30.6.06

Información local

Aunque sé -y lo agradezco- que me leen muchos más forasteros que placentinos, no puedo por menos que comentar en voz alta un hecho, a mi modo de ver, significativo: a tres años de legislatura y a falta de uno para las elecciones municipales, en esta ciudad ya ha habido cuatro concejalas de Cultura. Todas ellas, por cierto, del mismo partido. Así nos luce el pelo cultural. Nunca peor, por más que me cueste reconocerlo.
La actual es responsable también de la limpieza. Su última acción ha sido colocar a unos voluntarios un uniforme y dotarles de un pito (un silbato, quiero decir) para que lo hagan sonar cuando alguien saque la basura a deshora.
La cosa, ay, empezó bien. Nunca mejor. Pero la alegría nos duró poco. Suele ocurrir en este pueblo.

29.6.06

Relevo en el Cervantes de Nueva York


En la fotografía de EFE, Muñoz Molina, César Antonio Molina y Eduardo Lago.

Adivinanza (al modo de Forges): ¿cual de los tres está más acostumbrado a usar corbata?

Más premios

El concejal delegado del premio Felipe Trigo ha presentado la edición de este año en Villanueva de la Serena. Recojo una parte de la noticia tal cual la da Fran Horrillo para el diario Hoy:
"En esta edición, el número de obras recibidas es sensiblemente inferior a las que llegaron en la última edición del año pasado, cuando se registraron 109 trabajos --48 novelas y 61 narraciones cortas--. Una bajada del 35% que Teodoro Cruz, justificó en dos razones.
Por un lado, éste cree que la nueva normativa de enviar las obras encuadernadas en espiral, ha podido retraer a algunos autores. Por otro lado, Cruz considera que «el propio caché» que ha ido adquiriendo el certamen literario con los años, ha hecho que "los autores «presenten sus obras de mayor calidad", y prefieran no participar aquellos escritores con obras de una calidad inferior."
La presidenta del jurado será Lucía Etxebarría.

27.6.06

¡Vengan poetas!

Auspiciada por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid y publicada por Sial (del extremeño Basilio Rodríguez Cañada) aparece una nueva antología de poesía. Su elocuente título: La voz y la escritura 2006. 80 nuevas propuestas poéticas. Uno lo lee y se echa a temblar. O a correr.

Marta Mata

Ha muerto la pedagoga catalana Marta Mata. Me da la triste noticia Luis Sáez.
Para un maestro como yo, defensor de la escuela pública, su nombre tenía desde hace años resonancias míticas. Cuando la conocí personalmente en Cáceres, hace unos meses, con motivo del primer Congreso Nacional de la Lectura (donde estuvo en su condición de presidenta del Consejo Escolar del Estado) y hablé con ella, comprendí que lo suyo, como ocurre con todos los que son de verdad grandes, no tenía nada que ver con ni con lo divino ni con lo heroico. Ni estaba fuera del tiempo histórico. Al contrario: era la memoria viva del nuestro. Por las alturas celestiales del engolamiento y la vanidad sólo circulan fantasmas.

25.6.06

Publirreportajes

Yo que usted no me perdería dos publirreportajes que aparecen en la prensa regional. Una larga entrevista con Gonzalo Hidalgo en El Periódico Extremadura (con fotos realizadas en lugares paradojianos) y otro en el Hoy sobre la editorial Periférica (con fotos también, de Julián Rodríguez y a toda página).
En ambos casos el despliegue está justificado.

Por Monfragüe

Hoy ha habido cambio de sitio. Y de paseo, claro. Hemos pasado el día en la casa de S., en Monfragüe. Cerca del viejo camino de Serradilla. Después de comer y de dormitar un poco a la sombra (en el campo procuro estar todo el tiempo al aire libre), he leído del tirón y con creciente placer la novela de Julián. Es de absoluta necesidad, si se me permite hacer un fácil juego de palabras con el título.
Con ella en la cabeza, he dado un paseo solo. Qué distinto al que doy habitualmente los domingos (y ahora, como he contado, más de una tarde) por los alrededores del molino. Olía a jara y a pino. Algo exótico. El viento arrancó a los árboles del bosque un canto estremecedor. No era, desde luego, la leve cancioncilla que le escucho a los robles. En fin, no sigo, me estoy poniendo de un antiguo insoportable. Se ve que Monfragüe no es Montánchez. Ni yo...
Al atardecer he podido darme un baño en una piscina bastante moderna para mitigar los efectos colaterales del paseo. No en todas partes se tiene a mano un vetusto río.

