía. Sobre el escribir o la escritura. "Antes de que comience / la vida del poema", nos viene a decir BS en "Teoría lingüística", nada existe: "nos miramos sin vernos, / nos llamamos a voces sin oírnos". "La escritura que dice lo que eres", anota en otro verso. O: "Lo que nos proporciona la escritura / es la tranquilidad de de vernos dentro / sin dejar de estar fuera". Y en otra parte: "Los poemas se escriben / para que caminemos sobre ellos". "Como el que está de paso", podríamos precisar.
De mis notas de lectura, saco las siguientes conclusiones. La primera, que BS es un poeta de la piedad y del consuelo, pendientes como pocos de lo que podríamos denominar, en el más amplio sentido, lo humano: "Soy el hombre de barro". O: "Lo humano del poema / restablece en nosotros una lámpara".
Su poesía es discursiva, apoyada en la reflexión y en el diálogo, con los demás y consigo mismo, meditativa. "Camino hacia lo hondo". Una poesía que respira naturalidad, que se adapta a un ritmo sosegante, que acompaña al lector sin abrumarlo: "Una forma de hablar".
Que se apoya, se sigue apoyando, en símbolos básicos: el bosque, los árboles, la casa, la luz... Que utiliza las palabras de los días laborables: "Cuando escribo soy un mozo de cuerda".
En este libro, BS me parece menos abstracto en lo espacial que otras veces. Las referencias, quiero decir, son más concretas. Se nombran ciudades, por ejemplo, y la propia, Cáceres, se vislumbra más claramente. Lo mismo ocurre con obras de arte o poetas, nombrados también.
Esta poesía piensa tanto como siente: "seguimos ocultándonos para temblar a solas". Es de preguntas más que de respuestas: "El poema convive con lo que desconoce".
Por su edad, también supongo que por su profesión (médico intensivista) una de sus meditaciones más frecuentes es sobre la muerte: "No es la muerte en sí misma / lo que te desconcierta, es su serenidad". O sobre la vejez, por ejemplo en el poema "Esperando a los bárbaros". Allí, "lo desmoronable", "lo frágil".
Por su carácter meditativo, poesía melancólica. De la mejor estirpe. No la de la queja o lastimera, por más "que ya es demasiado tarde para todo". A pesar de que "Solo somos felices cuando no lo sabemos". Cada poema, una herida. Con todo, una poesía que proyecta "la idea de una ventana, la ilusión de una puerta".
A pocos poetas, en fin, lee uno con la complicidad con la que lee a Basilio Sánchez, un tipo coherente, cuya poesía adopta en este libro una forma, sí, cristalina. En "Cartografía incompleta" encuentro unos versos que le dicen (y le desdicen) de manera "clara y precisa":

Cuando sale a la calle, ¿qué puede hacer un hombre
que es consciente de sus limitaciones
y que además escribe
ante la expectativa,
afianzada en la noche, de enfrentarse
de nuevo con lo inmenso, con lo que desconoce?
¿Quién puede mantener en lo que dice
la solvencia de sus significados?

12.5.13

Trapiello

Ya está uno con la nueva entrega de Salón de pasos perdidos, esa monumental "novela en marcha" de Andrés Trapiello.
Miseria y compañía es su título y está tomado de un dicho popular de origen incierto que aparece al frente de un sainete valenciano del siglo XIX. 
Hace el número 18 de la serie y se corresponde con el año 2004.
De ningún autor habrá leído uno tanto. Desde El gato encerrado, que feché el 31 de octubre de 1990. Los demás están junto a él en la misma balda de la estantería. Ya no da para más. Se los ve, si uno se fija, al fondo de la foto de la cubierta de mi último libro, Plasencias. Es deliberado.
Me he comprometido a publicar una reseña del libro para una revista literaria, así que no podré comentarlo aquí. No da uno para tanto. Para escribir dos notas distintas, quiero decir. De todos modos, una de las lecciones de esta magna obra y de su autor es la del trabajo, gustosa virtud. Más en estos tiempos. En fin, lo dejo, que se nos escapa la liebre.

