17.1.10

De Jesús García Calderón

Tengo delante el bonito retrato de Jesús García Calderón que se despliega a todo color en la portada de la revista literaria Ánfora Nova (Rute, Córdoba). Su número doble 79-80 (2009), titulado "La lúcida voz de la memoria", está dedicado al poeta, ensayista, narrador y fiscal que nació, por cierto, en Badajoz (dos días después que uno) allá por el 59 del siglo pasado. Me llena de alegría y de orgullo que, a pesar de su edad, alguien -una revista andaluza con solera- haya tenido la feliz idea de celebrar una más que consistente trayectoria literaria y jurídica. No era de esperar que ese detalle se tuviera para con él en su tierra y esto, que puede parecer una nimiedad, me entristece. No hace falta recordar la gastada frase bíblica, y menos tratándose de Extremadura. Yendo a lo que de verdad importa, la flamante realidad de estas páginas, no deja de sorprender que se abran con las colaboraciones -más sentidas que protocolarias- del Presidente de la Junta de Andalucía, la Consejera de Justicia y Administración Pública de esa Comunidad Autónoma y el Defensor del Pueblo Andaluz a las que le sigue otra de Federico Mayor Zaragoza, ex Director General de la Unesco y también poeta. 
Fotografías de JGC acompañan la bio-bibliografía, "La mirada sincera" (redactada por él), que precede a una nutrida antología de poemas inéditos (de algunos, se muestran los manuscritos; escritos con su preciosa caligrafía, ésa que tanto echamos de menos sus amigos desde que el e-mail sustituyó a la carta) y publicados, a los que se suma un relato inédito, "Cruel Cigalpa", y un extenso ensayo: "Jarrapellejos o la vieja denuncia del drama social". Cierra el lujoso número, ilustrado con dibujos y cuadros de otros tantos amigos, un dossier de homenajes (propiamente dicho) que se abre con textos de Fernando Arrabal y Antonio Carvajal y tenemos el honor de cerrar dos de los tres paisanos convocados: Elías Moro y uno (el otro es B. V. Carande, a título póstumo). Copio a continuación el poema que escribí en Plasencia el pasado mes de julio para celebrar nuestra ya larga amistad que tiene como más reseñable que a uno le diera tiempo a editar una antología de su obra, La soledad partida, en la Editora Regional. Una obra, añado, que tanto admiro. 

DE SOLEDADES

Estás en Lugo, una tarde
templada, inusual del Norte
donde seguí a tu lado
por las calles del centro
la sombra de una sombra
de Pimentel. Y estás
en otra, tórrida, en Badajoz,
escondido en un pub
de elegante aire inglés
donde bien pudo Larkin
conversar con nosotros
de poesía, ese vicio.
Y en tu ciudad de nuevo,
otra vez con calor,
te recuerdo entre risas
haciendo variaciones
-Carvajal de testigo-
sobre el único tema
que a los dos, solitarios,
de verdad nos incumbe.
Un asunto, preciso,
que salva las distancias
que siempre nos separan.
Una distancia, añado,
imaginaria, no real.
Porque a la postre, amigo,
de verso a verso,
lo que transcurre es sólo
una delgada línea blanca
que más que a los silencios
se debe a esas palabras
que, unas detrás de otras,
nos decimos.