24.1.11

Rapsodia

He leído con el debido arrebato, y del tirón, Rapsodia, de Pere Gimferrer (Seix Barral). Aquí no caben alusiones al entendimiento o a la comprensión de lo leído. No, al menos, en un primer asedio. Me he dejado llevar por las palabras. Palabras rotundas, sorprendentes, llenas de fuerza. Palabras en busca del fulgor, llameantes. Se pierde uno entre el barroco de las imágenes que es idéntico al barroco de las palabras. Todo es cultura, alta cultura, en estos versos que parecen escritos en estado de posesión. Según Gimferrer, en seis días: 25-31/I/2010, fecha al final del libro. El resultado, sin duda, es sorprendente. A uno le recuerda a él, al Pedro de Arde el mar. Quiero decir que esta poesía sólo se parece a sí misma. En español, sólo se me ocurren dos nombres que, a cierta distancia, puedan unirse a esta aventura verbal precisamente por su extrema preocupación por el lenguaje: cierto Jaime Siles y su aventajado discípulo, José Luis Rey. También me recuerda a la mejor poesía novísima, de la que sigue siendo el más genuino representante. Por ejemplo, del culturalismo que aquel movimiento alentó.
"Gracias demos a Góngora y a Dante, / gracias demos al verso y su tañido: / en el reloj de arena de los siglos / cada palabra es nuestra redención, / la que nos salva de morir helados", dice Gimferrer en uno de los mejores y más accesibles poemas de Rapsodia, el muy metapoético (marca de la casa) XIV, que termina: "Al explicarse, el verso nos explica; / lo verdadero es siempre inexplicable / y el poema se explica al llamear".