24.6.06

4+1

Sí, tengo cuatro libros de poesía encima de la mesa y todos de amigos: Soliloquio para dos de Eduardo Moga (con fotografías de José Noriega, el editor de El gato gris), La noche a tientas de Lorenzo Oliván (cada vez más esencial y despojado), El que desordena de Tomás Sánchez Santiago (que ha escrito un prólogo para el de Moga) y Viviendo siglos de Pablo Guerrero (que vuelve a cantar en forma de poema).
El uno de más corresponde a Ninguna necesidad, la novela de Julián Rodríguez (reseñada hoy en Babelia y el pasado jueves en el suplemento de La Razón).
Me espera un fin de semana muy leído.

Premios, premios, premios (en versión íntegra y con nota añadida)

Ayer noche se fallaron en Almendralejo los premios de novela y poesía que concede su Ayuntamiento. Uno forma parte del jurado desde hace algunos años. Del mismo modo que la entrega de los premios Extremadura a la Creación abre el curso literario extremeño, éste se cierra, salvando las distancias, con la adjudicación del Carolina Coronado y del José de Espronceda.
Cuando escribo esto, no sé quién habrá conseguido llevarse el gato al agua. Esperemos que, al menos, no acarree las tristes consecuencias que hace dos años, al concedérselo a un libro que meses más tarde se alzó, aunque parezca increíble, con el premio Fundación Loewe. Del lío que formó su irresponsable autor ya se dio debida cuenta en los medios de comunicación regionales y nacionales por lo que no es necesario volver sobre ello.
Una reciente experiencia como miembro de otro jurado me ha hecho darle nuevas vueltas al eterno asunto de los premios literarios.
Para empezar, aunque haya inflación, uno los defiende. Sin ir más lejos, mi primer libro publicado fue una feliz consecuencia, para mí, de la participación en un concurso. Jugué más veces y, en ocasiones, gané. Por suerte, me pude retirar a tiempo.
Si no los defendiera, claro está, no aceptaría ser miembro de jurados y menos después de sufrir las desagradables consecuencias que ese ejercicio, a veces, acarrea.
Mi defensa de los premios se basa, antes que nada, en las posibilidades que proporciona a los autores que empiezan, a los jóvenes. Nuestro paisano, el otrora temible crítico José Luis García Martín, escribía hace un par de semanas en ABC de las artes y las letras: "Los premios de poesía suelen estar gafados: quien después de los cuarenta sigue concursando ya no juega en la misma división que Valente o Brines, sino en la de los muy respetables Ángel García López o Carlos Murciano".
Esta tajante afirmación admite matices, por supuesto. Así, no es lo mismo quien después de esa edad aspira a seguir publicando los libros que escribe y lo hace a través de un premio porque, pongo por caso, no encuentra editor, que quien, por afición, vicio o enfermedad (que uno ya no sabe) se sigue presentado a todo galardón que se convoca con un afán bien distinto. El objetivo no es tanto publicar una nueva obra (en rigor no la hay: a determinado ritmo, la reiteración es inevitable), cuanto seguir ganando dinero a costa de esta curiosa lotería.
De este modo, además de perjudicarse a sí mismo como escritor (hay quien ha tirado por la borda su prestigio literario a este bajo precio), daña a los que buscan abrirse camino en la literatura, que es, sin duda, un motivo más noble.
Hay premios sucios y premios limpios. Los primeros están dados de antemano y los segundos, no. Visto lo visto, para desesperación de los miembros de los jurados, al menos para éste que escribe, los limpios, que son los que conozco, suelen ganarlos casi siempre ventajistas, auténticos cazapremios profesionales. Podría citar nombres.
Lo que cabría hacer es lo que se cuenta apócrifamente de un viejo concurso: que rece en las bases aquello de que podrán concurrir todos los autores que quieran con obras originales e inéditas salvo menganito, zutanito, etc. O participar a cara descubierta, con nombres y apellidos, para que luego el jurado soberano obre en consecuencia.
El poeta Enrique Baltanás ha escrito en su blog: “Los premios literarios pueden clasificarse en tres grandes grupos o reinos: los premios políticos, los sociales y los económicos”. En el primer grupo, sitúa “galardones como el Cervantes, el Reina Sofía, el Menéndez Pelayo, los Premios Nacionales del Ministerio de Cultura… generalidades, juntas…”. En el segundo “aquellos que suelen otorgar cajas de ahorro, ayuntamientos y diputaciones, mayormente” y en el tercero “los premios que atiende sólo, o principalmente, a razones de mercado libre: el paradigma sería el Premio Planeta, pero hay otros muchos”. El profesor sevillano concluye: “premios literarios, lo que se dice literarios, no los hay en España. Porque, después de todo, ¿qué es un premio literario? Quizá sólo un oxímoron”. Para él, se da una inevitable conjunción de opuestos o de ideas contrapuestas en la unión de las palabras “premio” y “literario”.
No creo que las cosas sean exactamente así. De lo que doy fe es de la inmensa alegría que supone premiar un buen libro de un autor desconocido (o casi) y la tremenda pena que da leer en voz alta en una plica recién abierta el nombre de uno de estos concursantes profesionales, con aires de ludópata, que tanto abundan. En este caso, lo más seguro es que estemos ante un libro correcto, sí, pero poco más. Tendremos en las manos un común centón de versos que lo único que quita es la confianza en los poetas y, lo que es peor, en la poesía. Justo lo contrario de lo que pasa con aquél.

