19.1.13

Una reseña, en CHA


HAGAMOS DE ESTE LUGAR UN TERRITORIO

Julio César Galán

Revisiones y preliminares

La apertura de esta primera antología, Un centro fugitivo, se realiza con un prólogo de Jordi Doce en el que se desgranan diversas temáticas, distintas edades poéticas y algunos puntos de apoyos para el lector. Estos poemas representan veinticinco años de creación constante, progresiva y de gran angular. ¿Por qué esa delimitación temporal? Pues el propio autor lo explica: “Educado en el orden, me gustan las cifras redondas. Por eso sugerí datar los poemas aquí reunidos entre 1985 y 2010, aunque antes de la primera fecha (marca la publicación de mi primer libro) ya hubiera escrito algunos versos y tras la segunda haya seguido haciéndolo. Venticinco años pueden dar, ya se ve, para bastante.” Además de ese prólogo, Jordi Doce ha realizado la selección de esta representación de lo escrito por el poeta placentino para la esplendida colección “Arrecifes” de la editorial Isla de Siltolá. Y entre todos estos inicios están los más importantes, los de los poemas. A modo de pórtico esta selección comienza con “Hojas de acanto y rosas”, esencial en palabras de Valverde ya que significa una anticipación de lo que vendrá posteriormente. En este “núcleo germinal” de título neomodernista, que es lo único que tiene de esta etiqueta difusa, se presentan varios aspectos temáticos en los cuales se profundizará después con libros como A debida distancia (1993) o Ensayando círculos (1995) , me refiero a ese ámbito natural, en este caso de varios planos y que perfilan, en primer lugar, esa “vieja piedra de molino”, en luz, en la coordenada temporal de la siesta, que da paso a un huerto sombrío donde se crea un claroscuro, reforzado desde el color por el aroma del limón. Acaba el poema con el siguiente deseo: “Hagamos de este lugar un territorio”. Ese deseo se convierte en un lema y por lo tanto, en camino de toda la obra, con todos sus matices, proyecciones y variantes. Este texto junto con el de Territorio (1985), “Mr T.S.Eliot, Russell Square” y los fragmentos de los Marinos Inmóviles (1996), establecen las coordenadas que posteriormente marcarán en profundidad e intensidad sus libros de asentamiento de la voz y de reconocida madurez. En esa hoja de ruta varios puntos formales y argumentales establecen el recorrido: la sugestión de la poesía inglesa, en concreto, de la poesía del mencionado Eliot y otros como Keats o Tomlinson; el ejercicio meditativo de indagación en lo real (Luis Cernuda, Francisco Brines y César Simón al fondo); y una doble concepción del viaje que, por un lado, “invita al vuelo de la imaginación, feliz de fugarse y soslayar las limitaciones del cuerpo”, y por otro, como medio de observación y de prospección en el recuerdo. Estos son los perfiles que marcan una trayectoria poética desde el orden y calidad.

Mediodía será Madurez: Aquí

Convertir el eco en voz y en escasísimas ocasiones en estilo puede realizarse en dos o tres libros, durante toda una vida creativa o nunca. La mayoría de los casos acaba en ese nunca. Muchos piensan que todas esas generaciones formadas por listas interminables de poetas metidos, en numerosas ocasiones, con calzador son estáticas, pero de cada siglo quedan un número muy reducido de poetas cuya cantidad no sobrepasa los dedos de las dos manos. A Álvaro Valverde se le inscribió en la denominada “Generación del 80” y no hay nada peor para un poeta que colocarlo junto a una distorsión de nombres y aspirantes porque al final las mentiras suelen creerse. El poeta extremeño es de los pocos que seguramente pase esa criba del tiempo; una antología de este tipo supone una prueba y una valorización. Algunas son las diferencias con los cuños generacionales, pongamos las tres más llamativas: la exclusión de la ironía (la tan cacareada ironía), la ausencia de ese carácter anecdótico simplón y la presencia constante de la naturaleza, pero no desde la “visión edulcorada del paraíso” del locus amoenus sino como campo de pruebas para la reflexión y el conocimiento. Esta cara también presenta su “cruz”, es decir, las similitudes: el monólogo dramático, las posibilidades experienciales o las huellas del tiempo y de la ciudad. Aquí hay que decir que los poetas destacables presentan estas afinidades de una manera más avanzada, transformando los lugares comunes en zonas de atracción para el lector aventajado. Así cambiamos el monólogo dramático al uso por la acción metalectora. ¿Qué quiere decir esto? Pues vayamos a esa transacción en el que la creación poética se vuelve diálogo, un intercambio en el que el yo se vuelve un tú textual, para convertirse finalmente en poema propio. Así cambiamos posibilidades experienciales por un ir más allá de la superficie, en una distancia con la identidad, colocando en una misma frontera lo interior y lo exterior. Así cambiamos las huellas del reloj y de la ciudad por una disección del espacio del tiempo y viceversa. Un ejemplo lo tenemos en el título y los poemas de Las aguas detenidas (1989), en el que aún no se ha producido la metamorfosis de la voz en estilo, por diversas razones, las cuales pueden resumirse en que la expresión todavía resulta ampulosa, con cierto tono celebratorio, con algunos añadidos como “níveo envés”. Algo que después se tornará en esa exquisita sequedad, en ese despojamiento de lo innecesario lingüístico, en un ritmo acorde con lo expresado.
En Las aguas detenidas observamos unos poemas de transición. Se podría decir, desde un punto de vista de general, que los tres primeros libros, si consideramos Territorio como un prólogo, formarían un esquema de inicio de la palabra poética, en primer lugar, con sus deudas y búsquedas (Las aguas detenidas); de punto medio en mutación y progreso (Una oculta razón); y una resolución de la voz, ya hecha, en este tercer estadio: A debida distancia. Todo ello para dar paso al grueso de su obra: Ensayando círculos, Mecánica terrestre (2002) y Desde fuera (2008). Faltan aquí, en esta antología, los poemas de El reino oscuro (1999), o mejor dicho, el poema dividido en seis movimientos por donde las constantes poéticas de Álvaro Valverde se muestran en “fugaz transparencia” y en el que hace suyas “las razones de Anteo”. Alrededor de este poemario están estos tres últimos libros publicados por Tusquets, que especifican y matizan obsesiones, además de cerrar un ciclo, ya que su unidad tanto formal como argumental promueven una relación de este tipo. En el caso de Ensayando círculos se ahonda en ese verso de Claudio Rodríguez: “Busco el sitio, la distancia”, el cual podría ser el resumen de estos tres libros. Mecánica terrestre junto con Desde fuera es uno de los libros más representados en esta antología, con sus homenajes a Plossu o Gil-Albert, con sus geografías apacibles, cercanas y extranjeras, y sobre todo, con las imágenes de cuanto se tiene. Todo lleva a ver la vida en las afueras: “Vivir es deslizarse, repetiste,/captar nuestra existencia de soslayo/o verla desde lejos, en lo alto/con la perplejidad del que contempla.”

