12.11.11

Cabañas

Para pensar, añade el título del libro publicado por Maia a partir de una exposición que tuvo lugar hace unos meses en la Fundación Luis Seoane de La Coruña. Hizo alusión a la obra (cuesta llamarlo catálogo) Enrique Vila-Matas en su artículo "Lugares para pensar" y mi amigo Salvador Retana, que está en lo que hay que estar, se hizo con un ejemplar (bastante inmanejable, por cierto, ya que a los ensayos escritos o traducidos al español, se suman los mismos textos vertidos al gallego). Un buen día se presentó en el colegio con el tocho y una cajita de higos pasos que él recolecta y seca en su casa de Gredos. Además de las imágenes (fotografías, planos, herbarios, etc.) de las cabañas de pensadores, escritores, exploradores y músicos como Martin Heidegger, Gustav Mahler, Knut Hamsun, Ludwig Wittgenstein, August Strindberg, Edvard Grieg, Virginia Woolf, Dylan Thomas, Lawrence de Arabia y George Bernard Shaw, se recogen, ya se dijo, interesantes ensayos de uno de los comisarios de la muestra, Alberto Ruíz de Samaniego, del filósofo Félix Duque, del inclasificable y siempre sorprendente Fernando R. de la Flor, del mismísimo Heidegger o de Eduardo Outeiro, impulsor del proyecto, que ha fotografiado esas cabañas (o sus restos) tal y como están en la la actualidad. El libro no tiene desperdicio, más si quien se acerca a él tiene querencias por el retiro, la vida solitaria y contemplativa, el silencio y cuantas ventajas ofrece esa existencia al margen que tantos artistas y letraheridos han buscado a través de los tiempos. Se perdona, por eso, el lenguaje entre críptico, pedante y casi de jerga que a veces se gasta en este tipo de empeños. Heidegger, que tuvo su famosa cabaña en Todtnauberg, Selva Negra alemana, inmortalizada por uno de sus visitantes, Paul Celan, en un poema que lleva por título el nombre de ese lugar, dejó escrito en "Paisaje creador. ¿Por qué permanecemos en la provincia?": "El esfuerzo por acuñar las palabras es como la resistencia de los elevados abetos contra la tormenta". También allí, afirma: "Ciertamente, en las grandes ciudades el hombre puede estar tan solo como apenas en ningún otro sitio. Pero en ellas no puede estar nunca en soledad. Pues la soledad tiene el poder personalísimo de no aislarnos, sino que lanza la entera existencia a la vasta cercanía de la esencia de todas las cosas".