NOTA: Lo que uno no se podía imaginar cuando escribió este artículo es que la realidad iba a mostrarse tan crudamente. Sí, anoche, por segunda vez en quince días, un jurado del cual era miembro (además, para colmo, de portavoz) premiaba al mismo autor. En el primer caso por un libro de cuentos; ayer, por otro de poesía. ¿Alguien duda de que mi preocupación estaba justificada? Yo no.

19.6.06

De Boxoyo

Esa acelerada existencia que uno lleva (la que, según mi amigo Basilio Sánchez, médico intensivista, nadie debería llevar) me ha impedido visitar las veces que hubiera querido Boxoyo, la librería de Jaime Naranjo. Sí pasé en distintas ocasiones por su primer local, un amplio piso de Cánovas. También frecuento su sede virtual en internet, una de las mejores librerías de viejo de España, además de uno de los pocos lugares donde podemos encontrar libros escritos por extremeños o que traten de Extremadura. Cada poco, por razones profesionales, me encuentro con Jaime Naranjo hijo, alguien en quien uno aprecia la misma pasión por los libros que adorna la personalidad de su señor padre. Es aquí, en lo del entusiasmo, donde debería haberse centrado la polémica suscitada por el cierre cautelar de su librería resuelto ayer parcialmente por el Ayuntamiento de Cáceres. Ahí estaba la clave de su dolor (antes que de su natural disgusto: al fin y al cabo vive de eso) y, por extensión solidaria, del nuestro: los que amamos la lectura y los libros. Otros, amén del interesado, han puesto sobre el papel los datos técnicos y los informes periciales que avalaban lo aparentemente injusto de la decisión municipal. Sin ir más lejos, Alonso de la Torre en este mismo periódico. Más allá de las grietas (que pudieron provocar unas reformas del anterior propietario), el peso de los volúmenes (los 18.000 kilos iniciales han quedado en 3.000) y el cambio de uso del citado local, parece oportuno ir al fondo del asunto y éste no es otro que en una ciudad que presume, con justicia, de culta y que aspira, por ello, a ser Ciudad Europea de la Cultura en 2016 no debería cerrar ni cautelarmente ni de ninguna otra manera una librería so pena de parecer lo que no es: un villorrio inculto que tolera que se incumpla la normativa en lo referente, pongo por caso, a los ruidos nocturnos y toda la secuela de molestias que ocasionan a los sufridos vecinos (no a uno, a miles) y, sin embargo, es inflexible a la hora de clausurar una pequeña industria cultural. Ya lo han dicho otros también, pero lo reitero: si Cáceres tuviera un número de librerías significativo… Como en Hay-on-Wye, digamos, ese pequeño pueblo del País de Gales donde 1.400 habitantes se reparten 42. No es el caso.
Una librería, por cierto, que como se ha dicho, viene a dinamizar la Parte Antigua, tan necesitada de ello. Y que lo hace gracias a un negocio (si es que vender libros, en rigor, lo es) ideal para esa revitalización.
Uno le tiene mucho respeto, como es lógico, al alcalde Saponi y a la concejala del ramo, Cristina Leirachá. Baste un detalle para justificar esa estima: la Feria del Libro que organizan en estrecha colaboración con los libreros (que, por cierto, están convenientemente asociados) y que no sólo es una de las mejores, si no la mejor, de las extremeñas sino que, por añadidura, no cae, como otras, en el vulgar error de la politización. Por suerte, a Cáceres se invita a escritores (no a uno o dos para disimular) y no a escribidores de esos que copan las falsarias listas de éxitos. Los mismos que luego emiten sus incendiarios programas radiofónicos desde aquí y dejan sus opiniones cínicas y falaces en los periódicos de la región previo cobro de unos pingües honorarios.
Es un secreto a voces que los Naranjo han estado desde el principio detrás de esa ejemplar Feria y esto es un suma y sigue de las poderosas razones que les asisten, razones de peso (éstas sí) que, antes que nadie, debería reconocer el Ayuntamiento de su ciudad.
La semana pasada los dueños de Boxoyo pidieron su apertura inmediata y la nulidad del proceso mediante un recurso de reposición. Ayer se atendió, con condiciones, esa solicitud.
Repetimos cada poco que la imagen lo es (casi) todo y a la menor de cambio la tiramos alegremente por la borda.
Ya sé que a quienes criticamos el cierre de Boxoyo se nos pudo acusar, con simpleza, de demagogos. Me temo, no obstante, que el favor popular no se gana estando a favor de las librerías, pues la mayor parte de la gente no lee. Será por eso que a los políticos no les resultó difícil adoptar la decisión del cierre, a sabiendas de que no les iba a pasar lo que podría haber sucedido si lo sellado hubiera sido, insisto, un bar. Hay más bebedores que lectores, está claro. Ahora bien, con semejante espíritu, que se olviden los cacereños de aspirar a nada; a nada, preciso, que tenga que ver con esa Cultura con mayúsculas de la que les gusta alardear, al menos de boquilla y en público. Serán personas como Jaime Naranjo y librerías como Boxoyo quienes puedan impulsar ese noble deseo, no actitudes romas como ésas a las que, por ahora, ha tenido a bien renunciar el Ayuntamiento.

17.6.06

Sin pasado, sin futuro

El profesor y crítico Pozuelo Yvancos reseña en ABCD las Letras y las Artes Paradoja del interventor. Como esta página caduca, mejor leerla cuanto antes. Merece la alegría.

16.6.06

Últimas noticias

Me cuentan que el Ayuntamiento de Cáceres ha emitido un comunicado de prensa diciendo que se podrá reabrir la librería Boxoyo; eso sí, bajo estrecha vigilancia y con condiciones porque mantienen que hay problemas de seguridad. Mañana en el HOY, más.

