11.9.05

No leer

MUCHA gente dice que sólo puede leer en verano porque el resto del año no tiene tiempo. Otros afirman que es durante las vacaciones estivales cuando ponen al día lecturas atrasadas y como disponen de más horas para ello dan fin a esos aplazamientos abordando novelas de muchas páginas, incómodas de transportar y casi de sostener, si no por el peso sí por su envergadura. Sin embargo, curiosa paradoja, en pleno estío, cuando desconocidos y famosos se aprestan a leer lo que nunca habían leído y vuelve a repetirse la irritante imagen de la sombrilla y el Código Da Vinci, dos famosos se jactan de no haber leído un libro en su vida. La esposa de Beckham, de soltera Victoria Adams, y el director del equipo Renault de Fórmula 1, Flavio Briatore. Ya el año pasado por estas fechas tuvimos ocasión de comentar opiniones parecidas, lo que nos induciría a pensar que esta defensa de la no lectura se ha convertido en una serpiente de verano de lo más vulgar.
Puede que estas afirmaciones llamen más la atención cuando son pronunciadas por escritores, personas supuestamente interesadas en que cada vez se lea más, sobre todo sus propios libros. De ahí que un artículo del poeta Francisco Bejarano haya merecido una entrada en el blog de Baltanás. «Nadie debe avergonzarse de que no le divierta leer, de la misma manera que no conozco a nadie que se avergüence por no gustarle nadar o jugar al póquer, criar palomos o montar en bicicleta», dice, y añade: «puedo asegurar que he conocido más cretinos y mentecatos entre lectores que hablan de los libros que leen, que entre gente sensata que lo que le gusta de verdad es cuidar un pequeño jardín en su casa o tener un taller de carpintero aficionado». Uno, sin darse por aludido, asiente, aunque la frase tenga su media vuelta.
Mi amigo Javier Cercas (utilizo el mismo tratamiento que él, honrosamente, me da) comentaba en una entrevista concedida a este periódico el pasado mes de agosto que desconfía de las campañas de fomento de la lectura. ¿Por qué?, le pregunta Cristina Núñez y Javier responde: «Pues es que yo digo que si la gente no quiere comer jamón de Jabugo o no quiere follar pues que no coman jamón de Jabugo o que no follen. Te pueden dar las cosas a probar, pero no puedes obligar a nadie. Cosas que si las pruebas te van a gustar seguro, a no ser que seas un idiota. Lo que yo sé es que la mejor política cultural que se puede hacer es tener buenas bibliotecas, mejor que se gaste el dinero que se vaya a invertir en políticas culturales que en cualquier otra cosa, pero esto pasa en toda España, y no solo en Extremadura». Completamente de acuerdo salvo por un matiz: que lo que pide ya se ha hecho o, mejor, se está haciendo, pues esa labor no termina nunca. Somos la región de España con mayor número de bibliotecas por habitante. La del Fomento de la Lectura en Extremadura no es una campaña sino un Plan a medio y largo plazo. Porque no basta con que haya bibliotecas y librerías. Más allá, porque esta región si ha sufrido por algo es porque no ha tenido acceso a los libros. Su mayor lacra ha sido el analfabetismo. «La gente está en su derecho de no leer y decir que no le gusta. El asunto es que lo afirmen teniendo la experiencia de haber leído alguna vez» ha dicho el escritor mexicano Juan Domingo Argüelles.
Lo del comer y el follar (con perdón, me eduqué, como Cercas, en los Maristas...) no necesita, según creo, de ningún fomento. Hablamos de algo menos natural, más complejo. Por instinto no se lee. Esa habilidad que nos hace seres humanos más completos necesita de aprendizaje y, en estos tiempos, los de la postimprenta (si se me permite el término), su fomento es incluso una obligación de carácter público.
Puede que escribir no nos haga mejores. Leer buenos libros de valiosa literatura es casi seguro que sí.
Siquiera sea para ver si esta tierra, antes irredenta, cambia por el mero hecho de que sus ciudadanos lean más, la apuesta habrá merecido la pena. No se trata de hacer proselitismo, allá cada cual con sus gustos y aficiones, aunque a uno le parezca que leer sea algo más que puro entretenimiento. Es más: somos muchos los que pensamos que buena parte de los males de nuestra educación vienen por un problema básico de lectura. Desde los primerísimos niveles educativos. Y esto, ay, son palabras mayores. Antes que de cultura estaríamos hablando de instrucción pública y en eso, me temo, sí nos va la vida. Así lo expresa Esther Tusquets en sus memorias de editora: «el objetivo de fomentar la lectura corresponde al Ministerio de Educación». Sí, también.

(Diario HOY)