6.8.06

Mi particular homenaje

VISTA DE CIUDAD CON TRANSATLÁNTICO

Para Marcelo Martínez

Buenos Aires, 1936, en una imagen
tomada por Coppola. Se ven
paredes traseras sin ventanas
muros manchados por el óxido,
balcones con la ropa tendida,
azoteas con depósitos grises,
tejados de naves comerciales
y almacenes del puerto. En medio,
cables, tuberías, pararrayos.
A lo lejos, y cerca de los muelles,
avanza, entre majestuosa y elegante,
la silueta de un viejo transatlántico.
A bordo, tal vez en sus bodegas
o en uno de sus secretos camarotes,
entre millonarios y hombres de negocios,
divas de ópera, espías y cantantes
de gira por América o modestos viajeros
sin pasaje en primera, alguien que huye.
Puede ser extremeño. De Trujillo.
Sujeta su equipaje
y espera el desembarco.
En su cabeza se mezclan los recuerdos
y se siente confuso. No sabría decir
si apenado o dichoso. En todo caso,
la travesía ha sido larga y él es alguien
que siempre ha vivido tierra adentro.
Cruzar un océano es algo más
que traspasar una frontera.
Cabría preguntarse
si es un cobarde en plena huida
o un desertor en su escapada
o sólo un emigrante que al marchar sobrevive.
Un toque de sirena, el movimiento
de otros pasajeros, una música
que apenas se hace oír entre el bullicio,
le instan a salir. Ya fuera, observa
gastadas guindalezas, adoquines brillantes
y una fila de taxis alineados que esperan.

Al bajar la escalera, ve de nuevo la vida.

(De Mecánica terrestre, 2002)