Rioyo sobre Boxoyo

"Hay muchas razones para escaparse a Cáceres. Tiene uno de los más hermosos cascos antiguos. Buenos restaurantes -uno excepcional-, razonables alojamientos, variados bares, pequeñas e interesantes editoriales y una población amable y cercana. La última vez que allí estuvimos fue con motivo del primer Congreso Nacional de Lectura, un éxito para la ciudad, para los editores y los lectores.
Además de estas y otras razones que se podrían encontrar para nuestro viaje a Cáceres, desde hace años hay otro motivo para los amantes de los libros, de la lectura: la librería de viejo Boxoyo. Una ejemplar librería que con mucho esfuerzo y con su amor a los libros -que nada tiene que ver con el amor al dinero- abrió el librero Jaime Naranjo.
Después de haber estado unos años en el centro de la ciudad comercial, con buen criterio y mucho gusto, la librería Boxoyo se trasladó al Cáceres monumental, a la vieja y hermosa ciudad intramuros. Con vistas a la Plaza Mayor, con entrada por el adarve, al lado del palacio de Moctezuma, tiene la familia Naranjo su lugar ideal para acercarnos a esos libros que no tienen fecha de caducidad. Un espacio acogedor, plácido habitáculo para que los viejos libros esperen con comodidad la llegada de los curiosos buscadores. Tiene el encanto de las clásicas librerías de viejo, además de un espacio tan cuidado que nos recuerda a otras librerías inglesas o francesas. Siempre es un placer esa búsqueda de las últimas llegadas, de las sorpresas que uno puede encontrar entre sus estantes de libros que todavía no han pasado a la oferta en la red. Además sigue siendo un placer añadido hablar con el apasionado, generoso y culto librero que es Jaime Naranjo.
Quieren terminar con todo eso. El Ayuntamiento de Cáceres, atendiendo a la extraña petición de un vecino y, según nos cuentan, a un mal cálculo del verdadero peso de los libros almacenados y en prevención de grietas en el edificio que aseguran pueden estar producidas por libros, decide el cierre cautelar de una librería ejemplar. ¿Cerrar una librería? ¿No sería mejor para los amantes de los libros, para los lectores de esa ciudad que ha sido capital del Congreso de Lectura, apuntalar la casa si es necesario, reforzar vigas o comprobar el verdadero peso de los libros? Cerrar una librería, cerrar Boxoyo, es cerrar una de las razones por las que Cáceres nos parece una ciudad tan propicia para escaparnos y para encontrarnos. Muchos ciudadanos de Cáceres se están movilizando para defenderla. Los lectores de los libros sin edades seguiremos a los manifestantes para salvarla. Un paisaje en peligro de extinción".

En Boomeran(g)

Ferias tramposas

Da vergüenza la utilización política que hacen de las Ferias del Libro algunos ayuntamientos. No invitan a escritores (bueno sí, a uno o dos para disimular) sino a escribidores de esos que copan las falsarias listas de éxitos. Lo importante, con todo, no es que vendan o dejen de vender sus "productos" sino que emitan sus incendiarios programas radiofónicos desde aquí, dejen sus opiniones cínicas y falaces en los periódicos de la región y, de paso, cambien impresiones con sus correligionarios locales (algunos disfrazados también de escritores). Como pertenecen al núcleo duro de la extrema derecha, el de sus ideólogos, se termina pagando con dinero público (¡y a qué precio!) a conspicuos fachas, como les llamábamos antes. Y luego acusan a los demás de sectarios...

14.6.06

Prozac

"El País publica la noticia de un estudio sobre el prozac y similares, encargado por los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos. Al parecer, desde 1988, la cifra de suicidios ha descendido fuertemente en Norteamérica. Los investigadores insinúan que los antidepresivos son la causa. Y cifran en 33.600 los suicidios que, probablemente, se han evitado… quimícamente. La vida ha de celebrar la noticia. Y también la literatura. El estudio, de confirmarse, acaba con unas cuantas toneladas de inane literatura psicológica y prueba que en el arte literario (de calypsos a melopeas) también hay progreso. Que yo como progresista celebro".

