1.9.11

El primer libro de Rodrigo Olay

Se titula Cerrar los ojos para verte (Consejería de Cultura y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias, 2011) y con él ganó el Premio Asturias Joven de Poesía 2010. En el jurado, entre poetas que me suenan y que no, Martín López-Vega, un buen referente.
Joven, como el nombre del galardón, es Rodrigo Olay, nacido en Noreña en 1989. Da un poco de vértigo comprobar que los poetas que empiezan a publicar podrían ser ya tus hijos. No en vano un verso dice: "como un viejo que llora cuando escucha «Penélope...». Más llamativo me parece que algunos poemas del libro sean de 2005, cuando el autor contaba 16 años.
No hace falta volver sobre los innumerable tópicos que rodean a una ópera prima. Me da la impresión que Rodrigo Olay ha obrado por derecho. Quiero decir que no ha ocultado lo mucho que esta primera obra tiene de taller de aprendizaje, de ejercicios de manos, de experimentaciones varias, de tanteos. Lógico. Lo peor es que otros intentan disimularlo y, ya digo, nuestro poeta no. Desde el prólogo (firmado por un tal G. de B. en Logroño), un poema en cuaderna vía que homenajea a los antiguos maestros del mester, se le ven a Olay las intenciones. El juego, la ironía, el humor, las experiencias, las lecturas, la infancia, la adolescencia y, sobre todo, el amor (y el desamor) son sus temas. Y él mismo, claro, porque Montaigne no mentía. Nada nuevo tampoco.
El despliegue de formas para abordar esos asuntos es significativo: sonetos, décimas, haikus (el "soneto de los haraganes", según García Martín), soleares, greguerías y, cómo no, poemas, digamos, al uso, componen el variado muestrario de este libro brillante, sin duda, siquiera sea por esa variedad de registros.
Dije "lecturas" y bueno será detenerse en eso: el estudiante de Filología Hispánica ha leído. Y mucho, añado. Nada habitual, me temo. De ahí que en sus versos se encuentren infinidad de referencias. Por citar sólo algunas, explícitas o tácitas: Gil de Biedma, JRJ, Salinas, Borges, Luis Alberto de Cuenca (que podría haber firmado "La noche de los fuegos"), Bonet, Machado, Bécquer, Juaristi, Ángel González... Intuyo una especial, aunque puedo pasarme de listo: la del mencionado José Luis García Martín, residente en Oviedo también y asiduo animador de tertulias poéticas. Noto su presencia en las series de poemas breves de "Por el ojo de la cerradura", "Cantares" y "Según sentencia del tiempo". Con todo, como diría el inquieto crítico y poeta de Aldeanueva criado en Avilés, un puñado de poemas bastan para justificar la edición de este libro. Por ejemplo, "Autorretrato", "Venecia", "Estambul" (dos piezas logradas), "La verdad en el arte es la belleza", "El retrato", "L'amour de loin" (de aires borgeanos) o el excelente "Fatvm", que cierra el volumen. Bueno, no exactamente, porque el juguetón Olay añade un Apppendix probi titulado "El mapa del tesoro" donde nos da cuenta de un hallazgo: cuatro poemas (apócrifos) de un poeta latino, epígono de Marcial y Catulo: Gayo Bruto Olio, a los que llega a partir de una separata de la Universidad de Georgetown. Roderick O'Lay se ocupaba allí de Gayus Brutus Olius y el trabajo formaba parte de unas actas: Studia in honorem George W. Bush (Washington, 2008). Tras dar detallada noticia del descubrimiento, primero en forma de advertencia y luego de introducción (muy graciosa la "Bibliografía citada", con referencias a autores como Miguel Cansado, C. Mustio Collado o L. A. de Villegas), Olay traduce esos cuatro poemas gayolianos (sic) que se mueven, claro está, entre el divertido epigrama y la atenuada pornografía, y son un colofón perfecto para este libro tan variado como entretenido. En todo caso, como dijo Olio: "El poeta / es libre de escribir lo que le salga / de la gloriosa punta de su plectro / y no debe por ello ser juzgado". Vale.