11.5.13

Poesía con Norte

A raíz de un ciclo organizado en 2012 por la Fundación Santander Creativa en el Museo de Arte Moderno de la capital cántabra, coordinado por el poeta Lorenzo Oliván, la editorial Pre-Textos reúne bajo el título genérico de Poesía con Norte. Los poetas y sus poéticas un puñado de enjundiosos textos donde, como acabo de decir, un grupo de poetas reflexionan en torno a sus respectivas poéticas; a la poesía, en suma.
No hace falta volver sobre el viejo asunto de si todo escritor tiene una y si, de tenerla, es previa o posterior al hecho creativo, a lo que escribe. Soy de los que defienden que el poeta piense en lo que hace, ya sea antes o después o durante de dar a luz un poema. En eso se diferencia, al menos en una parte sustancial, el poeta moderno de los que le precedieron, sin entrar a valorar si ello ha influido o no en la calidad de la poesía que unos y otros han escrito.
El editor, Oliván, hace notar, recordando a Ortega, que los españoles somos, en lo que respecta al arte, más proclives a la "impresión y la intuición, frente a los pueblos germanos y anglosajones, en cuya labor creativa tiene más peso lo conceptual, lo racional, el pensamiento". De ahí tal vez, añade, que nuestro modernismo derivara hacia el parnasianismo más que al simbolismo. Es sólo un significativo ejemplo. Hay excepciones, como la poesía meditativa, una tradición de tradiciones que no ha cesado, en nuestro ámbito, desde Unamuno, pasando por Cernuda y Valente, hasta ahora.
Viñeta de Guillermo Trapiello
El grupo de convocados es plural y, en consecuencia, las poéticas recogidas también. Carlos Pardo, Alberto Santamaría, Antonio Cabrera, Luis Muñoz, Rafael Fombellida, Luis García Montero, Antonio Lucas, Juan Antonio González Fuentes y Aurora Luque son los poetas seleccionados.
Aunque me siento más cerca de algunos planteamientos, ningún ensayo me ha dejado indiferente y la calidad media es más que notable, incluso con casos sobresalientes.
"La poesía dice y canta, pero además siente", precisa Cabrera, en uno de los más agudos y razonados análisis del conjunto.
Al espinoso asunto de la diferencia entre la teoría y la práctica se refiere con inteligencia Luis Muñoz. 
Del texto de Luis García Montero sobre "el oficio de poeta" (en tanto que oficio, "un modo de pensar") está lleno de sugerencias y de frases certeras, como "La poesía es una experiencia de meditación, un equipaje".
También me ha sorprendido Fombellida, muy filosófico en la primera parte, pero deslumbrante y más cercano en el resto. "Mi casa en la poesía", dice, "un hogar propio". O: "Ser poeta es bastante, es suficiente y mucho". O, por fin: "La verdadera poesía supone la construcción de un mundo inédito".
Aurora Luque se acerca a su querida Grecia y a la traducción, una forma muy especial de hacer poesía.
Antonio Lucas a "la luz oscura": "Todo pensamiento poético es oscuro" y los poetas "portadores de la claridad" que aquella desprende.
Alberto Santamaría aporta un ensayo tan inquietante y perspicaz como todo lo que escribe. Y son también destacables las intervenciones de Carlos Pardo, "contra la voz personal" y de González Fuentes que vuelve también sobre "la luz oscura".
Ya está en marcha el ciclo de 2013 y Oliván (que, por cierto, acaba de publicar el ensayo José Hierro y el ritmo. La música por dentro) sigue invitando a poetas interesantes que, además de escribir versos, saben pensar su oficio. Ya está previsto que la editorial Pre-Textos, por el bien de los que no podemos acercarnos hasta Santander, siga publicando sus aportaciones.