(Del blog de Arcadi Espada, que, para mi sorpresa, no sólo escribe del Estatut)

13.6.06

Frases

El Estatut y la tregua permanente de ETA, estos son los asuntos que acaparan nuestra atención. Sobre ellos, dos frases. Una pertenece al periodista Arcadi Espada, zarandeado injustamente en Gerona por un grupo de extremistas: «Fui humillado y ofendido como un Dostoievski de bolsillo». ¿Hace falta ser tan ocurrente?
La otra es de la militante socialista Gotzone Mora: «El Gobierno sabe que el “proceso” le favorece para seguir gobernando». ¿Por qué no le damos la vuelta a la frase? Así, "el PP sabe que el "proceso" puede favorecer al PSOE para seguir gobernando y está dispuesto a hacer lo que sea para que fracase".
Dando por hecho el indecente juego político que pesa sobre el problema, este segundo punto de vista me parece más verosímil.
Lo de la enésima manifestación de la AVT y su incalculable número de asistentes es más de lo mismo para conseguir que Zapatero se la pegue. Les importa un bledo que esa caída sea la de todos. Bueno, la de casi todos: ¿qué harían algunos sin ETA?

12.6.06

Del campo

Lo cuenta Andrés Trapiello: “Hace años dije por broma en un congreso de poesía que se celebraba en Granada que uno era un poeta agropecuario. Algunos no desaprovecharon la ocasión y empezaron a repetirlo como vilipendio, pensando acaso que se le rebajaba a uno con ello. Ninguno pensó, claro, que uno tenía puestos los ojos en el Virgilio de las Geórgicas y en la docena de adjetivos que en ese libro hacen casi tan grande a Virgilio como Homero”.
Salvando todas las distancias, también me han acusado de lo mismo. No a uno, conviene precisar, sino a lo que uno escribe. De agropecuario y hasta de preindustrial tuvo a bien calificarlo un poeta mexicano doblado de crítico. Son cosas que pasan. Cada cual lee lo que puede, ya se sabe.
A otro poeta, Aníbal Núñez, que paseaba por los alrededores de Montánchez, le escuché decir que iba a escribir un libro con parecido título: Agropecuaria. En casi todos los que publicó, la presencia del campo, de la naturaleza, es esencial. Y, sin embargo, pocos poetas más radicalmente modernos en la poesía española del siglo XX.
Pero para ser agropecuario en su sentido más profundo, como lo fue otro poeta indispensable, Claudio Rodríguez, hace falta haber vivido una infancia rural, algo que, en rigor, no vivió Andrés Trapiello (que salió pronto de su Manzaneda de Torío natal), ni Aníbal Núñez (Salamanca es una señora ciudad), ni, en fin, uno (a pesar de que, comparada con la del Tormes, la mía sea demasiado provinciana).
