16.8.05

De vuelta

Ayer tarde, tras un tedioso y largo viaje, llegamos de nuevo a casa. Tan cansados como nos fuimos, supongo. Y más morenos. Mi hijo, después de un mes de sol y playa, podría pasar perfectamente por un saharaui de vacaciones en España.
De la quincena traigo poco, la verdad, aunque suficiente. Aparte de los recuerdos del viento (sopló poniente y levante, como está mandado), los baños (en aguas frías o tibias, dependiendo de la dirección del aire) y los paisajes (rurales y urbanos) distintos (qué hermosa la reflexión de Ferlosio sobre lo mismo que publicó ABC el pasado 7 de agosto), me acompaña en el regreso Octavia, la memorable y muy salmantina película de Basilio Martín Patino; las lecturas en el porche conileño (las previstas, que no me han decepcionado, al revés, y las nuevas: Elogios y celebraciones de Jiménez Lozano, Soy vuestra voz de Anna Ajmátova -que leí de un largo tirón en una terraza gaditana de la calle Ancha-, Portugal de mi admirado Miguel Torga...) y otro tipo de baños, los de masas (para eso ha releído uno a Canetti), en los veloces pasillos del centro comercial Bahía Sur de San Fernando, donde tanto abundaban las muy arregladas y coquetas muchachas en flor.
Lo mejor: en quince días no hemos visto a nadie conocido, ni de Plasencia ni de otra parte.
Lo peor: que en nuestros vagabundeos por las librerías de Cádiz no haya podido acompañarnos esta vez Fernando Pérez. Otra vez será.