22.2.11

Noticia de Luis Javier Moreno


















Segunda antología es el juanramoniano título que ha elegido Luis Javier Moreno para reunir poemas escritos entre 1967 y 2007 y que ahora publica la Diputación de Salamanca en una sencilla y bonita edición con dibujo de Mon Montoya en la cubierta. Para celebrar esta nueva salida a escena, se ha acompañado de cuatro prologuistas de excepción: José-Carlos Mainer, Fernando R. de la Flor, Ángel Luis Prieto de Paula y Juan Manuel Rodríguez Tobal, lo que ayuda no poco a situar su obra en el tiempo que le ha tocado vivir, por más que la suya, como toda poesía de verdad, esté llamada a franquear esa caducidad inevitable. Para quienes ya hemos venido leyendo a Luis Javier Moreno, la antología nos permite reconciliarnos con un autor nada pródigo y más bien secreto, al menos en los últimos años. Para lo que desconozcan su poesía, una excelente ocasión de descubrirla. Habrá más de una sorpresa, seguro. Para unos y otros, por los inéditos incluidos, el libro nos permite comprobar que el pulso no le falla y que nuevas obras nos depararán nuevos momentos de felicidad poética. Tiempo al tiempo.
Salamanca, la ciudad de su juventud estudiantil (con Áníbal Núñez al fondo), Rota, la de su juventud profesoral (donde dio clases a Felipe Benítez Reyes y a la que ha dedicado un extenso, espléndido poema) o Segovia, la ciudad donde vive (y en la que nació en 1946), son algunos de los "paisajes del alma" (Mainer dixit) de este "tratado de lugares" (De la Flor dixit) que es su poesía, aunque como buen viajero haya estado en muchos sitios. De esos otros lugares, de cuanto le ha pasado y de los libros que ha leído, también se da buena cuenta en su obra, cernudiana en más de un sentido. "¡Mi vida se ha movido en tantas direcciones! / ¿Soy el tiempo que fui? ¿Soy sus lugares?", se pregunta el poeta.
También se da cuenta de su faceta de traductor, pues sus traducciones son, al fin y al cabo, poemas propios, como explica muy bien Rodríguez Tobal. De ahí que al final del volumen se incluyan algunos de Horacio, cummings (sic) o Robert Lowell; de LJM, vamos. "Sólo soy un poeta adicto a sus maestros", ha escrito. Un acierto más que sumar a esta antología que recupera a un poeta novísimo, por edad, que nunca lo fue. A un solitario rodeado, siquiera en la distancia, de fieles lectores y amigos del que Prieto de Paula, con sobrada  solvencia, dice: "la obra de nuestro autor ha debido soportar el silencio inhóspito de quienes no captan la singularidad de una voz tan auténtica, sin la guarnición de los premios y convocatorias sociales, poco amiga de la ostentación y la charlatanería, despegada del sentido de la oportunidad, la conveniencia o la connivencia".
Al fin y al cabo, como dejó dicho en un poema que tuvo a bien dedicarme, "Somos / la maltratada piedra del románico, / meada por perritos con patucos y gorro / de caciques de estaca en la provincia".
Termino con otros versos, de su poema "Último parlamento de Horacio" (significativo por la importancia que ha tenido en su poesía el recurso del monólogo dramático):
Píndaro es inmortal.
Yo, en cambio, soy abeja del Matino
que en los tomillos liba laboriosa
y en los alrededores del Tíbur con paciencia
escribo, con esfuerzo, en mi modestia,
mis propios versos minuciosamente.