Cosa distinta es que a uno le hubiera gustado tenerla Sí, siempre he echado de menos ese pueblo que casi todos tienen y al que casi todos vuelven en fines de semana o vacaciones; un lugar con una modesta casa donde descansar de la rutina y vivir con la tranquilidad que se presupone en esos sitios a trasmano y pequeños.
Con todo, más que en un pueblo (viví en uno ocho meses y no fueron demasiado felices) lo que me hubiera gustado es vivir en el campo, como nuestro Bernardo V. Carande o, más allá, como su maestro y amigo José Antonio Muñoz Rojas, el de Las cosas del campo. Pero cuidado, digo vivir en el campo, no del campo. Vie de château, como Gil de Biedma en Las Navas.
Lo ideal, para mí, es la naturaleza. Su contemplación bajo la forma de paisaje (una exquisita elaboración cultural). Me gusta frecuentarla para dar paseos. Visitarla para leer y, cómo no, para descansar.
Ya que lo digo, si alguien se toma la molestia de leerme, verá que el campo que aparecen en mis poemas está vacío: no hay, como en ciertos cuadros de la naturaleza, figuras humanas. Si se muestran, incluida la mía, será casi siempre de soslayo, como los personajes del romántico Caspar David Friedrich. De espaldas, a lo lejos. Mi poesía es como yo: solitaria. Busca en la naturaleza, sobre todo, la soledad. Es el perfecto ámbito del retiro, ese asunto tan extremeño.
Es cierto que mi mujer, mis hijos o algunos familiares cercanos asoman en mis poemas. Más que nada porque comparten conmigo un espacio esencial de la misma: el molino de agua donde pasamos la mayor parte de nuestras horas de sosiego.
No niego que me llena de envidia (obviemos lo de sana) ver esas blancas casas de campo a las que uno de los protagonistas de mi primera novela (un arquitecto inventado) dedicó su tesis doctoral. Las observo desde el coche como puedo, a costa de algún susto, cuando atravieso las dehesas o, por ejemplo, Monfragüe. Y no digamos esas otras de piedra que, en contraste con los pretenciosos chalets, se levantan en las faldas de los valles del Jerte y el Ambroz o en La Vera.
Tarde sí y tarde también me escapo al mencionado molino con mi hijo y mis suegros. Aprovecho la fresca del atardecer para dar un paseo. Al pasar por los huertos, veo gente muy atareada con la cerecera. Trabajan duro, de sol a sol. Admiro su fortaleza, sí. Por lo bajini, no obstante, me reafirmo en mi afición al campo no, ay, a las fatigosas labores del campo.
Cuando piso alguna de esas repugnantes orugas que están acabando, entre otros árboles, con nuestros robles y cerezos, me acuerdo de ellos. De Julio, de Eduardo, de Victoria, de Sergio. De esos admirables vecinos que no van al campo precisamente a meditar. Ni a contemplar los pájaros y las flores. Los que quizá le aporten la verdadera dignidad y más se acerquen al auténtico espíritu de los poemas de Virgilio.

