12.3.11

Arturito

Fue uno de los personajes placentinos por excelencia. Cuando uno era chico, trabajaba como camarero  precisamente en La Placentina, bar y churrería muy concurrida, sobre todos los martes, cuando venía al mercado la gente de los pueblos y los hombres se acercaba a ver un espectáculo que Arturito, ya transformado en Debora Star (su nombre artístico), dejaba correr. No necesitaba ponerse aquellos trajes de vedette que uno le ha visto en algunas Ferias de su infancia y adolescencia para transformarse en la estrella que él se imaginaba. Ni para añadir más pluma a la que ya tenía. Y así ha venido siendo hasta el final. Hoy le entierran en su pueblo natal, Aldea del Obispo.
Ya no le veremos paseando con su perro por su barrio con uno de esos modelitos tan suyos y saludando a todos con la simpatía a la que nos tenía acostumbrados. Era buena gente. Debió soportar lo indecible detrás de aquella barra, mucho antes que a un gay se le respetara siquiera un poquito. Con todo, supongo que le gustaba provocar. En los últimos años le ficharon en una televisión local y allí hizo de reportero, de comentarista (como Canchoinfiel) y cuantas ocurrencias se le pasaron por la cabeza al jefe de aquel garito, humillantes a veces. Al parecer había llegado a bailar (no sé si también a cantar) en alguna compañía nacional cuando era joven.
Hace unos meses, entré una mañana en una tienda cercana al colegio, muy cerca de su casa, y le vi muy desmejorado. Delgadísimo (pero con el vientre hinchado), con barba de varios días, sordo, mal vestido... Me extrañó: no sabía que estuviera enfermo. Bebió en la misma caja del supermercado una bebida de cacao que acababa de comprar. Tuvieron que abrirle el envase. Me dolió que las vecinas sólo le preguntaran por qué iba a hacer con su perro, con demasiada insistencia. Que si dámelo a mí, que si conozco a una mujer que... Era doloroso y él estaba confuso. Cuando salió a duras penas de allí, todas dijeron lo mismo: que malito está Arturo, este hombre se nos muere. Me fui sobrecogido e incluso lo comenté con algún compañero.
Víctor Chamorro lo retrató de camarero en una guía secreta de Extremadura que publicó allá por los ochenta. Arturito no pasará desapercibido en las crónicas de estos años. Ni dejará de estar por un tiempo en la memoria de muchos placentinos.