26.7.10

Ecos

Algunas llamadas telefónicas, unos cuantos correos electrónicos y mensajes de móvil, así como alguna conversación cara a cara como feliz consecuencia de la entrevista del sábado. De los comentarios en internet no digo nada simple y sencillamente porque no los he leído. Nunca lo hago. Ni sobre uno ni sobre nadie. Ni para bien (¿habrá alguno positivo?) ni para mal (cómo tener en cuenta a los profesionales del insulto que se amparan en la cobardía del anonimato). Me cuentan que en un bar de la plaza un alto concejal socialista me llamó impresentable o algo así. De eso él sabe.
Soy dueño de mis palabras (sí, y de mis silencios, que también los hay, entre líneas), pero no de los titulares. Siempre temibles. De la extensa entrevista lo de menos era mi opinión sobre los políticos, que fue al de la portada. Me importan lo justo. Cultos o incultos. Lo de los enemigos, que fue al titular de la entrevista propiamente dicha, ya era bastante más ocurrente. No sé si debí mantener lo de "algunos". Me temo que presumir, lo que se dice presumir, de ninguno. De la enemistad no se presume. De lo contrario, siempre. Vuelvo al principio. Gracias, amigas y amigos.