10.6.06

Coincidencias

Ya es el colmo. En este constante trasvase comunicativo que se da entre algunos blogs de amigos que, además, somos extremeños, la cosa llega a extremos curiosos. Por ejemplo, que leamos los mismos libros al mismo tiempo. Me ha ocurrido con Y todos estábamos vivos, el último de Olvido García Valdés, que comenta con acierto Miguel Ángel Lama en Pura Tura. Sólo debo añadir que me parece un libro necesario. Escrito, como toda poesía que merezca tal nombre, a tumba abierta. "¿De qué hablamos cuando hablamos/ solos?", se pregunta. Los poemas contestan por nosotros.

9.6.06

Más sobre premios

"Los premios de poesía suelen estar gafados: quien después de los cuarenta sigue concursando ya no juega en la misma división que Valente o Brines, sino en la de los muy respetables Ángel García López o Carlos Murciano". José Luis García Martín, ABCD las artes y las letras.

Más sobre premios en el blog de Enrique Baltanás: Para una taxonomía de los premios literarios.

7.6.06

Carta de La Comella


La Comella en invierno

La semana pasada tuvieron lugar en Barcelona dos acontecimientos que nos conciernen. De una parte, hicieron entrega a Ángel Campos Pámpano del Premio de Traducción “Giovanni Pontiero” que conceden el Centro de la Lengua Portuguesa/Instituto Camões de la Universidad Autónoma de Barcelona y su Facultad de Traducción e Interpretación. Era su sexta convocatoria y se lo han dado por su espléndida versión de los poemas de Sophia de Mello Breyner que publicó Galaxia Gutemberg y Círculo de Lectores.
De otra, como ya relaté en este mismo sitio, anticipándome al suceso, la flamante clausura del Homenaje a José María Valverde con la inauguración de la biblioteca que lleva su nombre y una emotiva mesa redonda sobre el profesor, traductor y poeta en la que participaron, entre otros, Martín de Riquer (muy mayor, pero lúcido), Ricard Salvat y Paco Rico.
Camino de Barcelona, tomé un desvío a Tarragona para poder pasar unas horas con el escultor Rufino Mesa (Valle de Santa Ana, Badajoz, 1948) en su casa y taller de La Comella. Se levanta sobre una antigua masía y conserva, en lo sustancial, elementos constructivos tradicionales que conjuga con novedosas apuestas arquitectónicas como la torre metálica que domina el lugar.
Después de horas de viaje, no es extraño que me sintiera cómodo en un sitio tan ameno, a una temperatura ideal y con unas vistas magníficas. Contribuyó a ello, además, la afectuosa acogida de Rufino, al que no conocía personalmente, y las buenas artes de Efi Cubero y su marido, Alfonso, viejos amigos de la familia Mesa, los verdaderos responsables del encuentro.
Tras una mediterránea y frugal comida, como cabe al caso, recorrimos los alrededores de la casa para descubrir in situ el museo que la finca esconde. En efecto, son muchas las esculturas que rodean su residencia. Muchas y, conviene precisar, de todos sus periodos creativos, los que coinciden con series como Reflexiones sobre la construcción de nuestra casa, Sillas en paisaje de sal, Ángeles o destilación de animales invisibles, Señales en la piel (que se vio en Mérida en 1988), Ocultaciones o Memoria del agua.
Es hermoso comprobar sobre el terreno, en medio de un paraje en estado deliberadamente semisalvaje, entre grandes árboles y una exuberante vegetación, unas obras que dialogan, sobre todo, con la Naturaleza., Rufino Mesa es un adelantado en este tipo de obras que, por aquello de colocar innecesarias etiquetas, ha venido definiendo la crítica artística como Land Art.
