29.8.12

Cartas rusas


















Me extraña que un libro tan particular como Cartas del verano de 1926, publicado por la no menos singular Minúscula, donde se reúne la correspondencia de tres raros: Rainer Maria Rilke, Marina Tsvietáieva y Borís Pasternak, esté teniendo tanto éxito, al menos de crítica. No es un libro sencillo ni fácil de leer. Sin duda, está a la altura de la exigente obra de cada uno de esos tres nombres mayores de la literatura europea del pasado siglo, en prosa y verso.
Selma Ancira advierte en una nota inicial que hace ya más de treinta años que tradujo este libro al español por primera vez. En lo referente a las cartas, ella se ha ocupado de revisar su traducción del ruso y Adan Kovacsics la del alemán. La traducción de los poemas es también de Ancira y Francisco Segovia y, por fin, la edición y introducción está firmada por Konstantín Azadovski y Evgeni y Elena Pasternak. Como se ve, no estamos ante un libro cualquiera sino ante la edición concienzuda de una obra mayor.
A uno se le antoja un libro para poetas. Quiero decir que puede que quien lo es -o eso siente, o eso dicen- leerá estas páginas con un creciente interés no exento de fascinación. Todo es tan intenso como un extenso poema.
Estamos ante un epistolario excepcional, ante una conversación a tres bandas que se funde en una sintonía propia de tres almas que se admiran entre sí y que celebran su comunión en la poesía.
Como si de un buen vino se tratara, uno lo está degustando, con la debida parsimonia, desde el pasado 8 de agosto. Fue mi regalo de cumpleaños. Encontrado, por cierto, en la intrincada, nueva sección de libros de El Corte Inglés de Bahía Sur, donde sólo se llega con guía o con mapa. Y eso con suerte.
Cartas del verano de 1926 merece, sí, esta recepción impropia de nuestro sorprendente país y de su peculiar gremio de lectores, tan de morralla y bestseller.