10.5.13

El Círculo

El de Bellas Artes de Madrid, el genuino. Una institución ejemplar si atendemos a su dilatada trayectoria. Uno, que ha pasado algunas veces por allí, la frecuenta a su modo. Por ejemplo, leyendo la revista que publica, Minerva. En el último número, las siempre sorprendentes y frescas palabras de Nicanor Parra y sus ideas sobre la antipoesía; un completo dossier sobre Georges Perec que hará las delicias (si es que no lo conoce) de mi amigo Elías Moro; y las entrevistas: con mi admirado Pablo Guerrero, con Jabier Muguruza y Bernardo Atxaga (que conversan a tres voces con Víctor Lenore); con Mario Mendoza... 
Por cierto, tengo encima de la mesa el libro (con cedé) El paraíso y los gatos, del citado Atxaga, de la colección La voz del poeta, también del CBA, un recital del escritor vasco sobre ese texto, que combina verso y prosa, con música del acordeón de Muguruza.
Sigo con ella: es una revista seria, densa (en el mejor sentido), de las que ya casi no existen.
Como los del CBA andan de promoción, y los vientos no son propicios a las aventuras que se apoyan en ayudas institucionales o públicas, ahí va un bonito anuncio que me hace llegar Jordi Doce:


9.5.13

Plasencias en Salamanca

Programa Feria del libro de Salamanca



Casi

Así se titula el primer libro publicado por el joven poeta cordobés Rodrigo Manzuco (1988) que fue premiado con el Emilio Alarcos por un jurado congruente del que formaron parte Josefina Alarcos, José Luis García Martín, Jesús García Sánchez (Chus Visor), Carlos Marzal y Aurora Luque. Lo presidió Luis García Montero y actuó como secretaria Rosario Duque. En la cubierta, una preciosa imagen de chatarra espacial (tomada de Google) que resalta sobre el negro visor gracias al diseño de Fernando López. En la contracubierta se nos cuenta que Manzuco es un "técnico informático, especializado en análisis de programación en versiones abreviadas -pseudocódigos- escritos en sistema ordinario natural". No sé muy bien lo que es eso, pero me da que algo tiene que ver con su forma de escribir poesía, que es lo que a uno le importa. Es verdad lo que dice Augusto Censo en el mismo sitio: que estos poemas están "en consonancia con la vertiente más despojada de la poesía última". El título, por tanto, es muy coherente. Anticipa lo que vendrá después. Unos poemas dotados de una seductora fragilidad; humildes, sugerentes y elegantes en su delgadez; propios de una poesía sutil que se podría calificar de minimalista. Pero Manzuco, al contrataque, precisa: la de alguien "sencillo, no un barroco minimalista".
A uno, por ponerse estupendo, le recuerda, a debida distancia, la de un Fabio Morábito. Por el tono, que aquí es forma. Del poeta mexicano, pongo por caso (so pena de que RM no lo haya leído), y de algunos vates españoles de las últimas hornadas que se rastrean a través de las citas y las dedicatorias: Javier Rodríguez Marcos (al que dedica "Frágil", título de un libro del poeta extremeño), Juan Antonio González Iglesias (al que veo detrás del divertido "Nacimiento" donde Louganis, el saltador de trampolín, aparece como artista invitado), Abraham Gragera (tengo sus dos libros publicados encima de la mesa), Josep Maria Rodríguez, Luis Muñoz (otra referencia clave)...
Esa aparente pequeñez puede ser grande. Como en los poemas "Mirad las aves del cielo (Mt 6,26)" o "Más luz". "Lo que ocurre es que siento cosas pequeñas, siempre. / Es todo", escribe en "Corto".
Ya que aludo a ella, la luz es una constante en este libro. Y no sólo porque aparezca nombrada varias veces. Es también por lo que irradian estos versos nada sombríos. Una luz propicia a la felicidad, un atributo adyacente a la juventud, el mar, la belleza y el verano.
Versos irónicos (cuando no humorísticos) que pueden tornar, a rachas, metafísicos; "por la emoción", precisa Censo. Unas palabras de María Zambrano acompañan al último poema de libro donde a uno le suena Brines (al que nombra en otro).
"Mi alma se parece a este paisaje", dice, y creo que se podría aplicar a este libro. O eso parece, más allá de las "máscaras consuetudinarias que nos impone la literatura, de la devastación de las palabras huecas y de los sentimientos con fecha de caducidad razonable". También de "los libros de marca registrada, de la inspiración envasada al vacío", como reza en la ocurrente "Dedicatoria" final, donde brilla el nombre de Francisca García, su madre, a la que brinda un emocionante poema con el mismo título: "Madre".
Tres poemas dedica Manzuco a la poética (aunque no faltan otros guiños): "Debajo", "Obtusía" y "Breve tratado de literatura". En el segundo se puede leer: "Mi premisa siempre: ¿qué? / Mi diálogo: ah, no sabía, ¿en serio? / Mi tregua: qué más da. Y en "Casi", como el libro: "que mi voz sea un susurro, / mis ímpetus un vale, / mi resultado / casi".
En un texto que publica la revista Sibila, Hugo Mujica, al que Manzuco dedica el mencionado poema "Corto", escribe: "la palabra 'casi', es decir, un ya pero no aún, un poco menos que, un aproximadamente, un por poco pero... Casi: tensión y vilo". Sí, eso y más es este libro; el de un "Poeta, no escritor" ("Autorretrato") que me parece que tiene las cosas claras, a pesar de su juventud, un territorio proclive a las indefiniciones.
Tomo nota. No es mal comienzo. Manzuco (apellido inédito, según creo, en las letras hispánicas) pasa a formar parte de la extensa, prodigiosa lista de poetas cordobeses de todos los tiempos. Algo ha de tener esa ciudad para dar tantos y tan buenos versos. Una tradición, o casi.