 De un lugar a otro

Decía Wittgenstein que los “límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo“; a veces, Álvaro Valverde parece decirnos lo contrario. Territorio fue el primer aviso para entrar con posterioridad en Las aguas detenidas. La primera diferencia que nos asalta de ese segundo poemario con los demás libros es la ausencia de títulos, la numeración aporta unidad a la mirada. Si hay un rasgo que define estas aguas versales se refleja en esos claroscuros: “A la hora desierta y fugaz del mediodía,/cuando el azar devuelve en cifra acibarada,/como una representación de lo vivido,/el pasado y sus sombras […]” o también: “A la imagen de un lugar mi  memoria/regresa desvelando las cifras de la noche,/el lenguaje silente de la tierra,/los signos de la luz.” Ahí tenemos ese choque de memoria y lugar, de tiempo y espacio, todo arropado por una palabra que se repite y por eso se carga de una significación especial: mirada. Jardines, azoteas, laberintos o cementerios pueblan Una oculta razón, premio Loewe; este poemario recoge esos choques del libro anterior, pero aquí se sueltan lastres de adjetivaciones o de expresiones algo retorcidas. Y en el centro argumental vienen los ecos de esas sombras, llegan esas muertes tan calladas, el primer verso del poema “Cementerio alemán, Yuste” ejemplifica esto: “Tiene la muerte una medida exacta”. Por otro lado, A debida distancia encauza ese acercamiento al diálogo consigo mismo que se había entrevisto en muestras anteriores, algunos de esos modelos está en “Leyéndome a mí mismo” o con otros autores como Pessoa: “Al fondo de la noche”. En esos diálogos el viaje se bifurca en el recorrido estático de la contemplación y en el dinamismo del itinerario por paisajes extranjeros o lugares como Plasencia, así lo local se universaliza y viceversa, todo expresado y recogido en voz baja e íntima.
Y toda esta primera etapa da paso a otra edad (Ensayando círculos, Mecánica terrestre y A debida distancia) en que la búsqueda de un lugar prosigue y el nomadeo por las estelas del horizonte se recoge en su justa medida, es decir, en una voz hecha, formada por la austeridad en la retórica, con esas composiciones de espacios como “suma de destellos” y siempre en un itinerario que presenta aportaciones para el lector.

El cierre: los inéditos

Este centro fugitivo termina con una serie de inéditos de un libro futuro. Esa segunda etapa parece dar cabida a poemas cuyas características más representativas son una tendencia a la brevedad y a la sugerencia. Este hecho representa un cambio en la creación poética de Álvaro Valverde ya que estamos acostumbrados a que el poeta extremeño alargara su mano en el verso y como consecuencia que hubiese más presencias que insinuaciones. Pero esto no cambia lo esencial: esas obsesiones tan suyas, ahí están lugares como Tánger o Lisboa (emocionante leer el recuerdo de Ángel Campos Pámpano), o también ese poema, “Aquí“, en donde la búsqueda ya se ha encontrado: “Permaneces aquí/por propia voluntad:/es éste tu lugar./Tú eres de él”; ahí está la memoria y alguna de sus rémoras: “Con la melancolía viaja una mirada/que nos devuelve aquello que ensayamos vencido”. En fin, un gran acierto esta antología, tanto por los poemas seleccionados como el momento adecuado y siempre a debida distancia de su publicación.
 
Álvaro Valverde: Un centro fugitivo. Antología poética (1985-2010). Isla de Siltolá (Colección Arrecifes). Edición de Jordi Doce. Sevilla. 2012. 

(Nota: Esta extensa reseña ha aparecido en el nº 750, diciembre de 2012, de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, en la sección “Punto de vista”.)