15.7.05

48 horas

Ni siquiera tantas y, sin embargo, lo que pueden dar de sí. A nosotros, tanto como para recorrer 1.450 kilómetros de carreteras, desde Plasencia hasta La Coruña, ida y vuelta. Nunca me ha dado pereza conducir y aunque uno va perdiendo afición... De entre esas intensas horas rescato ahora, ya en casa, el viaje en sí: hasta Sada (a un paso de la capital coruñesa) por Salamanca, Tordesillas, Benavente, Ponferrada, Villafranca del Bierzo (donde comimos: menú del día en "El padrino"), Lugo y Sada. Antes, paramos en Betanzos (¡qué maravilla!), para tomar un café debajo de sus soportales y de sus blancos miradores. La vuelta, por Santiago (visita obligada), Orense, Verín, Benavente y, Castilla mediante, atravesando otra vez, claro, Salamanca (nunca la circunvalamos, tanto nos gusta), hasta Plasencia. También recuerdo la niebla que cayó sobre la playa, apenas llegamos. El callejeo con frío (¡quién lo diría!) por el elegante centro de La Coruña. Las tazas de Ribeiro y la tortilla de patata y los filetes empanados con pimientos y las croquetas. El paseo hasta el Pazo de Mariñán, muy de mañana, entre árboles inmensos y brumas. El encuentro allí con nuestros más cosmopolitas representantes culturales: los directores de las distintas sedes del Instituto Cervantes repartidas por todo el mundo. Reencuentros: con César Antonio Molina, con José Jiménez, con Jorge Urrutia... Encuentros: con Gaspar Cano, director de Estocolmo; Moratinos, de El Cairo; Espottorno, de Tetuán (tiene una casa en Las Villuercas); Paco Corral, de Río de Janeiro (es de Talavera); Martín Valenzuela (que está en ahora en Madrid ahora que vivió algunos años en Extremadura, donde dirigió en Instituto "Santa Eulalia" de Mérida); Delgado de Luque, de Beirut (cofundador de Cicón con Jaime Naranjo y amigo de Pepe Higuero); Javier Galván, de Manila (que conoce a algunos placentinos que fueron allí hace unos meses, como los integrantes del coro Ars Nova); José Antonio Castro, de Milán (amigo de Santiago Antón, miembro del último jurado del premio Salón de Otoño de Plasencia) o Abel Murcia, de Varsovia (traductor del último libro de la Szymborska, Instante)... Vi de lejos a algunos directores más, que son al tiempo escritores: Aparicio, Muñoz Molina, Fonte... Fui hasta ese hermoso pazo gallego para participar en una mesa redonda sobre la proyección en el exterior del patrimonio cultural de las Comunidades Autónomas.
También, ya se dijo, nos dio tiempo a callejear por Santiago y comer un poco de marisco y entrar, cómo no, en la catedral.
Salimos de Plasencia el día 13 a las 9 de la mañana y estábamos en casa de nuevo a las 11 de la noche del día siguiente. A todo esto, desde la tarde de nuestra llegada al mágico reino Galicia nuestro coche quedó averiado, sin el ventilador del radiador (¿se dice así?). A la aventura del viaje en sí hemos de añadir este plus de peligrosidad. Era de ver cómo se ponía la aguja de la temperatura al ascender aquellas Portelas del Padornelo y de la Canda que uno subió y bajó (mareado) en un Seat 600 hace… mil años.