8.5.13

Novedad

Blog de Demipage

Sibila, 41

J. Doce y J. C. Marset















El número de la preciosa revista sevillana (sólo por el papel...) se abre con "Memorial de Juan Muñoz", extenso poema del director de la publicación, Juan Carlos Marset, dedicado a su viuda, Cristina Iglesias, a cuya obra se dedica un dossier: "Vegetation room"; artista, por cierto, de la que uno tuvo ocasión de ver hace poco la magnífica exposición del Reina Sofía. Siguen excelentes poemas de poetas que, como Marset, siento cercanos: Jordi Doce, Fermín Herrero, Ada Salas, Eduardo Moga, así como de otros que, aunque no conozca tanto, leo, cómo no, con el debido respeto: Antonio Deltoro, Elkin Restrepo, Julieta Valero, Elsa Cross, Rafael Courtoisie, Duque Amusco, etc. Destacaría también el ensayo "La cultura en la era de la mundialización", de Eduardo Lourenço; el "Autorretrato de otro", de Cees Nooteboom, inspirado en los dibujos de su amigo Max Neumann; el adelanto de los poemas del argentino Juan Parra del Riego (cuya poesía completa publicará Biblioteca Sibila-Fundación BBVA); Poema del frío, la composición musical basada en versos de Antonio Gamoneda de la que es autor José M. Sánchez-Verdú (que se adjunta en cedé); los sonetos de Enrique Banchs (con introducción de Roberto Alfiano); textos de Manuel Díaz Martínez y Hugo Mujica; además un nutrido grupo de colaboraciones más. 
Se alegra uno de que las malas perspectivas en lo que respecta al mecenazgo no afecten a esta acreditada revista que biense merece el espacio singular que ocupa en el panorama de la literatura en español.

