25.1.06

El ciprés y la sombra

Ayer, a primera hora de la mañana salíamos de casa camino de Gijón. Pronto, la niebla fijó sus dominios y el paisaje se convirtió en un tunel inquietante y blanquecino por el que discurríamos a duras penas, Castilla adelante. En León, varias horas después, el sol impuso el suyo y pudimos apreciar la belleza de las altas montañas cubiertas de nieve, en los duros páramos de Barrios de Luna.
Íbamos a enterrar a Gloria Castelao Villanueva. Lejos de su Taramundi natal. El funeral -corto, sencillo- tuvo lugar en la pequeña capilla románica de San Juan Bautista de Cenero, conocida popularmente como La Abadía. Después nos acercamos al cementerio. Recordé entoces un poema propio, inspirado en ese mismo sitio: El ciprés y la sombra, dedicado a la memoria del marido de Gloria, Pedro, garganteño y emigrante que descansa allí.
El regreso fue un rápido viaje a través de los bancos de niebla y la noche con la memoria puesta en los momentos felices que vivimos al lado de tía Gloria, una mujer alta y muy activa que nunca perdió el acento gallego de su apellido. Siempre estará con nosotros. En la galería de su casa natal, por ejemplo. O atendiendo una fabes que hierven en el fuego poco a poco.
A las once y media llegábamos a casa. Hay días...