Del recorrido podría destacar numerosas esculturas. Me quedo, por ejemplo, con la Capilla turkana, una construcción de forma semicircular que Rufino levantó sus propias manos, como todo lo que hace, y que encierra en su interior una piedra enorme. La presencia en la penumbra de la roca, lo reducido del ámbito y el silencio y la soledad que allí habitan bastan para que uno no olvide con facilidad lo que siente allí dentro.
Algo parecido ocurre con otras piezas. A una de ellas, Anillo de piedra, un impresionante círculo de enormes piedras grises, le ha dedicado Mesa su tesis doctoral, cuya lectura está prevista para este fin de mes.
Del espíritu que mueve a este artista extremeño afincado en Cataluña desde la infancia dice bastante una escultura situada muy cerca de la casa en la que se ve una escalera de bronce situada encima de una gran roca que sube al cielo o a ninguna parte.
Utópico apegado al suelo, materialista con experiencias místicas, grandioso a partir de la humildad, dubitativo desde la intuición de la certeza, clásico por verdaderamente vanguardista, Rufino Mesa merecería, a estas alturas de su carrera artística, una exposición que recogiera lo mucho investigado y que mostrara al público extremeño una obra exigente y personal como pocas.
Tras sus escamoteos, su cultura de restos y sus ocultaciones, tres asuntos que le obsesionan desde hace tiempo, está el Mesa escritor; sobre todo, el poeta. Es a ese Rufino al que yo iba a conocer. Máxime tras leer el original de Susurros en un agujero, un diario escrito a tumba abierta a lo largo de los últimos años, los que coinciden con algunas de sus experiencias vitales más duras y extremas, las que le acercan a otra de sus grandes obsesiones, la muerte.
La Comella
, antiguo Mas Mascaró, atesora algunas leyendas. Una de ellas, bien conocida por los lugareños de la zona, es la del “árbol del dolor”, una encina donde se ahorcó por amor una pubilla de la familia a la que durante generaciones perteneció la masía. Tampoco creo que sea casualidad que ese triste relato gire en torno a un árbol tan alegórico y tan nuestro.
A pocos pasos está una de sus últimas obras: un columbario. A pesar de la tristeza, reconocí a un Rufino Mesa más vivo que nunca, con ambiciosos proyectos entre manos, llenos de fuerza y de inspiración.

3.6.06

El iris salvaje



Mi último descubrimiento se llama Louise Glück (Nueva York, 1943). Su editor, Manuel Borrás, me recomendó hace unos días que leyera El iris salvaje (premio Pulitzer en 1993). Da gusto volver a encontrarse cara a cara con el milagro de la Poesía; sí, con mayúsculas.

Cierre



Como tantos, lamento que el Ayuntamiento de Cáceres haya decidido cerrar cautelarmente la librería Boxoyo. No es cosa de demagogia sino de justicia. No es la mejor imagen para una ciudad que presume de culta y que aspira a futuros títulos rimbombantes. Quede aquí constancia de mi solidaridad (gastada palabra insustituible) con Jaime Naranjo padre y con Jaime Naranjo hijo. Ojalá surtan efecto las alegaciones.

Premios literarios

Hay premios sucios y premios limpios. Los primeros están dados de antemano y los segundos no. Eso sí, visto lo visto, para desesperación de los jurados, éstos suelen ganarlos casi siempre ventajistas, auténticos profesionales de los premios.