7.5.13

Marivián

Tratándose de novela, de narrativa en general, camino siempre sobre terreno pantanoso. O eso me parece. Fíjate que, como suelo decir, la poesía es más peligrosa, pero... A pesar de eso, he leído con creciente interés (me suele ocurrir siempre, los primeros pasos, las primeras páginas, me suelen dejar un poco descolocado) La gran Marivián, la última entrega de Fernando Aramburu, con el peso de la culpa por no conocer Los ojos vacíos, otra novela del mismo autor que junto a Bambi sin sombra formarían la "Trilogía de Antíbula".
En Antíbula, ese colectivista país imaginario que el lector siente tan real como cualquiera de los que formaron el Bloque del Este durante los años de la Guerra Fría, se desarrolló la vida de esa gran actriz, nacida Acfia Fenelina Benjamel en 1917, el rostro del régimen (dictatorial), una mujer "vacía", "adicta a los aplausos", "la poseída", que nos relata un periodista que investiga la verdadera biografía de la seductora diva. Lo demás tendrá que descubrirlo el lector. Para ayudarle está la esclarecedora reseña de Senabre, un crítico que viene siguiendo con atención la trayectoria del escritor vasco de la que esta novela no es un paso más, sino otro decisivo.
Me gustaría añadir algo, no sé si anecdótico. Me refiero a que la habilidad de Aramburu para crear ambientes o atmósferas (opresivas, aquí, la mayor parte) no sólo tiene que ver con las técnicas narrativas empleadas ni con la construcción de un determinado lenguaje adaptado a esas situaciones que se relatan, sino también con la invención de los nombres que adjudica a sus personajes y a los lugares por donde pasan o viven. Una  imaginativa forma de operar que, a mi modesto entender, se pone decididamente a favor de la historia.

6.5.13

Popurrí

No da uno abasto para comentar como es debido todos los libros que, poco a poco, lee. Sin llegar a la nota solapera, prefiero dar breve cuenta a que el inmerecido silencio caiga sobre algunos de ellos. Así, Bajo la lluvia, un libro con poemas de J. Jorge Sánchez y fotografías del también poeta José Naveiras García (con prólogo de Ricardo Fernández Romero), que inaugura la colección Visual Poética de LVR[ediciones. Poesía con una gran carga filosófica donde la reflexión, con todo, no impide que los sentimientos se abran paso.
O En la espesura, de José Manuel Regalado que publica la salmantina Gráficas Cervantes. Un libro denso, dividido en diez partes, algunas de las cuales (IV, VI, VII) vuelven a demostrar sobradamente la capacidad verbal (de un castellano tan puro como deslumbrante) y de indagación y de ahondamiento de este poeta, como tantos, casi secreto.
Y, por fin, dos libros de La Isla de Siltolá, que al parecer, y me alegro, vuelve a tener pulso.
Ars Vivendi, de Tomás Rodríguez Reyes, un ensayo sobre la poesía (ganas dan de escribir la palabra con mayúscula) escrito de esa manera tan suya, sin duda particular, tal y como se refleja en las entradas de su blog: Trópico de La Mancha (de donde está tomada la sección "Diario poético"), que incluye, además de sus habituales meditaciones vitales sustentadas en la filosofía, la literatura clásica o la música, un puñado de poemas inspirados en la pintura y, de nuevo, en la música. Un libro para leer con un lápiz en la mano y tiempo por delante.
La otra obra de Siltolá está firmada por su editor, Javier Sánchez Menéndez y se titula Libre de la tormenta (Garcilaso dixit), tercer libro de Fábula, ese ambicioso proyecto en marcha del que ya dimos cuenta aquí y en el último número de la revista Turia. Poesía, diario, memoria... Cavilaciones e impromptus, aforismos y desahogos. Todo al límite.
A la espera de su momento, ya espera encima de la mesa El buen amor, una novela de Olga Bernad, con ilustraciones de Antonio G. Oliete y José Herrera, que publica Ediciones Nuevos Rumbos. Seguimos.